jueves, octubre 01, 2009

De acá


La idea surgió tras el arribo de Diego Maradona al Seleccionado y tuvo su prueba de fuego en Santa Fe, ante Panamá, con el referente del club anfitrión de ese partido en el plantel (Bichi Fuertes) y una multitud en las tribunas. Fue un 3 a 1 inobjetable ante un equipo débil, convocado de apuro. Claro que se produjo poquito después del colapso en La Paz, algo que aceleró los tiempos reales y retrasó, en parte, los debates respecto de una iniciativa tendiente a promover y afianzar un equipo integrado con jugadores del medio local.

Con esos antecedentes, esta versión atípica del seleccionado jugó nuevamente un amistoso fuera de la Capital Federal, otra vez frente a un rival de escasa jerarquía luego de una derrota dolorosa y con dos grandes figuras en el rectángulo: una local (el cordobés y pirata Mario Bolatti) y otra de alcance nacional (Martín Palermo).

Prescindiendo de las discusiones sobre afueras y adentros, de las convocatorias polémicas y de las conveniencias de los organizadores, creemos que resulta provechoso insistir con la idea de jugar amistosos en condición de local, al margen de la delicada situación que atraviesa Argentina en las eliminatorias. ¿Por qué? Entre otras razones porque, precisamente, no se interrumpe un proyecto incipiente cuyos objetivos incluyen -y también exceden- la clasificación al mundial. No parecen temas menores fortalecer el resquebrajado vínculo con los aficionados, y renovar la itinerancia por ciudades y localidades futboleras de todo el país, dos aspectos que, incorporados en las agenda de dirigentes, técnico y manager, permiten proyectar un seleccionado fuerte, popular y con variantes mediante la realización de repetidos ensayos. En Córdoba hubo atisbos de un reencuentro entre el equipo y el público, quizás porque al faltar las figuras del exterior decrece la exigencia, o producto de otros dos factores como la identificación con algunos jugadores del torneo doméstico -Martín Palermo-, y ver de cerca nuevamente la camiseta albiceleste.

Suena sensato, en tal sentido, matizar los reparos ante las calidades de Ghana y los que vendrán, si bien éstos cuestionamientos se basan en razonamientos atendibles: los inminentes duelos definitorios de las eliminatorias, la envergadura del adversario, las conductas espasmódicas de Maradona y la futilidad de ciertas convocatorias. Argumentos, vale señalar, estrictamente de coyuntura, limitados al corto plazo. Con todo, la discusión en el equipo argentino no pasan por la jerarquía del rival ni por las elecciones del actual entrenador. Muchísimo menos por los dos compromisos de eliminatorias por delante.

Un dato importante para advertir es la ausencia de un plan estratégico conjunto, acaso el principal problema que golpea al equipo nacional. Da la sensación que hoy en el seleccionado prevalecen internas que dificultan, e incluso inciden de modo determinante, para que ésta y cualquier otra iniciativa inteligente prospere.

Es de esperar, en consecuencia, que se resuelvan los conflictos puertas adentro, si es que persiste la intención de construir una selección auténticamente nacional, no encapsulada en su propia gloria. Apta para volver a emocionar, aquí y allá, a esas mayorías que dice representar,


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