lunes, febrero 28, 2011

ALL BOYS // Soñar en grande


Empezó siendo un sueño proyectado por los hinchas, lejano, improbable de concretarse en el corto plazo, en menor medida motivado por éxitos del clásico rival, aunque presente conforme un encadenamiento de hechos inesperados fueron sosteniéndolo, siempre con ribetes de utopía que es, al cabo, la razón fundamental de embanderarse en causas como la del fútbol, con sus vaivenes y sus condimentos atrapantes. También con sus revanchas y su carácter transitorio a la hora de la celebración o del lamento.
 Volver a La Bombonera después de 30 años fue concretar, para dos generaciones de hinchas de All Boys, ese sueño pequeño que nadie, absolutamente nadie, creía posible dos o tres años atrás. Historias de heridas abiertas debido a un período de estancamiento, de empinados caminos para transitar y de sensatas voces que recomendaban ir a de a poco, madurando el anhelo, desestimaban lo que revista hoy como un acontecimiento. Lo es, claro que lo es y de modo elocuente, en el repaso de una trayectoria. Acompañados del amor y del sufrimiento en aquellos días postrados, resultaba un delirio imaginar que la visita a La Boca figuraría en un horizonte con fecha y lugar cuando en Floresta, acechada por el calor de enero, un Comunicaciones tenaz postergaba durante algunos minutos un triunfo indispensable para continuar con la esperanza de abandonar esa cárcel llamada B Metropolitana. La tercera categoría del fútbol argentino.

El 26 de febrero, por tal motivo, se inscribe en la memoria grande del cuadro de Floresta, breve en este caso dado que no abundan los enfrentamientos con Boca en su estadio, pero de dimensiones mayúsculas al recordar el primer grito esperanzado en medio de la oscuridad, esos escenarios que sugerían largas temporadas con los mismos invitados y las mismas excursiones, quizás con idénticas companías que traían alegrías recortadas y enormes interrogantes ni bien el futuro presagiaba la repetición, señalada por algunos como una viariable de la muerte en cuestiones no solo vinculadas con el futbol. Y el resultado, un empate ante un candidato reforzado en su templo de fuertes pasiones, testigo de reiterados triunfos, realza el valor de la jornada y justifica el copioso festejo de los hinchas, lo cual torna difícil, aunque no imposible de analizar un pobre partido de All Boys, posiblemente el peor de la temporada.




Pese al score, cabe puntualizar aspectos de ese desempeño mediocre, de alguna manera preocupante, del equipo de José Romero, entre ellos los nombres elegidos para concentrar en este encuentro. Suena ya agotador, suena a fijación, tal vez suene a campaña, pero no se comprende que Ariel Ortega y Cristian Fabbiani merezcan especial consideración al constatar no solo las tristes imágenes que exhiben con sus cuerpos deteriorados y avejentados, sino también su nula gravitación, y aporte al equipo pese a que Fabbiani, como apuntaron voces optimistas, "dio dos pases de gol en el encuentro con Vélez". Se trata de un tema delicado, mucho más lo es de acuerdo con el mensaje subyacente: de un lado estrellas con permiso para no entrenar un lunes cualquiera, titulares o muy tenidos encuenta, del otro jugadores esforzados que siguen esperando su chance, como Agustín Torassa, de gran actuación en el partido de Reserva ante Boca, insólitamente siquiera tenido en cuenta para integrar el banco de suplentes en la Primera.

Otro hecho a revisar que dejó el último duelo fueron las dificultades para disponer del balón y asumir cierto protagonismo. Retrasado exageradamente en el terreno, no es desprociornado afirmar que no hubo una sola, al menos una sola, oportunidad nítida de gol, algo que -de persistir en esta idea- hará cuesta arriba los arduos encuentros que le restan a All Boys en calidad de visistante. Las grietas defensivas, los errores evitables, son un tercer ítem del cual conviene tomar nota, así como reparar en un mediocampo que depende exclusivamente de Fernando Sánchez, otra vez figura, para ordenar a sus compañeros y propiciar los intentos en ofensiva a partir de su capacidad de quite y su liderazgo. En tal sentido, y aprovechando su expulsión, el ingreso de Emanuel Perea por Juan Pablo Rodríguez se revela importante, lo mismo que apostar nuevamente a un punta que abastezca a Mauro Matos, como se dijo en anteriores articulos, una clave para complicar al rival por cualquiera de las dos bandas.

Como se advierte, muchas cosas para corregir pensando en sostener la categoría. Queda como atenuante, de todos modos, las connotaciones de un partido atípico en el cual Boca se robó toda la atención, y haber atrapado un empate ante semejante escenario tres décadas después de imaginarlo real y visitable en relatos, cantos y voces que nacieron tenues y se propagaron de forma inusitada. Por allí habria que encarar los retos futuros: para alimentar una historia, minima en el juego según lo mostrado en este retorno a La Bombonera, y con enorme potencialidad para enriquecerla de continuar en el camino de la responsabilidad, el esfuerzo y esa saludable tendencia a soñar en grande.

P.P.

jueves, febrero 24, 2011

RACING // Renacer desde el alma


Parecía que este era el año de Racing después de batallar contra pésimas administraciones y gerenciamientos que engendraron quiebras, recursivas malas campañas, deterioro institucional, inminente descenso. Fueron tiempos de sosiego y movilizaciones multitudinarias, de desencantos y desconciertos. Con la llegada de Roberto Molina, presidente desde de 2008, las cosas comenzaron a cambiar. Por un lado, mediante la reactivación de la vida social del club en todos sus órdenes, basta observar algunos logros visibles como el crecimiento exponencial de la matrícula de asociados (hoy asciende a 38.000), las remodelaciones de las sedes de Avellaneda y Villa del Parque -un lujo, ciertamente-, del predio Tita Matiussi y, sobre todo, de su cancha. Hoy el Estadio Perón recuperó el estilo y la orientación arquitectónica que lo convirtió en el mítico Cilindro, esa gran contrucción de cemento inaugurada durante el primer peronismo, además de ofrecer otras comodidades a los socios e hinchas y exhibir poderosos símbolos en los alrededores del estadio, por ejemplo las láminas en tamaño gigante de viejas glorias del club ubicadas en una oficina cercana al ingreso del público local, entre las que sobresalen las figuras de Ruben Paz, Roberto Perfumo, el Chango Cárdenas, Alfio Basile y Humberto Maschio.

También, y en sintonía con las transformaciones en el plano institucional, lentamente Racing fue afirmándose en el aspecto futbolístico, no sin contratiempos desde luego, pero con la convicción de apostar a un proyecto, de definir un rumbo cuyo bordado, en primera instancia, apuntó a atenuar constantes padecimientos. La salida del técnico Carusso Lombardi, hombre indicado para enfrentar los desafíos de una etapa compleja dado el raquítico promedio de La Academia, generó profusos debates en la comisión directiva, al punto de que surgieron nombres de perfil distinto al de Carusso, con convicciones y conceptos claros, ambiciosos para un ciclo ambicioso. No lo acompañó la suerte a Claudio Vivas, técnico capacitado en esa escuela futbolística llamada Marcelo Bielsa. Sin embargo su sucesor, Miguel Ángel Russo, fue moldeando un equipo criterioso, a veces excedido en planteos conservadores, es cierto, aunque con una línea de juego definida que trajo aire en los promedios, mejores prestaciones en el juego y aspiraciones acordes con la grandeza del club. Debería valorarlo el hincha, quien masticó -con razón- toda su bronca y toda su impotencia en el encuentro ante Boca al observar a un equipo abatido futbolística y anímicamente tras la seria lesión de Gio Moreno, la esperanza tendiente a acreditar una nueva estrella después de una década de ignominia. Pero hay plantel y, esta vez, Racing cuenta con núcleos fuertes dentro de la entidad para superar otro escollo de su desvaída trayectoria en los últimos años.

Concluidos los lamentos por la ausencia del crack, quizás haya que mirar este recorrido, auspicioso recorrido, que comenzó en 2008 donde La Academia recuperó identidad, estirpe, ilusiones y cierta calma en los promedios y en el plano interno, si se toma en cuenta que la unidad reinante en el club se expresa en la ausencia de barras disputando un botín o en el clima político ya que, recordemos, a fin de año hay elecciones y se descuenta el triunfo del oficialismo, ahora con nuevos actores de otras agrupaciones en puestos de gestión.

Así, conviene mirar la mitad llena del vaso, especialmente por los comentarios  tribuneros post-derrota con Boca. "Esto va a ser así todo el campeonato",  "no tenemos nada" y frases de ese tipo. Contra Boca faltaron Gio pero también Toranzo, Yacob y un sustituto a tener en cuenta como el pibe Fariña. Ausencias para no desanimarse ni espetar juicios categóricos, si bien desde aquí se describieron los infortunios que persiguen a Racing. Que no serán ni el primero ni el último aunque algo sí parece seguro: la historia de La Academia está llena de renacimientos, de epopeyas impensadas y de gritos atronadores desde lo profundo del alma, razones suficientes para seguir alentando y creyendo. Más en un tiempo que está lejos, muy lejos, de los días de persistente infelicidad.

P.P.

miércoles, febrero 23, 2011

MEDIOS // Está vivo, Gardel está vivo



Por estos días se conmemora una fecha histórica, bisagra, insoslayable: hace 30 años debutaba en Boca Diego Maradona, el más maldito entre los futbolistas malditos, parte sustancial de la argentinidad trágica y mítica que prolifera hasta hoy, con sus evocaciones tardías y sus derrotas de lastre, con sus orgullos intactos y sus sentimientos excluyentes en torno del amor y de su reverso, el odio. Decir Maradona y decir Boca confluyen en una misma saga porque allí, en ese vínculo complejo y contradictorio, anida lo que genérícamente alude a "lo popular". Y "lo popular" no remite, en este caso, a pintoresquismos en clave de gesto indoloro, plausible de ser domesticado o despojado de sus significados revulsivos, sino a aquello llamado a dejar una impronta, un sello distintito, al contener elementos nativos y reponer, de alguna manera, malestares y conflictos que desmienten una pretendida sociedad homógenea y armoniosa. Más aún: lo popular aquí habla de rebeldías poderosas, de rencores bien hondos, de incorfomismos para autofirmarse ante un orden injusto e intolerante.

Sería torpe creer que el vínculo entre Diego y Boca, dos símbolos de la Argentina, asumió características de ardua y consciente pelea contra actores poderosos. Pero sí expuso una incomodidad, situó un fenómeno con connotaciones que excedían al fútbol y, sobre todo, marcó un punto de inflexión en la carrera de ambos. Curiosidades del destino, esa tarde de febrero de 1981 también hubo otro debut y otro quiebre, aunque en la radiofonía futbolera argentina. Víctor Hugo Morales, prestigioso periodista del Uruguay, hacía su presentación en el país con el relato de ese Boca-Talleres en el cual gritó 4 goles del cuadro xeneize, dos de Maradona y uno narrado con una frase que resuena hasta hoy: "la soltó como una lágrima". Es que Víctor Hugo también comenzaba un itinerario sinuoso, encrespado y lleno de matices al reconvertir el relato popular futbolero mediante apelaciones poéticas, literarias y un sentido estricto de la justicia como nunca jamás ocurrió en la historia de este país. Todo un estilo propio, vale subrayar, dado que su relato conjugaba velocidad, reconocimiento preciso de los jugadores y las ya apuntadas metáforas y apuntes culturales, recursos que estaban en la antípodas del hombre que dominó las transmisiones durante décadas e incluso hasta el arribo del relator de Cardona, nada menos que  José María Muñoz, personaje oscuro del periodismo argentino por razones conocidas.




El año, en consecuencia, cobra singular importancia ya que realza a dos personajes que, cada uno en lo suyo, llegaron a ser los mejores. Uno todavía lo es debido a que Víctor Hugo continúa relatando con idéntica pasión a la de 1981, con la misma agudeza y ese estilo que subyugó y subyuga a generaciones de futboleros. Porque así como muchos soñaron con ser Maradona, otros tantos pretendieron, y todavía pretenden, relatar como el uruguayo, ya sea en imaginarios partidos, repitiendo sus muletillas, copiando fórmulas o creyendo que un gol dispara montones de sensaciones, algunas ligadas con la vida, los sufrimientos de los justos, los laberintos de la dicha; otras con los pesares y las tristezas de una historia reservada únicamente para los verdugos. Y sobre esto último, justamente, Víctor Hugo todavía enseña bastante a sus 60 años, en dos planos conexos: por un lado, al defender esa trinchera llamada Competencia, la tira que desde hace 18 años conduce en una emisora que quiso echarlo y hoy maneja a su antojo, también por su larga batalla contra el negocio del fútbol urdido por Julio Grondona y el Grupo Clarín y, derivado de ello, por sus posiciones valientes, militantes, para que la Argentina tenga hoy una ley de medios de la democracia. Pero además, Víctor Hugo educa y alecciona cuando martilla una y otra vez acerca de que el horizonte de los nuevos periodistas no se reduce a pasantías a plazo fijo, a engrosar pasivamente el mercado negro mediante costosas matrículas en escuelas enigmáticas o a guardias permanentes en el club X. Ser periodista sería otra cosa, va de la mano con la ética y las convicciones, en íntima y directa sintónia con la defensa de los derechos y la firme creencia de que este oficio es una puerta al conocimiento y al debate de ideas, a buscar con desesperación la verdad. Alguien le enrostrará a Víctor Hugo su postura en el conflicto político de 2008, un hecho del cual se arrepiente en la intimidad aunque ya se encargó de confinarlo entre los agrios momentos de la profesión.




Se trata, entonces, de valorar a quien es el más grande relator de todos los tiempos, en una fecha donde se recuerda a otro grande. Los goles en Boca, el Nápoli, el Barcelona, la Selección -entre otros- están allí, siempre a la espera de una enésima repetición, aunque también están los relatos, las palabras y frases que embellecen y describen los goles y este juego maravilloso, como tantísimas que deja Víctor Hugo. "Es lo tuyo, Antonio", "Graciani, por el gol Alfredo", "barrilete cósmico", "balas que pican cerca", "no quieran saber", "Ramón, pecho y gol" y el célebre "ta-ta-ta". Es cierto que son distintos los fervores y las pasiones que desatan Maradona y Víctor Hugo, si bien un relato los emparenta. "Está vivo, Gardel esta vivo", clamó el oriental de Cardona después de un gol de Diego en una de sus milagrosas resurrecciones.
Acaso sea verdad.

P.P.

lunes, febrero 21, 2011

ALL BOYS // Desafíos mayores


Los ecos de una semana difícil para All Boys, con acusaciones cruzadas y protagonismo central en la extendida red de medios audiovisuales que nutren la agenda futbolística, hizo que el encuentro ante Vélez tomara dimensión de duelo picante y muy esperado, especialmente para el cuadro de Floresta, cuestiones de internismo barrabrava de lado. Y vaya si el conjunto de José Romero respondió a las expectativas y las exigencias del reto cuyas conclusiones son positivas en varios órdenes, si se repara en que se le ganó a un rival de notable jerarquía, candidato de cuanto torneo participe debido a sus constantes progresos institucionales y en el hecho de que, por fin, All Boys sumó su primer triunfo de visitante en Primera después de tres larguísimas décadas (el último había sido en 1980, ante Quilmes, con gol del Ruso Brailovsky).

Resulta evidente, en sintonía con la efémeride, que pasaron cosas en el transcurso de 30 años para derrotar nuevamente a un rival de jerarquía, en su cancha, y con un juego convicente. Es decir, algo viene haciendo bien All Boys con su historia de negaciones y estigmas tendientes a revertirlos y lograr, en menos de un año, triunfos de semejante envergadura. Que no alcanzan, desde luego, para asegurar la categoría, al cabo el sistema de puntuación no otorga más unidades según el porte del oponente, pero sí dejan un recuerdo, una mueca transitoria de alegría, una instántanea para compartir cuando esa historia diga que una noche de verano, inesperadamente, All Boys le ganó en las tribunas y en la cancha a uno de los dos mejores equipos del momento, rival observado de lejos en los tiempos de visitar Adrogué o Ezeiza.





Del partido se aguardaba el lógico dominio de Vélez pese a la ausencia de nombres importantes en su alineación titular. Aunque también cobraba interés la respuesta del cuadro de José Romero, anímica y futbolística, luego de un debut deslucido y violento que alteró la calma del club, obligó al entrenador a saludables replanteos y dejó, por lo menos para este espacio, la sensación de que algunas decisiones adoptadas por la comisión directiva y el cuerpo técnico merecen consignarse dado que no es justo, por procedencia y contracción al trabajo, que Cristian Fabbiani reciba distintas consideraciones que Agustín Torassa, sigue sin comprenderse bien el fichaje de un Ortega abandonado a una suerte que no es solo la propia, y parece prioritario retornar a la tarea silenciosa y sin tanto revuelo en derredor, apartada de lógicas mediáticas dañinas. Más todavía: sonó y suena exagerada la defensa encriptada de Hugo Barrientos sin interrogarse sobre las conductas del jugador y el estilo de número 5 que representaba Darío Stefanatto, uno de los mejores de All Boys en toda su historia.

Todos estos elementos presagiaban, como así ocurrió, un partido áspero e importante para sacar conclusiones, donde All Boys supo ganarlo a partir del compromiso colectivo, un rasgo conocido que distingue y fortalece al equipo, y de la aparición determinante de Sebastián Grazzini, recuperado tras su flojo desempeño ante Racing, autor de dos verdaderos golazos que contaron con el aporte de Fabbiani, astuto para jugar e imponerse en el roce físico dada la imponencia de su cuerpo. Hubo, en ese sentido, cambios en el juego respecto del debut, por la disposición y la mentalidad de cómo encarar el duelo, no obstante se terminó sufriendo por dos expulsiones evitables menos por el desarrollo del partido que por alimentar la engañosa mirada de algunos que ven en All Boys características de equipo violento. La resonante victoria, además, arroja una lectura adicional ya que el cuadro de Romero crece cuando se convence de que hay un estilo para defender, basado en la solidaridad y el esfuerzo conjunto, cuya eficacia y cualidades demandan gestos y responsabilidad para no sabotearlo con actitudes impropias para este ciclo o posturas irreflexivas sobre aquello que no se hizo bien. Un buen índicio lo ofrece, una vez más, Pepe Romero, quien entre semana hizo una autocrítica del nivel exhibido ante Racing.

De cara al choque con Boca, uno de los tantos partidos díficiles que presenta el campeonato, muy cuesta arriba por las calidades del adversario y el escenario de la contienda, es de esperar mantener ese estilo, reconocerse en los valores humanos y fútbolísticos de este proceso que, necesariamente, hay que revalidar cada semana, con resultados pero también con el ejemplo. Pasaron 30 años para tener otra oportunidad de afirmarse en lo mejor de este club: su humildad, su coraje para enfrentar adversidades y la ilusión de dejar una huella en la biografía grande del fútbol argentino. Dejar pasar ese tren por propios errores, muchos de ellos remediables, sería retornar a ese pasado de estigmas permanentes que son parte de la historia de All Boys pero también un alimento para transformarse y crecer, el desafío más difícil de todos.

P.P.

miércoles, febrero 16, 2011

FEBRERO // El fútbol triste


El mes del Carnaval, de la fiesta luminosa de los pueblos, de la distensión y de los amores novedosos, deparó lo contrario a la alegría en otro fenómeno de la cultura popular como el fútbol que incluye las citadas características. Y, en rigor, Febrero a muchos nos encuentra un poco apesadumbrados, serios, tal vez conscientes de que las injusticias y el paso del tiempo abarcan los designios de la pelota y las ilusiones que se tejen de modo irracional, apasionadamente, pero ancladas en las reglas de este juego lleno de incertidumbres y contingencias donde no siempre ganan los justos. O mejor: ganan muy de vez en cuando.

Primero fue el retiro de Ronaldo, un jugador de excepción que marcó a varias generaciones de futboleros con su estilo exquisito y una estela de goles y lujos en los 7 clubes en los cuales jugó (Cruzeiro, PSV, Barcelona, Inter, Real Madrid, Milan y Corinthians) y en la Selección de Brasil donde convirtó 62 goles en 97 partidos, algunos de ellos imposibles de olvidar dado que su clase y sus apariciones fulminantes parecían llamadas a dejar una marca. Definitivamente lejos de las canchas Maradona, Romario, Hagi, Stoichkov, Zidane, Van Basten, Cantoná, Francescoli, entre otros grandes de los últimos 20 años, Ronaldo quedaba como testimonio vivo de una época menos sobreactuada, fria, especuladora, una época  más genuina que, de alguna manera, inducía a pensar que todo estaba por hacerse y todo estaba por jugarse, que había lugar para rebeldías en serio detrás del talento de un puñado de futbolistas insolentes, distintos, formados en la escuela de brindarse a sus hinchas con empeño y mentalidad ganadora. Su despedida, emotiva y sincera, anuncia que se fue un verdadero animal del área, acaso el último crack.


Nicolás Casullo y Néstor Kirchner, Peronistas y de Racing. Dos que nunca bajaron los brazos. Como su hinchada.

Claro que si se habla de cracks, el fútbol, con sus azares y sus sorpresas, hizo que los argentinos también se esperanzaran y disfrutaran en el presente con un colombiano alto, de tranco cansino y mirada extraviada, cuyas destrezas en la cancha parecían rescatadas de otro momento de la historia. Gio Moreno, aunque suene exagerado, vino a refundar el fútbol local y generó, en mayor o menor medida, una corriente de simpatía en torno de sus cualidades y de su rápido conocimiento de los humores y las exigencias de nuestro torneo, al margen de esa rara sensación de observar en escena a un auténtico artista de este juego, con sus destellos creativos permanentes y también con su compromiso hacia el público. Precisamente, la lesión que lo deja afuera del Torneo Clausura configura un golpe duro de digerir para los hinchas, especialmente los de Racing, club que parece condenado a ilusiones pasajeras, festejos esporádicos y sufrimientos constantes, inmerecidos para una hinchada que acompaña y alienta como pocas, habitualmente obligada a sacar fuerzas para creer y soñar que allá lejos asoma, por fin, un futuro lleno de dicha.

No fue el verano ideal, indudablemente. Para los futboleros en general y los de Racing en particular, que viene golpeado tras reiterados y ajenos contratiempos con miras a redimir parte de sus infortunios en el Torneo Néstor Kirchner. Una vez que tiene todo, hasta el nombre del certamen, para reencontrar y honrar sus grandezas. La lesión del colombiano es un nuevo escollo en la trayectoria de La Academia, otra desventura, otro obstáculo difícil de metabolizar en este febrero triste que exige a todos los hinchas convivir con las ingratitudes, los finales y las injusticias que no mellan, afortunadamente, una pasión sostenida.

P.P.

martes, febrero 15, 2011

ALL BOYS // Uno por Uno



Luego de una actuación deslucida y preocupante, ofrecemos calificaciones y breves comentarios sobre los jugadores de All Boys que participaron del encuentro ante Racing.

Nicolás Cambiasso (6):  Con buenas atajadas en el primer y segundo tiempo, fue el mejor del equipo de José Romero aunque su desempeño se vio opacado por la derrota. Sin responsabilidad en el gol, intentó ordenar a la defensa desde su liderazgo y mostró lo que le faltó a algunos de sus compañeros: compromiso con el partido. Los encuentros con Vélez y Boca demandarán, eso sí, mucho más trabajo para quien es insustituible en el cuadro de Romero, errores circunstanciales al margen.

 Luciano Vella (4): No anduvo bien otro de los irremplazables del conjunto de Floresta. Contenido, errático, sin proyectarse en ataque como suele hacerlo, Vella redondeó un partido flojo y All Boys perdió una de sus variantes para llegar al gol, si bien lo intentó una vez en el primer tiempo mediante un remate que se fue apenas arriba del travesaño.

Marcelo Brau (2): En su primer partido como titular, el ex Arsenal desaprovechó su chance producto de quedar desubicado en varios tramos del partido y no ofrecer seguridad en los momentos en que Racing decidió atacar. Inseguro, por momentos lento para lidiar con la rapidez de los delanteros rivales, fue uno de los peores del equipo y toda indica que retornará al banco ni bien se recupere Carlos Casteglione, otro ex Arsenal.

Eduardo Domínguez (5): No logró complementarse con Brau y quedó desairado en la jugada que derivó en el gol de Racing aunque cabe reconocer el mérito de Hauche. Al cabo, el adversario también juega. Tampoco ganó de arriba en el área contraria, una de sus virtudes, e insistió con el recurso que adoptó All Boys para complicar al rival: el pelotazo inconducente. Pese a ello, el defensor aporta experiencia y voz de mando en una defensa por momentos frágil y confundida.

Carlos Soto (4); Arriesgo más de la cuenta, a veces de modo innecesario, y al margen de su voluntad y su conocida garra, quedó enmarañando en la mitad de la cancha sin poder progresar en el campo. No obstante, hay un atenuante: las imprecisiones del uruguayo Juan Pablo Rodríguez, ubicado en la franja izquierda, quien perdió varias pelotas y obligaron al formoseño a estacionarse en una zona determinada.

Fernando Sánchez (5): Pone el alma, como siempre, pero esta vez sufrió horrores no tener un compañero para la descarga o a quien entregarle la pelota después de cumplir con lo que mejor sigue haciendo a los 35 años: recuperar el balón a partir de una intensidad en el juego admirable.

Hugo Barrientos (2): La ralentización en sus movimientos, las imprecisiones constantes y sus reiteradas conductas antideportivas sugieren, al menos para este sitio, repensar su inclusión en el equipo titular y, por qué no, brindarle desde el club ayuda psicológica.

Juan Pablo Rodríguez (2): Su decimocuarto partido como titular fue para el olvido. Se empecinó en  maniobras individuales propias de un amateur y nunca supo bien qué hacer las pocas veces que All Boys atacó por el sector izquierdo. Los centros, una razón que justifica su ingreso en el once inicial, tuvieron siempre el mismo destino: el alambrado de las tribunas Mercedes y Miranda.

Sebastián Grazzini: (2). Era la oportunidad para el bautizado "Mágico". Pero el ex Racing, más alla de un ráfaga de inspiración en una jugada aislada, no se hizo eje del equipo en ningún momento, falló en pases insólitos, no se asoció con sus compañeros y motivó tras su fallida performance una opinión apresurada aunque casi unánime entre los hinchas: cómo se va a extrañar al petiso de Tartagal.

Mauro Matos (4): Lo apuntamos en el comentario del partido. Muy solo Mauro, sin aliados idóneos que favorecieran su juego o lo ayudaran a estar de cerca de posiciones de gol.

Cristian Fabbiani (-)

Agustín Torassa (6): Lamentablemente ingresó muy tarde, cuando All Boys perdía y Racing cerraba todos los caminos mediante la acumulación de jugadores con características defensivas. Aun así, levantó a la tribuna con destellos de su habilidad. Profesional como requiere la categoría y en óptimo estado físico, merece otra consideración.

Sebastián Ereros: Pocos minutos para ser evaluado. Sí puede apuntarse que All Boys sintió la ausencia  -al igual que con Torassa- de un jugador ubicado en las bandas con las cualidades del ex Vélez.

Emanuel Gigliotti: Entró en el final, imposible establecer un juicio. Puede decirse que volvió a vestir la camiseta de All Boys después de más de un año, lo cual constituye un dato relevante, y es, por características, el reemplazante natural de Matos. Sin embargo, ya demostró que se adapta a diferentes sistemas tácticos y, más importante todavía, su cariño por el club, que sigue intacto.

lunes, febrero 14, 2011

ALL BOYS // La hora de la responsabilidad


El verano, en las calurosas playas populares de Mar de Ajó y con la satisfacción del primer objetivo cumplido (sumar al menos 25 puntos), entregó -sin embargo- algunos indicios que presagiaban un difícil semestre para All Boys con miras a mantener la categoría. La venta de Matías Pérez García, el jugador de mejor rendimiento en el Apertura, determinante en varios encuentros, la contratación de Ariel Ortega, concebida -en uno o más sentidos- como apuesta de marketing y la inclusión de Cristian Fabbiani entre los titulares, sugerían cambios en el equipo, especulaciones sobre liderazgos, convivencias y estilo de juego, tomar un rumbo contradictorio segun la labor silenciosa y humilde que hizo posible arribar a uno de los momentos más gloriosos en la trayectoria del club. 

Los amistosos de pretemporada, con varios derrotas y -sobre todo- un rendimiento preocupante en lo que respecta al funcionamiento general del equipo, fueron atenuando las restallantes luces del 2010 para abrirle paso -al menos en un sector de los hinchas- a los interrogantes, las incertidumbres, las conjeturas, finalmente el desconcierto sobre el futuro a partir de dos datos enlazados: la preminencia de jugadores experimentados, algunos de ellos en el ocaso de sus carreras (con Ortega y el retorno de Gustavo Bartelt tras haberse retirado, subió el promedio de edad del plantel) y el inicio de una política, como se dijo, desligada de las decisiones adoptadas en los últimos años, en cierto modo innecesaria dado los éxitos conseguidos, foco de posibles conflictos, y orientada por criterios que muchos hinchas desconocen. Susceptible, incluso, de ser observada con algo de subestimación de cara a los retos por delante, como si el objetivo de la permanencia estuviera cumplido, como si la historia de desencuentros e infortunios de este club fueran cosas de un pasado irrepetible en el presente.



Pese a ello, había expectativa por ver a All Boys, fuerte en su casa de Floresta (apenas resignó 5 puntos en el último campeonato) y tonificado por recibir a otro grande, el tercero en la temporada, señalado entre los candidatos a ganar el torneo de acuerdo con las lecturas previas que se hacen en el inicio del certamen y robustecido por un jugador de notables calidades como Giovanni Moreno. No fue el colombiano, sin embargo, la causa determinante del merecido triunfo de Racing, sino la actuación de su rival, que ofreció una novedosa versión  al apostar al pelotazo para los dos centrodelanteros como una variante de ataque, lejos del estilo de fútbol asociado que lo distiguió en los últimos años, y sin reservas anímicas para imponer respeto e intensidad en el juego, otro rasgo del cuadro de José Romero en sus presentaciones en el Islas Malvinas. En ese sentido, el encuentro con La Academia dejó varios replanteos para lo que vendrá, fixture al margen (se vienen Vélez, Boca, San Lorenzo y Olimpo en ese orden).

Un primer aspecto se ciñe sobre la carencia de ideas expresadas, entre otras razones, debido la ausencia del conductor o el llamado diez tras la partida de Pérez García, el flojo desempeño de Sebastián Grazzini y las dudas que genera Ortega. Un segundo factor para tomar nota es cómo reencontrar ese estilo de buen trato del balón, criterioso y eficaz, con los apellidos que están en el plantel, mucho más si continúa Fabbiani en el once inicial, con su falta de profesionalismo que relega a quienes se esfuerzan y le han dado resultado a All Boys ,uno de ellos identificado con en el club, Agustín Torassa, otro de aceptables performances en el Apertura, Sebastián Ereros, ambos motivo de preocupación para los rivales al jugar sobre una de las bandas y socios ideales para un Matos que, da la sensación, no entiende ni se siente cómodo ni sobresale con Fabbiani al lado. Por últmo, se vislumbró ua considerable merma física, especialmente en los últimos 20 minutos, que obturó una reacción y tornaron demasiado previsibles los movimientos del equipo, que terminó sin retener la pelota, confundido y con 4 delanteros, un hecho que supone improvisación teniendo en cuenta la falta de respuesta física de los jugadores.

Tal vez, sea exagerado encender las alarmas después de la primera fecha, al cabo se perdió un partido contra un rival de envergadura, calificado, y sin ser superado con  absoluta claridad. Pero el momento demanda humildad y concentración extrema para modificar sustancialmente estos y otros ítems -por ejemplo, cómo reemplazar a Pérez García, mejorar los desempeños de visitante  donde aun no ganó nunca en esa condición-, ser conscientes de que siempre a All Boys todo le cuesta el doble y mucha, pero mucha, responsabilidad.

P.P.

jueves, febrero 10, 2011

FÚTBOL ARGENTINO // Tres de cinco en el mismo show


El comienzo del Clasura, como ocurre en cada previa de los últimos campeonatos, genera expectativas y análisis variados en torno de favoritos, condenados, posibles figuras, escenas del morbo presentadas en clave pintoresca, tendencias futbolísticas, etc.  Es la norma que rige en estos tiempos de dispositivos mediáticos definitivamente instalados en la agenda deportiva: más entretenimiento y menos juego. Razones suficientes, al cabo, para tomarse las cosas con humor y algo de mesura, conscientes de que se trata de una ficción para disfrutar según los contenidos novedosos de cada capítulo donde un insulto para las cámaras cotiza muchisimo, una interna de vestuario asegura horas de transmisión y diversidad de debates, una declaración fuera de libreto convoca a especialistas de distintos rubros. Aunque también importa, claro, detenerse en la situación actual de los clubes, sus rendimientos y proyecciones.

Y si se habla del aspecto futbolístico, de retazos del juego, este torneo parecería anunciar el retorno de los grandes, nuevamente en la vidriera principal, debido a causas que difieren de acuerdo con el caso. No se puede, en tal sentido, soslayar a un potencial candidato como Boca, de gran verano (tres victorias, un empate) y reforzado para disputar con chances de éxito hasta una Copa Libertadores tras la llegada de Erviti, Somoza, Rivero, más los regresos de Calvo y Noir, la reaparición de Riquelme y el arribo de un entrenador que sintoniza con el linaje y la prosapia del club xeneize. Deberá demostrar su condición de principal animador del certamen, pero no hay manera de no imaginar al club de la Ribera por debajo del cuarto puesto al finalizar el Clausura.

Racing y San Lorenzo son otros dos de los denominados grandes que amagan con realizar buenas, o muy buenas, campañas. El cuadro de Avellaneda logró con Russo estabilidad, viene creciendo en el plano institucional con decisiones beneficiosas para socios e hinchas aunque no reconocidas por cierta prensa, y tiene a un diamante de esos que, muy de vez en cuando, asoma en el fútbol argentino. Con Gio Moreno hay un Racing posible y un sueño en marcha: alcanzar la 8ª estrella después de 10 años de gerenciamientos, despojos y ardorosas batallas para evitar el naufragio, es decir un nuevo descenso. Una posible evualación acerca del futuro del equipo de Russo en el torneo y del aporte de su principal figura está ligada, da la sensación, al desempeño de Racing en la segunda jornada, cuando reciba al ordenado y enjundioso Boca, conjunto que cuenta con recursos para anular a Gio. Al margen de su campaña publicitaria para asociar a más hinchas, San Lorenzo también figura en la nómina de quienes, a priori, parten con posibilidades de pelear el torneo y ganarlo, o al menos mejorar considerablemente lo hecho en los últimos torneos, ya que sumó dos jugadores que podrían aportarle equilibrio en el medio y desequilibrio en ataque, como Ortigoza y Salgueiro. Revitalizado, algo lógico, con la llegada de flamantes autoridades y de personajes del pasado, oscuros y genuinos, identificados con el club, San Lorenzo dispone de ciertas fortalezas y ventajas, un entrenador aceptado por los hinchas que conoce a la institución pese a su histrionismo, un promedio que le permite imponerse objetivos más ambiciosos y tres clásicos trascendentes para sus hinchas a disputarse en su estadio: Boca, Racing y Huracán, en ese orden.

Menos auspicioso parecería ser el campeonato para Independiente, en apariencia abocado a la Copa Libertadores aunque atento a engrosar su promedio, un doble desafío para una institución con hinchas demandantes e impacientes, si bien se reforzó con cierto criterio al fichar a De Federico y Nuñez, a los que se añaden los retornos de Busse y Gómez, y las probables confirmaciones de algunos juveniles como el siempre apuntado Patito Rodríguez, Velázquez y Nicolás Martínez. Distinto pero para peor es el caso de River, que apenas consiguió un refuerzo de segundo orden, Bordagaray, padeció la lesión de uno de sus pocos referentes, el arquero Juan Pablo Carrizo, y mostró indicios negativos durante el verano manifiestos en la falta de gol, desacoples defensivos y, acaso lo más importante, una endeblez anímica que no se condice con el mayor reto de su larga y exitosa historia: no irse a la B. De sus reservas espirituales, y fundamentalmente del azar, dependerá que el equipo millonario evite lo que emerge como posibilidad concreta y demasiado previsible, ya sea mediante cualquiera de las dos vías, el descenso directo o la promoción.



Esto último, precisamente, convierte al Clausura en un torneo con rasgos inéditos, basta ver las asimetrías actuales entre las dos instituciones más populares y advertir, a modo de intuición, que ya no es lo mismo, para el resto de los clubes, derrotar a Boca que a River debido a la situación ya mencionada que atraviesa el equipo dirigido por Juan José López. Asimismo, y en sintonía con lo antedicho, el torneo podría reafirmar que el riverboquismo terminó, no por responsabilidad del cuadro xeneize que -como se dijo- tomó nota del momento de su eterno rival, ni producto de la casualidad. Hoy, si se quiere, existiría un vélezestudiantismo líquido, tomando caprichosamente un concepto de Zigmunt Bauman, (más por el cuadro platense, cabe aclarar, institución que basa buena parte de sus políticas en la inmediatez y los resultados ya sin importar los costos). Pincharratas y Fortineros, es presumible, focalizarán en la Copa Libertadores y, de alguna manera, robustecen por carácter transitivo las chances del grupo de tres institucones fuertes lideradas por Boca; en tanto los restantes dos clubes grandes  dirimirán su futuro sin licencia para defecciones, desidias o titubeos. Todos en el mismo torneo, con sus vaivenes y con las cámaras y micrófonos pendientes del más mínimo movimiento, requisito primero de un show con sorpresas, muchas veces risueñamente patético. 

P.P.

sábado, febrero 05, 2011

ESTUDIANTES // Detrás del triunfo


La gran noticia de la última semana nos conduce al respetado y siempre edificante -para muchos- Estudiantes de La Plata, club donde nuevamente un protagonista destacado de esa entidad se va entre sombras, silencios que hablan, especulaciones de toda índole. Distinto a lo de Diego Simeone y semejante a la salida de José Luis Calderón, la renuncia de Alejandro Sabella reviste curiosidades dada la identificación del ahora ex entrenador y jugador con el club pincharrata, los importantes logros conseguidos durante su gestión de 2 años y la presencia permanente de Juan Sebastián Verón en torno de cualquier hecho que aluda a Estudiantes. Y es que, tras el retorno del ex Manchester United, parece imposible disociar a la institución platense de los movimientos dentro y fuera de la cancha de su ídolo, señalado por el propio Sabella "como la persona más importante en la historia del club", luego de conseguir la Libertadores en 2009.

Tal vez, esa declaración que un sector de la prensa encolumnada con Verón celebró y ejemplificó respecto de las calidades humanas y deportivas de JSV, arrojaba una lectura subyacente, una marca del inconsciente, teniendo en cuenta los acontecimientos posteriores en los cuales Verón asumió un liderazgo desmesurado al punto de opacar al entrenador, desdibujado en varias ocasiones por las fulgurantes apariciones mediáticas del capitán pincharrata y confinado por el propio plantel a un lugar secundario. Porque el referente primero, el conductor, es Verón. Y aquí no ocurre lo de Boca donde dos consagrados con adhesiones parejas conformaron grupos en derredor de sus luchas y sus deseos, ni se vislumbra una dirigencia que discuta su influjo. Recordemos: los que se opusieron a ciertos manejos y opiniones de Verón, como Julio Alegre, ya no están, de modo que  Estudiantes cedió el destino de su proyecto futbolístico a una persona, con sus aciertos y sus vicios, lo cual exige a los periodistas repensar el concepto de "club modelo", "la gran familia pincharrata" "el largo plazo" y frases de ese tipo.

Sabella, por todo lo antedicho, parece haber tomado la decisión correcta aunque, eso sí, en el momento menos oportuno, ya que, por un lado, asume una conducta en cierto modo irresponsable dada la proximidad del comienzo del torneo, y por otro le ofrece a la dirigencia pincharrata argumentos para contrarrestar lo que en Estudiantes se discute en voz baja: ¿es viable un club que sustenta toda su grandeza y toda su historia en un líder? ¿Hay una construcción en curso para cuando ese lider se vaya? ¿´Detrás del personalismo de Verón, existen resortes institucionales capaces de sostener a Estudiantes en la cima? Posiblemente los haya, al cabo se trata de una institución que nació hace 106 años y Verón hijo no existía, si bien los interrogantes encuentran asidero en algunas señales que se exhiben en el fútbol, por caso el despropocionado rol que asume un referente, la disputa entre representantes afines o no a él (Hidalgo y Pires) y, más importante aún, el futuro de un club que hace culto al personalismo, con la fortaleza que supone, pero también con el riesgo de continuos destratos con protagonistas que quieren a Estudiantes, como Sabella o Calderón.

El conflicto que deparó la salida del entrenador, por tanto, es un buen ejemplo de que debajo de los triunfos no siempre relucen las mejores intenciones ni conviven, en armonía, sujetos con los mismos intereses, los mismos principios y las mismas inquietudes. Es, también, un testimonio interesante, con final abierto, sobre los infinitos pliegues en la disputa por el poder que signan la situación actual de las instituciones futboleras argentinas del nuevo siglo.

P.P.

miércoles, febrero 02, 2011

FÚTBOL ARGENTINO // Ídolos de plástico


Después de agobiantes rumores y negociaciones, finalmente Walter Erviti cumplirá con un sueño que el público desconocía cuando jugaba en Banfield o San Lorenzo: vestir la camiseta de Boca, "el mejor club del mundo", como sostuvo uno de los futbolístas de mejor rendimiento en los últimos años en Argentina, insistente hasta el paroxismo para concretar ese deseo oculto, postergado, en cierto modo lógico dado que, pese a los avatares y las crisis, llegar a Boca -o a River, aunque hoy en menor medida- figura entre los proyectos futuros y las ilusiones íntimas de la mayoría de los jugadores, según marca la historia. No parece novedoso, por tanto, que Erviti diga lo que dijo, ni que exhiba sin rubores su alegría al desembarcar en el equipo xeneize, teniendo en cuenta que se trata de un caso como tantos otros, el de alcanzar una meta, con perseverancia y el genuino derecho que le asiste a los fubolistas de querer progresar.

Sí sorprenden modos y gestos que hablan de una época. Hace tres veranos, por ejemplo, y si bien lo sugirió en alguna entrevista, Crisitian Fabbiani también mostró sin decoro su legítima intención de jugar en River, con actitudes lindantes con el capricho y la puesta en marcha de un discurso florido vinculado con su pasado de hincha, la grandeza del cuadro millonario, sus propios anhelos en torno de una oportunidad "única" y esperada, incluso en este espacio se destacó su arrojo, especialmente porque Fabbiani procuraba arribar al River del descontrol y la inestabilidad, lejos, lejísimo, de los años de gloria. Los rendimientos y la falta de compromiso revelaron, progresivamente, que aquello no era más que un deseo vinculado con otro tipo de apuesta: el de posicionarse en la vidriera de un club popular para fines que excedían lo deportivo. Apagada la euforia, guardadas las caretas alusivas al apodo del incipiente ídolo, hoy Fabbiani juega en All Boys, donde alterna en el equipo titular y ya no declara sobre su condición de hincha de River ni se muestra apenado por su sombrío presente futbolístico.

Con marcadas diferencias en cuanto al profesionalismo de uno y otro, Erviti también montó un espectáculo con tonos de melodrama, personalísimo, cuya postura firme de jugar en Boca generó comprensible entusiasmo en los hinchas xeneizes aunque, eso sí, olvidó el sentimiento de los hinchas de dos clubes locales donde fue reconocido, aclamado y bien tratado. Por mérito propio, desde luego, pero además por la existencia de un público, ni más ni menos que aquel que sostiene la pasión generada por este deporte y, más importante aun, la carrera de Erviti. ´Da la sensación, entonces, que los casos de Fabbiani y Erviti comparten ciertos rasgos comunes al poner por delante los propios intereses, declarar para la tribuna, centrarse en uno mismo sin tomar nota, o sacando provecho lo cual es peor, de que el fútbol en Argentina es pertenencia. De modo que no hay contrato afectivo posible si una de las partes asume conductas individualistas.

Afortunadamente, los hinchas no siempre comen vidrio, si bien les cabe la responsabilidad de darle a aire a ídolos de plástico, con fecha de vencimiento. Erviti será idolotrado en Boca por lo que produzca en la cancha, por su compromiso y, consecuentemente, por el lazo recíproco que se genere con el público. Aunque, si rinde como se espera y si -como dice Freud- el hombre es lo que repite, no habrá que sorprenderse cuando llegue la oferta de la institución europea X. Para esta clase de jugadores, "el mejor club del mundo".

P.P.