jueves, abril 28, 2011

ASCENSO // Abrir la cárcel


El penal de Villa Devoto, una de las cárceles más nombradas de la Argentina, alberga historias de dolor y de esperanza en las entrañas de ese mundo invisible para los otros -los que están afuera-, donde conviven asesinos, transas, perversos, perejiles, inocentes y las secuelas profundas de la exclusión social. El encierro opera como justo castigo en muchos casos, pero también como campo de posibilidades para quienes intentan rehacer sus vidas golpeadas y maltrechas, entre horarios establecidos, rígidos, y días interminables que parecen idénticos durante la semana.

Enfrente nomás, siempre en un paisaje en el cual se confunden el gris del cemento con manchas verdes del césped y tenues rayos de sol anaranjado que golpean los frágiles tablones de madera, se encuentra la cancha de General Lamadrid, el club próximo a coronarse campeón de la Primera C cuya trayectoria remite a la humildad y a sus temidos revestimientos, capaces de aventar la llegada de cotizados futbolistas para la categoría y suscitar algunos prejuicios sobre su lugar de origen evidenciado en el mote. "Carceleros" es el más conocido (el otro es "Lama"), robustecido por el canto de los gritos de los presos que se acercaban a los ventanales de los pabellones para ver sus partidos, lo cual convierte a este club nacido en 1950 en una entidad incofundible, ya que el fútbol argentino no registra un caso similar a raíz de una curiosa situación: el estadio, espacio de la libertad y de las pasiones desatadas, y la cárcel, territorio de la reclusión y de la soledad arrumbada, establecen implícitamente un vínculo que tiende un puente entre el afuera y el adentro, marcado por la suspensión transitoria del tiempo y los diálogos imaginarios y hostiles que, en los días de partido, tienen como epicentro al fútbol.



Imbuido de su particular trayectoria, Lamadrid está a un paso de conseguir su tercer logro significativo en 60 años. Los otros, recordemos, fueron en 1995 (subió a la C)  y 1998 (ganó el reducido para llegar a Primera B), comandados por dos leyendas del ascenso: Juan Manuel Guerra y Jorge Franzoni. Este último, precisamente, es el actual entrenador de un equipo de austero presupuesto que edificó una campaña meritoria asentado en la regularidad de resultados, la grandeza de espíritu inculcada por su técnico y la inteligencia para sacar provecho de las diminutas dimensiones de su cancha, una de las más chicas de la categoría (perdió apenas 1 partido). De consumarse el título, el cuadro de Villa Devoto habrá demostrado la relativa influencia de contratar los refuerzos más costosos y, ligado con lo anterior, la paridad que impera en la divisional, teniendo en cuenta que Talleres de Escalada, Laferrere y Excursionistas parecían estar un escalón por encima de equipos como Lamadrid.

Será ante el club del Bajo Belgrano, posiblemente, el encuentro que decante la coronación de Lamadrid. Un encuentro con historia si se considera la máxima goleada sufrida por el Carcelero (9-0 con Excursionistas),y programadoa puertas cerradas, acorde con los castigos habituales que recaen sobre los clubes del ascenso. Nada opacas, de todos modos, las claves y los alcances de la inminente consagración. Allí está el orgullo embarrado del plantel que modeló Franzoni en el cual se destacan -entre otros- Matías Giménez, Abel Flegenal, Gastón Lezcano, Maximiliano Ledesma, Martín Zurlo, Nicolás Pizarro y Héctor Santillán. Y allí está el premio a la voluntad de querer despojarse de las ataduras, el ensimismamiento y la dependencia con un presente abarrotado. Justamente.

P.P.

lunes, abril 25, 2011

ALL BOYS // Cuestión de fe



El cine latinoamericano guarda tesoros escondidos, verdaderas obras de arte que no siempre tienen la difusión que merecen. La película boliviana Cuestión de Fe es una de ellas a partir de sus imágenes conmovedoras y los trazos una historia aparentemente sencilla aunque cargada de sentidos y posibles lucubraciones relativas a la religión, la política, el destino y las caprichosas implicancias del azar. Repasando el film: a tres personajes le encargan la construcción de una virgen para trasladarla a un paraje perdido de la ciudad de La Paz. En el viaje se ponen de manifiesto diversos sentimientos sobre el objeto -la virgen- y el mandato que pesa sobre ella en función del deseo de los protagonistas -la llegada-, sazonada con escenas donde la naturaleza adquiere un papel predominante. No vamos a decir, como le gusta a ciertos analistas, "no se la pierdan". Alcanza con evocarla y reivindicar a un tipo de cine austero, emotivo y -sobre todo- bien hecho.

La referencia a esta película acaso podría tener correlato, con todas las salvedades del caso, en el tránsito de All Boys por la máxima categoría. Un viaje en el cual también aparecen obstáculos, objetivos y complejos desafíos. Vaya si no le era enfrentar a Independiente teniendo en cuenta un cúmulo de razones que tornaban al partido perdible dada la trayectoria del rival, el escenario de la contienda, el plantel de unos y otros, y la necesidad del cuadro de Avellaneda de reponerse a una dura derrota en su clásico zonal. Ni hablemos si se considera lo que fue el trámite del encuentro, adverso en el resultado y en el juego durante la primera etapa, si bien All Boys aportó bastante con su actitud cautelosa y la comprensible inexperiencia de retornar a ese estadio tras 31 años, además de una breve racha favorable de Independiente en condición de local con 1 empate y 2 triunfos (ambos por goleada). Haberlo empatado y hasta ganado en los minutos finales de no mediar una oportuna intervención de un defensor del Rojo constituye un mérito y un nuevo ejemplo de los misterios de este juego. También un logro derivado de la creencia y de la fe.




Asimismo, el encuentro dejó otras impresiones. Por un lado, los conocidos desacoples defensivos producto de la posición retrasada en el campo, un plan que no suele ejecutar con éxito el cuadro de José Romero y un plan que, en proporción, deviene ineficaz para obtener resultados, primera necesidad de All Boys en este momento. Por otro, y asociado con lo anterior, juntar a jugadores de buena técnica dota a este equipo de varias alternativas para doblegar al rival y lo reconcilia, al mismo tiempo, con el estilo que lo llevó a la Primera División. Recuperados futbolísticamente Emanuel Gigliotti y Ariel Zárate, la companía de Agustín Torassa y Sebastián Ereros le dan a All Boys otra consistencia, como ocurrió ante Independiente, sin dejar de consignar  el aporte de Ariel Ortega, en mejor estado físico y, ojalá, consciente de que parte de atrás que sus compañeros. Difícilmente todos ellos sean de la partida más allá del reiterado reclamo por Torassa, desequilibrante una vez más, pero se revela una opción idónea y redituable cuando se lee bien el partido y los cambios -todo un tema de debate en los últimos años del cual este sitio no es ajeno- se producen a tiempo.

Sobre las modificaciones implementadas también conviene decir algo. Expulsado Romero por la aplicación del reglamento, su ayudante, Aníbal Biggeri, estuvo activo desde el banco de suplentes y, seguramente, intercambió ideas con el técnico. Nada nuevo, cabe aclarar, ni tampoco determinante ya que los entrenadores no juegan. Sí puntualizar que Biggeri, alguna vez cuestionado, forma parte del conjunto y de este período inolvidable, lo cual -da la sensación- lo pone en carrera para la sucesión de Romero, inexorable más allá de cualquier resultado.Por lo pronto se trata de conjeturas ligadas, eso sí, con el espíritu de un ciclo al que no se le puede reprochar nada excepto la persistencia y la responsabilidad de honrar la camiseta. Ya se dijo, lo importante es cómo encarar la itinerancia, sobreponerse a los escollos independientemente de su influencia. Y así sucede con la mencionada película boliviana donde existe una meta y una promesa que nadie sabe si podrá alcanzarse o cumplirse. Lo que cuenta es el intento. Ingenuo, desordenado, lleno de obstinaciones, adherido al cuerpo de la historia de All Boys.

P.P

viernes, abril 22, 2011

FÚTBOL ARGENTINO // Periodismo violento



El miércoles hubo dos episodios violentos en el fútbol argentino que generaron, como es lógico, la condena mayoritaria del medio y, como añadido, nuevos análisis periodísticos tendientes a seguir hurgando en las causas profundas de este "flagelo" del que somos responsables todos y deviene natural, dicen, porque "no aprendemos más" o porque "en un país en serio los hinchas no se trepan al alambrado ni arrojan objetos contundentes, menos que menos aprueban las canciones tribuneras de grupos de choque financiados por  dirigentes". Claro, cabe reparar en que el nosotros inclusivo que utiliza ese sector de la prensa lleva la marca del engaño dado que es clara, muy clara, la operación pergeñada. Esto es: nosotros (los periodistas) que somos parte del espectáculo del fútbol con ustedes (los hinchas), condenamos una violencia Otra, una violencia que ustedes apañan y celebran, una violencia plausible de dramatizar ante los demás con modos severos, rotundos, aleccionadores.

Así, las variables nodales del "flagelo" son casi siempre las mismas: barras de estrecha relación con el poder político,  falta de educación, intolerancia ante la derrota, inoperancia de los organismos de seguridad. En síntesis: lo que ya sabemos. Pero continúa en el fútbol la omisión -no solo en la prensa hegemónica- sobre el actor más importante de la actualidad, su prensa deportiva influyente, como cómplice, promotora y ahora protagonista de sucesos de violencia.  El colmo de situarse fuera de escena en sus trazos autocríticos ocurrió el pasado miércoles, cuando en Vélez-San Lorenzo (que había sido suspendido por la muerte de Ramón Aramayo) los involucrados fueron periodistas que siguen la campaña de ambos equipos, enredados en una pelea insólita teniendo en cuenta que se trató de un encuentro a puertas cerradas. Y en Argentinos-Fluminense sucedió algo similar: los jugadores locales desataron una batalla campal y no los hinchas, "esos que no tienen níngún derecho a insultar", como le gusta decir a un reconocido usuario de las nuevas redes sociales. En los hechos, empíricamente, queda demostrado que la violencia abarca a un conjunto de estamentos aunque existe uno de ellos, renuente a interpelarse a sí mismo, cada vez más expuesto en su doble discurso y -más importante aún- en su doble moral.

La pelea entre periodistas de Vélez y San Lorenzo, en ese marco, no puede reducirse a un cruce entre medios partidarios, circunstancial e incontaminado. Por el contrario, deja otras lecturas. Una de ellas es que la prensa forma parte del problema dado que no es inocente ni neutral. Muchísimo menos un segmento por fuera de un entramado de relaciones sociales capaz de sentenciar con ínfulas de actor legitimado. El hecho lo revela con elocuencia: no había hinchas. Asimismo, subyace lo ya señalado en otros artículos relativo a las coberturas insidiosas, los enfoques parciales, el despliegue de una incesante maquinaria de discursos que estimulan los odios para luego escandalizarse y exigir mano dura. Ahí lo tenemos al jefe de redacción del diario Olé, Leonardo Farinella, ofuscado a raíz del escándalo en Paternal ("por qué no puede festejar en Argentina un rival que gana") y ensayando una tibia autocrítica sobre lo acontecido en Vélez-San Lorenzo al decir "da vergüenza" para luego machacar con que eran colegas partidarios. Porque cuando conviene, el periodismo de periodistas está a la orden del día. "Son hinchas, dicen". Curiosamente, sin embargo, Olé desde hace tiempo implementó una sección llamada "De Frente", en la cual periodistas reconocen abiertamente la identificación con un club y opinan con virulencia, es decir, una forma del abonimable periodismo partidario. Pero además, ¿qué aporte contra la violencia hace Farinella como responsable de un medio dirigido a potenciales barrabravas en función de su lenguaje que -salvo escasas excepciones- combina ironía ramplona con.sensacionalismo hueco y homofobia para principiantes?.

De cualquiera manera, Olé es apenas una muestra. Lo grave es que la mayoría de los medios no incluya entre las causas de la violencia a una forma de hacer periodismo que no ha contribuido en nada a atenuarla, al contrario, ha agravado las cosas y ya no se conforma con estimular los rencores: ahora alienta conflictos entre tribunas vacías y un público que los observa por televisión. Aunque no siempre puede observarlos, vale decir. Ese mismo miércoles el público argentino estuvo pendiente de la definición de la Copa del Rey disputada entre el Barcelona y el Real Madrid,  algo comprensible teniendo en cuenta la historia de ese clásico, la definición a cara o cruz y la participación de jugadores argentinos. La mayoría de los hinchas, sin embargo, no lo pudo ver dado que la empresa DirecTV tenía la exclusividad de las imágenes, lo cual contradice en nuestro país el carácter democratizador e inclusivo que trajo Fútbol para Todos y su extensión, Deportes para Todos,    
reconocido -implícitamente- por el máximo tribunal de la Unión Europea que dictó jurisprudencia al prohibir determinadas exclusividades sobre contenidos de interés general.

Eso también es otro tipo de violencia, menos nociva es cierto, pero que no dejar de tener importancia más allá de las pocas veces que se levantaron para polemizar o discutir sobre el derecho de los ciudadanos de ver un espectáculo popular. De haberlo hecho, no habría barrabravas para denunciar o hinchas para adoctrinar respecto de sus perniciosas conductas. Y pocos, muy pocos, se animan al desafío de mirar para adentro y poner en el centro del debate a quien en el deporte parece intocable y libre de pecados, vaya uno a saber por qué bendición divina.

P.P.

lunes, abril 18, 2011

ALL BOYS // Un tal Pepe


José Romero, la figura futbolística más importante de All Boys desde su fundación, cumplió la semana pasada 4 años al frente del equipo blanco y negro. Toda una rareza para un ambiente propenso a cambiar entrenadores con fruición y discontinuar proyectos que recién amanecen, a veces mal concebidos desde su gestación, la gran mayoría abortados debido a malos resultados circunstanciales. La plaqueta entregada por el presidente Roberto Bugallo a Romero en la antesala del encuentro con Huracán es, por tanto, una nota destacable dado que si bien es cierto que la perdurabilidad de Pepe en el cargo aluden a los buenos resultados obtenidos (dos ascensos), influye y mucho la paciencia de la comisión directiva ante rachas adversas, moneda corriente en un club de las características de All Boys. Recordemos, sin ir más lejos, las 5 derrotas consecutivas en la temporada 2009/2010, momento con olor a ciclo cumplido y agotado teniendo en cuenta la ubicación del equipo en puestos de promoción para no descender. Los dirigentes, con buen tino y valentía, advirtieron la carencia de un plan alternativo mejor y sostuvieron al entrenador que aportó a conseguir un logro trascendente: salir de ese escarnio deportivo llamado B Metropolitana.

Retornando al pasado, del cual nadie puede evadirse pese a los discursos de falsa concordia que solemos escuchar, en 2006 All Boys era un club sumido en serios problemas económicos expresados en la impotencia de no abandonar una categoría que le enrostraba limitaciones, errores propios continuos  y pesadillas de las más diversas. Tras el descenso en 2001, estuvo cerca de subir dos años después (perdió la promoción con El Porvenir) conforme la divisional sumaba clubes de envergadura, se agudizaban conflictos internos y el rival de siempre, Nueva Chicago, atravesaba una etapa de éxitos con impacto mediático en la Primera División. En ese marco el arribo de Romero, acompañado de otras buenas decisiones del presidente Roberto Bugallo, resultó determinante para modificar el rumbo, habída cuenta de que volvía a la institución un hombre querido y conocedor de los anhelos de los hinchas (él mismo sufría aquel desvariado presente desde la platea baja de la calle Mercedes), munido de una premisa noble y sensata : trabajar con humildad en base a objetivos ambiciosos. Humildad que distingue hasta hoy a Romero, un tipo modesto y trabajador, sensible frente a cuestionamientos de una hinchada severa y fiel que hoy le rinde elogios y ya no podrá caerle encima en caso de retornar al ascenso. Razones, dos: por un lado, ya se dijo aunque conviene reiterar que los éxitos y fracasos surgen de un colectivo y no de un iluminado que trae un manual de verdades, por otro, observar a All Boys en Primera División con uno de sus referentes historicos produce alegría, mucha alegría. Como si se tratara de un sueño largo e inesperado, placentero, no exento de interrupciones que, acaso, sugieran su final. Porque los sueños placenteros, como las pesadillas, algun día terminan.



Además del reconocimiento a su entrenador, el partido con Huracán tuvo otras emociones e incidencias que lo tornaron especial. Con decisión y buenos pasajes de fútbol, All Boys produjo su mejor rendimiento de 2011 no solo por haber convertido idéntica cantidad de goles a los que tenía en un solo partido (3) sino por la cantidad de aproximaciones de riesgo al arco rival, la recuperación futbolística de Ariel Zárate -un líder con miserias y aspectos positivos-, el auspicioso debut del juvenil Víctor David López y los esperados goles de su millonario fichaje de la temporada. Sobre Fabbiani, justamente, recayeron grandes elogios, justos debido a su tarea originada en su mejor estado físico (el periodista Sebastián Varela Del Río informó con precisión acerca del trabajo que venía realizando con el Doctor Ravenna) y desmedidas cuando se analiza su desempeño en función de un (!) partido. Ni hablemos de quienes subrayan la condición de jugador "distinto", aunque la expresión cuadra si remite a las licencias que suele/solía tomarse con goce de sueldo, indudablemente un privilegio de pocos.

No obstante, ojalá sea el comienzo de una nueva etapa de Fabbiani en All Boys, indepedientemente de si completa o no los '90 minutos. Agustín Torassa, como se vio ante Huracán, logró ensamblar con Zárate y Gigliotti, dos conocidos para Agustín, lo cual constituye una saludable alternativa o primera opción, depende de la elección de Romero. Lo cierto, de cualquier manera, es que se observa una mejoría materializada en buenos resultados, el factor prioritario de esta actualidad que, de acuerdo con el difícil desafío por delante, no admite defecciones ni licencias. Tampoco improvisaciones o apelar a soluciones mágicas de no proseguir la racha favorable. Su técnico emblema, que pregona con el ejemplo, obliga a caer en un lugar común, conformista seguramente pero que se ajusta a este ciclo de sueños y realidades inconclusas. El camino es más importante que la llegada. Transitarlo con Romero supone la reivindicación de una historia, no precisamente nutrida del brillo de la fama.

P.P.

viernes, abril 15, 2011

FERRO // La próxima estación es nunca

Lejos de tratarse de un filme de Fernando Solanas, el título del artículo remite a un club del cual muchos nos solazamos sobre sus tenaces esfuerzos para subistir y reencontrar los cimientos primordiales de su pasado pródigo. Ubicado en el centro de la Capital Federal, la actualidad parece desmentir sus marcos históricos con solo asomarse a las paredes despintadas y sus calles aledañas plagadas escombros y sombras, fundamentalmente detrás de la vieja tribuna visitante que da a la calle Martín de Gainza, o permanecer apenas un rato sobre Avellaneda, cerca de la cancha auxiliar, y recordar que en ese espacio delimitado por cortadas, negocios y tráfico incesante de automóviles  hubo una entidad que durante los años '80 albergó 90.000 socios, con surtidas disciplinas para la práctica del deporte y logros trascendentes en fútbol y básquet profesional -los rubros más populares- de la mano de León Najnudel y Carlos Griguol, próceres de la entidad.

El Ferro de hace dos décadas, por tanto, fue consecuencia de una política comunitaria, integral y llena de iniciativas vitales que propendía al desarrollo y expansión de su patrimonio, consagrada en todo su esplendor al acreditar éxitos deportivos de magnitud, sin precedentes para un club de los denominados chicos situados en la Capital Federal. Y, como se dijo, el fútbol ocupó un papel preponderante, lo cual genera contradicciones de acuerdo con esta etapa pedregosa y mediocre expuesta en tablones quebrados, tribunas vacías, escasa masa societaria y permanencia en la segunda categoría de los torneos de AFA. Contraste originado en el vaciamiento institucional urdido por dirigentes y representantes (uno de ellos personaje notorio), cuyos efectos pesan cada día un poco más, dado que hoy es un una síndico empecinada en no escuchar las demandas de los socios (Ferro está en proceso de quiebra), mañana son un puñado de transferencias necesarias para seguir compitiendo y pasado el conformismo de no intentar el ascenso habida cuenta de un estadio que debería demolerse casi en su totalidad debido a razones reglamentarias.

Pese a esto, el fútbol de Ferro alienta alguna leve esperanza. Por un lado, y tras dos descensos consecutivos (2000 y 2001), logró afianzarse en la B Nacional, categoría exigente teniendo en cuenta la participación de equipos del interior poderosos y de mayor presupuesto; por otro, su plantel actual reúne algunos muy buenos futbolistas (el arquero Champagne, el defensor Ferreyra, los volantes Lértora y García, el delantero Pereyra Díaz) que aportaron a este presente de 4 triunfos de 5 jugando en Caballito, ante rivales ideados para subir de categoría, por supuesto del interior (Gimnasia de Jujuy, San Martín de Tucumán, San Martín de San Juan y Atlético Rafaela), y constituyen la columna vertebral de un equipo que quiere seguir escalando.

Será justo si ocurre ya que de los clubes vecinos, nada menos que Ferro quedó estancado en sus desgracias. Un club tradicional de Buenos Aires, sometido a numerosos proyectos de legisladores del oficialismo porteño empecinados con quitarle terrenos y levantar cuantiosos negocios inmobiliarios que, de concretarse, repercutirán en la calma y el humor de los vecinos de Caballito. Nunca está de más anoticiarse, pesares y deterioros al margen, de las inquietudes y demandas del barrio que aún absorbe esta institución del ferrocarril porteño, entrañable y castigada, no más propensa al desembarco de mecenas salvadores ni -da la sensación- susceptible de metabolizar ideas fabulosas de ilustrados cineastas, inaplicables para lo que la época requiere.
  

miércoles, abril 13, 2011

ASCENSO // Auriazules


El ascenso argentino siempre exhibe curiosidades, año tras año, que alimentan su frondoso caudal de historias con sello propio, vitales, generalmente ocultas. La temporada 2009/2010, en tal sentido, deparó dos ascensos importantes y merecidos, Olimpo de Bahía Blanca y Almirante Brown, clubes con largo recorrido en el fútbol profesional, de coincidentes colores: el negro y el amarillo como símbolos distintivos. Siguiendo con las tonalidades, también el actual ejercicio augura dos coronaciones semejantes dada la trascendencia de los clubes y los diseños de las camisetas que los hermanan: Atlanta y Dock Sud, auriazules que produjeron campañas resonantes en la B Metropolitana y Primera D -respectivamente- y, de ese modo, parecerían dejar atrás un período deportivo ominoso al obtener el título, si bien el éxito se funde con  fragmentos de un pasado que dispara lecturas no solo estrechamente vinculadas con el plano deportivo y sus conspicuos derroteros, sino también con otros campos que designan barrios y trayectorias de rasgos peculiares, emparentados con la cultura y la política.



Siglo Bohemio

Atlanta es uno de esos clubes tradicionales de la Capital Federal, bohemio debido a su itinerancia por distintas zonas porteñas hasta afincarse en Villa Crespo, que creció sostenidamente en las décadas del '50, '60 y '70 al expandir sus actividades sociales abiertas a la comunidad (con disciplinas deportivas, pero también mediante bailes populares que congregaban a vecinos de distintas edades), acompañadas de grandes equipos en el fútbol, ideados y ejectuados por nombres que perduran hasta hoy en la memoria de los hinchas. Repasando: León Kolwosky (dirigente, el más influyente de la historia y nombre con el que se bautizó el estadio en el año 2000); Osvaldo Zubeldía, Victorio Luis Spinetto, José María Casullo, Néstor Pipo Rossi (entrenadores); Luis Artime, Hugo Gatti, Néstor Errea, Carlos y Mario Griguol, Alberto González "Gonzalito", Juan Gómez Voglino (jugadores). En este tramo, no casualmente se registran los logros más meritorios de su biografía como la obtención de la Copa Suecia en 1960 -título no reconocido oficialmente aunque valioso si se considera que el cuadro Bohemio fue el primer equipo no grande en ganar un torneo con los clubes más importantes desde la creación de la AFA en 1934- y el 3º puesto en el Nacional 1973, la mejor ubicación en el profesionalismo.

Lo que vino después no puede explicarse sin consignar los avatares políticos y económicos de la época. Pese a alegrías deportivas circunstanciales en los años '80 (ascenso a Primera, aquella formación comandada por la célebre dupla Oscar López-Oscar Cavallero) y '90 (subió 2 veces al Nacional b) con jugadores que dejaron un gran recuerdo como Fabián Castro, Luis Bonnet, Víctor Paredes; este período marcó la crisis más grave de la entidad en el contexto de un país destinado al abismo tras las presidencias de Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Fernando De La Rúa, el último mandatario ya iniciada la década del 2000. Dos ejemplos elocuentes -en rigor hay muchos más-, ilustraban este momento de deterioro y pesadumbre: la venta de la histórica sede social, en 1994, y la clausura del Estadio Kolbovsky en 2005. Claro que existieron y existen nobles e indispensables resistencias, tanto en el fútbol como en otros ámbitos. Así, los socios de Atlanta comenzaron un periplo con movilizaciones y reclamos para recuperar la institución, cuyas recompensas llegaron en un tiempo perentorio al disponer nuevamente de su sede social, en 2006, tras insistir con numeros proyectos elevados a la Legislatura porteña, e inaugurar su remodelado estadio tres años después, habida cuenta de una Comisión Directiva responsable, de sangre puramente bohemia, que abrió canales de participación para que los hinchas apuntalaran a un club afectado por distintos tipos de crisis, auténtico blasón de familia para generaciones de simpatizantes.

Ese trabajo colectivo, paciente, nacido del profundo amor por los colores, se expresa actualmente en una institución renovada, distinta de la de otra época pero parecida en los actores que la protagonizan, sembrada de proyectos de grandeza con la asunción de Alejandro Kortz -actual presidente-, quien aportó a la conformación de este equipo ganador y vistoso dirigido por Javier Alonso y robustecido por jugadores de interesantes cualidades como los hermanos Andrés y Abel Soriano, Emiliano Ferragut, Leandro Guzmán y el experimentado Rodrigo Llinás. Auspiciosos presentes que ya se perfilaban desde años atrás, en ocasión del Centenario (2004), con el documental Siglo Bohemio, elaborado por Aníbal Garisto, Mónica Nizzardo (fundadora de la ONG Salvemos al Fútbol) y Javier Orradrer, en el cual se repasan las etapas de esplendor y decadencia de la institución, aparecen algunos nombres ilustres del barrio de Villa Crespo (Osvaldo Pugliese, Leopoldo Marechal, Juan Gelman) y se recogen las opiniones de dirigentes, socios e hinchas que lamentan el club que fue pero sientan las bases, con sus ideas y sus persistentes actividades realizadas, del que podría ser. El inminente ascenso que conmueve al barrio es, quizás, la piedra fundante de una nueva y dichosa etapa del alma bohemia que no solo refiere a los hinchas de Atlanta.




Islas e ideas del Sur

Situada en el partido de Avellenada, la Isla Maciel es un territorio atravesado por los conflictos, los enigmáticos afluentes sociales y culturales, y los modos del habla cotidiana que generaron el equívoco de confundirla efectivamente con una Isla. Allí se encuentra ubicado el Club Sportivo Dock Sud, nacido en 1916 y de consecuente militancia en las categorías del fútbol de ascenso (nunca subió a Primera ni disputó el Nacional B reestructurado en 1986). Su legajo es minúsculo según los títulos, pero el cuadro aurizul se erigió en una entidad reconocida del ascenso por su capacidad de convocatoria y los enfrentamientos ardorosos con su rival San Telmo, cuyo último partido data de 1999, el año en que comenzó un pronunciado declive del Doque tras su descenso a la Primera C. Entre otras cosas, porque el club apodado "Los Inundados" sufrió las consecuencias de los '90, sin que esta sea la única causa de su retroceso en el plano futbolístico dado que cuenta, por un lado, su historia huérfana de gloria y, por otro, las propias responsabilidades de quienes administraron el club.

De cualquier manera, y luego de permanecer 7 años en la actual tercera categoría del fútbol argentino (subió en 1992), bajó a la C donde alternó buenas y malas campañas, al tiempo que el club se sumergía en los pantanos de una época de desencantos, crudos espejismos e insconsiente resignación. También aquí hubo material audiovisual -en otro registro- que hizo alusiones al club, por ejemplo la serie televisiva Okupas, dirigida por Bruno Stagnaro y producida por Ideas del Sur, de Marcelo Tinelli, que daba cuenta con tono trágico de la vida desdichada y hostil en esa zona del Gran Buenos Aires, inaugurando -asimismo- una nueva forma de hacer ficción que, sumado al éxito de Pizza, Birra, Faso de Israel Caetano y el citado Stagnaro, recibieron excelentes tratos de la crítica, al punto de ponderar la emergencia de un revolucionario movimiento cinematrográfico asentado en eficaces recursos narrativos llamado, generícamente, "nuevo realismo". La serie mostró, con acierto y de forma arriesgada, el clima de aquel entonces y una de las claves fue exhibir al Doque como ámbito del deterioro y del atraso, de los sueños frustrados y de la violencia extrema expandida a la calle y a las esquinas. En más de un capítulo, sin ir más lejos, uno de los personajes centrales, Diego Alonso ("El Pollo"), se desenvolvía o "ranchaba" en ruinosos monoblocks, poblados de "transas" y "mascapitos", vestido con una camiseta de fútbol, la de Sportivo Dock Sud.



Pero el envío, con los lenguajes recabados de la periferia y su busqueda de "reflejar" una realidad para muchos desconocida o invisibilizada por la televisión, no dejaba espacio para la esperanza ni una posible redención. Algo legítimo cuando los directos enfatizan los enfoques de mostrar "lo que se ve" sin adoctrinamientos ni falsas moralinas. Sin embargo, el relato podría haber reparado en las historias de quienes se mantuvieron al margen, esas pequeñas luchas contra las estigmatizaciones y los prejuicios, ámbitos donde subsistían ansias de progreso y ascenso social. Un club de fútbol, en ese sentido y si no desaparece o quiebra definitivamente, cobija voluntades solidarias, gente que intenta reponerse desde sus pertenencias y sus afectos. Sportivo Dock Sud no fue la excepción ni tras su caída deportiva en 1999 ni después quedar prácticamente afuera del mapa futbolero en 2008 cuando descendió a la D.

Sobre los resortes y escombros de su trayectoria, por tanto, en 2009 inauguró una nueva tribuna en el marco de un estadio (Los inmigrantes) hoy abierto a casi 8.000 personas, y este sábado 16 de abril puede retornar a la C luego de una campaña brillante con varios responsables: su presidente Abel Frutos, el entrenador Hernán San Martín y los jugadores Cristian Bruno, Lucas Escobedo, Alcides Miranda Moreira y Matías Polack, entre otros. Un regreso con ribetes de merecido premio, teniendo en cuenta su tenacidad y perseverancia para construir un logro importante desde los cimientos de un territorio habitualmente considerado inasible y adverso.

Dos casos, entonces. Dos clubes que demuestran, desde sus procedencias y acciones comunitarias, la hechura y los mundos imperceptibles del fútbol de ascenso. Mundos donde anidan, generalmente, las caras auténticas de la vida.

P.P.

lunes, abril 11, 2011

ALL BOYS // Volver con Victoria


Pasaron seis largas fechas para reencontrar un triunfo estimulante, justo y especial debido al contexto en el cual pelea este All Boys inestable y apremiado, y a las vertientes de un duelo siempre atractivo en el ascenso dado los fuertes arraigos y distintivos de ambas instituciones. Seis jornadas que, comparado con el escenario del encuentro, parecen escasas según los días transcurridos para retornar a Victoria y sus calles congeladas en el tiempo, aunque sugestivas en sus contornos inmóviles que denotan viejas y nuevas historias con epicentro en el fútbol, noches extraviadas en la esquina, durezas de un ambiente abierto a casi todos.

Ese pasado con Tigre, de enemistades y rumbos cambiantes, registraba datos nada alentadores para el cuadro de Floresta: apenas 3 partidos en Primera División (no había ganado All Boys), 7 años del último enfrentamiento en el denominado Coliseo (2004, ganó Tigre 4 a 0) y una ostensible superioridad del Matador respecto de su trayectoria en Primera División  (27 temporadas contra 9), amén de la mínima ventaja en el historial general manifiesto en 22 triunfos para el equipo de Victoria y 19 de su rival. Si se agregaban los antecedentes del actual torneo, los desvaríos de un plantel todavía atomizado, el presagio no era el mejor como cada presagio de este 2011 que All Boys comenzó obnubilado al subestimar su presente venturoso pero circunstancial y, fundamentalmente, al olvidar las entrañas de un ciclo sedimentado de esfuerzos conjuntos, en la antípodas de aquellas entidades que depositan su proyecto deportivo en un solo e intocado estamento. Resultaron reparadoras, si bien tardíamente, las recientes declaraciones de José Romero, sincero para puntualizar que no fue él quien pidió a Ortega y entender, asimismo, de las secuelas perniciosas de un Fabbiani que -ojalá- comiencen a engrosar los tristes recuerdos de un club habituado a lidiar con la mala fortuna y desacostumbrado a errores propios, continuos, en un lapso breve.



Del desagradecimiento de Ortega no hay mucho para agregar. El jujeño habló en la cancha, como presumía un segmento importante de hinchas no embebidos de desaconsejable triunfalismo. De Fabbiani menos, ahí están los informes médicos que dicen lesión cuando, en rigor, se trata de irresponsabilidad adornada de fama que diseminó conflictos en un vestuario unido y solidario. Pero sí pueden mencionarse las consecuencias de dos fichajes evitables, expresados hoy en un equipo nervioso y batallador, que juega mal casi todos los partidos. Contra Tigre no fue la excepción ya que solo en los primeros 15 minutos aparecieron rasgos del viejo All Boys al presionar con inteligencia y atacar al rival, tonificado por el gol de Barrientos. Después, lo conocido: resistencia extrema, desprolojidad en todas las líneas, falta de asociaciones ofensivas y mucha improvisación.

Sin embargo, el triunfo no fue exagerado ni el balance puede ser idéntico al de jornadas anteriores. Entre otros motivos, el conjunto de Pepe Romero ganó -algo que no ocurre con frecuencia- sin grandes sobresaltos y pareció observarse el intento (solo eso, el intento) de volver a afirmarse en los jugadores curtidos y experimentados, de edades variadas, conocedores de las adversidades de territorios como el de Victoria, estadios ensimismados, hostiles, donde All Boys jugó y perdió tantas veces. En ellos, en Fernando Sánchez, Nicolás Cambiasso, Ariel Zárate, Agustín Torassa y Emanuel Gigliotti, se funda una esperanza. Protagonistas del ciclo más importante en la trayectoria del club, aportaron cada uno a su modo para obtener el 9º triunfo en este regreso a Primera.

Que acaso no alcance, es cierto, pero aseguran esfuerzo, trabajo y la imprecisa y posibilista sensación de que con estos jugadores All Boys será fiel a sí mismo. A su grandeza y a su lucha constante con los fantasmas que insistentemente lo persiguen.

P.P.

miércoles, abril 06, 2011

NUEVA CHICAGO // Torito cumple 100 años


La Tana, socia de Nueva Chicago desde siempre, tiene casi 40 y en su gesto seductor, arrojado y desprolijo caben las contradictorias imágenes de generaciones entregadas y audaces: una infancia corrompida, una familia despareja, una licenciatura terminada con esfuerzo, un proyecto que empieza y termina con la anteúltima gota de alcohol derramada en la mesa partida. Y Mataderos, que es la pertenencia y el barrio de obreros donde hoy encuentra razones para reecontrar el anteúltimo sentido de todos los años y todas las causas perdidas, cuando asoma un libro sobre la historia política, cultural y deportiva de Nueva Chicago, a 100 años de su nacimiento. Que es, indudablemente, un poco el suyo.

No es una novedad ni una sorpresa constatrar que la identificación entre los clubes y el territorio constituyen lazos sólidos y perdurables. Espacio de símbolos y de afectos, de hitos epocales, de caminos que se funden para afirmarse en patrones sociales, íntimos y tranquilizadores ante la presunción de un afuera hostil, enemigo y adverso. Herencias actuales, tal vez, de los años '90.
Nueva Chicago es, desde luego, una de esas instituciones populares que no pueden comprenderse ni explicarse sin consignar sus orígenes o su lugar de emplazamiento. Próximo a celebrar el centenario el 1º de julio, el repaso de su biografía abarca anécdotas, sucesos, personajes y hasta investigaciones que la tornan especial según marcan continuas evocaciones y referencias sobre su impronta, en medio de los penetrantes olores de frigoríficos que persisten y otros que se extinguieron, entre ellos el recordado Lisandro de la Torre, sede de heroicas huelgas obreras hacia fines de la década del '50. Hablar de Chicago, entonces, no se circuscribe únicamente a recapitular un pasado futbolístico que, por otra parte, es escaso en logros (3 ascensos, apenas 6 temporadas en Primera División, más de la mitad de su trayectoria militando en categorías de ascenso) y abundante en fracasos. La potencia de figuras como Justo Suárez, el boxeador que inspirara a Julio Cortázar el cuento Torito y denominación de la calle donde se ubica el estadio, o del citado Lisandro de la Torre, ilustran más cabalmente la trascendencia de Nueva Chicago en el mapa siempre complejo e interesante del fútbol argentino. Un club, también, de la resistencia y de las pasiones arraigadas, basta recordar la entonación de la marcha peronista en 1981 por parte de su hinchada, que reportó casi medio centenar de hinchas detenidos por orden del jede de policía Juan de Dios Velaztiqui, tristemente recordado por asesinar a tres jóvenes del barrio de Floresta en 2001.



Acaso debido a estas razones, a los significados instituidos en el barrio y en el nombre (La Nueva Chicago, alusivo a las semejanzas con la ciudad estadounidense), el cuadro de Mataderos fue tema de análisis para los estudios sociales y la intervención en el territorio. La docente e investigadora María Teresa Sirvent -quien sigue vinculada con el club- elaboró junto a su grupo de trabajo un libro referido a la trama social de la zona y su devenir político, en el cual Chicago adquiere un protagonismo central. Cultura popular y participación social. Una investigación en el barrio de Mataderos, se titula la obra, que incluye aspectos del pasado de una de las zonas más combativas de la ciudad de Buenos Aires.Legado que se extiende en el trabajo de la actual Comisión de Cultura del club, de visible presencia al desplegar múltiples iniciativas, una de ellas la publicación sobre los 100 años de Chicago -que se presentará en la próxima Feria del Libro- ofrece, en sus páginas, fotos históricas, sentidos testimonios, relatos cargados de nostalgia y esperanza..





"Vos te creés que yo me desespero, lo que pasa es que no doy más aquí tumbado todo el día. Pucha que son largas las noches de invierno, te acordás del pibe del almacén cómo lo cantaba. Pucha que son largas... Y es así, ñato. Más largas que esperanza'e pobre. Fijáte que yo a la noche casi no la conozco, y venir a encontrarla ahora...", dice un extracto de Torito, el texto de Cortázar. La Tana fuma con voracidad y espera en silencio, imagina los aplausos y los reconocimientos siempre postergados. Por propias limitaciones o porque el mundo es injusto o por no creer jamás que llegaría a los 100. Así, en silencio, descubriendo la noche sobre un fondo verde y negro que la sostiene.

P.P.

lunes, abril 04, 2011

ALL BOYS // De puntos


Existen supuestas verdades o cerradas opiniones en el fútbol, muy instaladas en el ambiente, aunque sin estudios científicos que las corroboren ni las expliquen. Una de ellas habla de favoritismos en la previa de un partido, ejemplicados con las denominaciones de equipos que van de "punto" y otros que son "banca", debido a causas multiformes, en muchos casos enlazadas: rachas deportivas de los contendientes, jerarquía de los planteles y escenarios de los encuentros. Razones, especialmente la última, que conducen a la segunda definición con ínfulas de certeza ligada con las características del estadio y la incidencia del público, para muchos un actor que no juega ni incide en el desarrollo/resultado de un partido. Lo curioso es que para minimizar la importancia de los públicos, de los hinchas que acuden con su aliento y su pasión, se citan casos puntuales que remiten a la excepción más que a la norma. Sin ir más lejos: el Maracanazo consumado por Uruguay en 1950, agobiante recuerdo hasta para los propios charrúas.

Lo antedicho permite referirse a la actualidad de este All Boys confuso, contradictorio y en estado asambleario tras decisiones dirigenciales evitables que perjudicaron al cuadro de José Romero, en base a ciertos datos visibles que conviene reseñar. Con 1 punto sobre 12 jugando en Floresta, hoy suenan exageradas las reiteradas voces que describen al Estadio Islas Malvinas como un reducto complicado, adverso y farragoso, a raíz de las dimensiones del terreno y cierta presión del público. Lo cual supone, siguiendo esa presunta verdad acuñada respecto de hinchas que no inclinan la balanza, una constatación de ese precepto. Sin embargo, en el Apertura All Boys acumuló 26 meritorios puntos, 20 de ellos en su cancha y con un total de 17 goles en 9 presentaciones en Floresta. Como se advierte, se trata de hechos relativos, que sugieren tendencias, cuestiones anímicas oscilantes en el campo de juego y en las tribunas, influencias del azar, diatribas mediáticas que repercuten en un club. Pero jamás "una verdad": a veces importa la condición de local y el acompañamiento del público, a veces conspira. Este campeonato disputado y atractivo, con 15 equipos con posibilidades de ganarlo, ofrece testimonios al respecto en los dos sentidos. Colón perdió 3 partidos de 4 en Santa Fe, Racing lo mismo y All Boys, club que nos compete, registra un empate y tres derrotas en 4 presentaciones en casa; mientras que Lanús, Argentinos Juniors, Arsenal y Huracán no acreditan derrotas en sus estadios. Es decir, estos datos indicarían tanto la irregularidad del torneo como la presencia de elementos aleatorios influyentes.



No obstante, el cuadro de Pepe Romero muestra limitaciones futbolísticas que se expandieron a las tribunas, ahora sí conscientes de la situación apremiante que atraviesa el equipo en el encuentro ante Lanús, tras el dislate de hace 3 meses de un segmento de hinchas convencidos de disputar un torneo internacional pese a no haberlo hecho nunca en 98 años de trayectoria. La prueba de humildad, afortunadamente, llegó frente al cuadro granate, un partido que All Boys mereció ganar por empuje, por cambios favorables en el esquema implementado por el entrenador y por la propuesta de un rival que venía padeciendo en cada visita y optó por no atacar a un equipo vulnerable y acelerado pero con otra predisposición y otra presencia. El aplauso del final, en tal sentido, deja importantes señales para los días por venir. Retomando el inicio, este All Boys de la urgencia ya tomó apuntes de sus flaquezas jugando en Floresta y en otros estadios, de su finitud y de su condición de "punto", si bien acá el concepto remite a una trayectoria, a viejos estigmas, a mensurar los tiempos y etapas de un club no acostumbrado a calzarse un traje que le sienta incómodo. Así lo entendieron ante Lanús jugadores como Fernando Sánchez, Ariel Zárate, Juan Pablo Rodríguez, Agustín Torassa y Emanuel Gigliotti.

Lejos de la histeria, algo lógico para un club que consumó logros extraordinarios, los hinchas también asumieron este presente complejo y, de alguna manera, previsible. Si All Boys hizo del esfuerzo y la humildad una bandera, como "el equipo obrero" que ascendió en 1972,  no hay nada, ni lo habrá para reprochar si se juega con el compromiso mostrado el último sábado. Un viejo cantito de la tribuna apuntaló al equipo, le recordó un tipo de grandeza que no debe perder nunca. Aunque apenas se haya rescatado un punto y continúe la indecorosa racha de sumar 2 goles en 8 fechas, lo relevante es la fidelidad a una historia. Esa historia que sabe de descensos y de ilusiones renovadas en un momento que admite jugadores fuera de estado, nula inspiración en el juego, obstáculos que se tornan insorteables y algo de mala suerte.

Avatares inexplicables y presumibles, apartados de cualquier verdad, como el derrotero de un club cuyo único mandato es uno solo para las 11 fechas restantes: honrar esta camiseta con amor y profesionalismo.

P.P.