jueves, octubre 08, 2009

Cuando juega Uruguay


Argentinos y uruguayos, rivales de un clásico rioplatense devaluado, jugarán la final menos deseada si es que el equipo Celeste se trae un empate ante el mejor equipo de las eliminatorias.
Lejos del clima armonioso de los últimos duelos en el Centenario (2001 y 2005), un eventual choque definitorio genera inquietud, mucha inquietud, en ambas orillas si pensamos en los íntimos vínculos construidos entre las dos naciones, a veces enojosos cuando afloran soberbias y veleidades, a veces más sólidos ni bien se advierten fuertes identidades arraigadas y costumbres compartidas que vale la pena defender. Algunos ejemplos recíprocos de la política, la literatura, la música y, obviamente, el deporte, testimonian que no hay enemigos del otro lado del charco. Como tampoco lo hay tras la delgada frontera que separa a argentinos y uruguayos de Brasil.

Pero detengámonos en el fútbol, que eso habla este blog, y dejemos el romanticismo rioplatense para después del match. Parecería llegar más exigido el equipo albiceleste al duelo con los orientales. Por el incómodo lugar en la tabla general -hoy en repechaje-, por cortocircuitos internos indisimulables, por los millones desparramados en el rectángulo y por la figura de Maradona, el símbolo de la patria para algunos, el técnico analfabeto para otros.
Sin embargo, y de arrancarle un empate en Quito al cuadrazo de Sixto Vizuete, Uruguay también jugará un partido especial y generoso en presiones. La crónica de la Celeste, últimamente, es sinónimo de marcada decadencia, anecdotario del '50, frustraciones de madrugada. Un dato, por caso, constituye una muestra categórica sobre el paisito de hoy que supo ser país en términos futboleros; de los últimos cuatro mundiales, Uruguay participó solo en uno (Corea Japón 2002). Demasiados fracasos acumulados para un seleccionado bicampeón olímpico y del mundo que acredita, además, la nada desdeñable cantidad de 14 Copas Américas (primer lugar del podio junto a Argentina, seis más que Brasil).
En consecuencia, y de evitar la derrota ante Ecuador, el juego ante el equipo de Maradona no será un partido más para los charrúas. Hablamos de un grande, al cabo, que tiene su mística, sus hinchas fervorosos, y sus muy buenos jugadores en las principales ligas del mundo. Forlán, Luiz Suárez, Walter Gargano, Cristian Rodríguez, Sebastián Eguren, Diego Pérez, Edinson Cavani -por citar algunos destacables- integran el plantel.
Cabe interrogarse, eso sí, cómo ocurrió que uruguayos y argentinos llegaran apremiados al cierre de las eliminatorias. Dirigida por el Maestro Tábarez desde 2006, la Celeste presentó un elenco estable de nombres que alternó buenas y malas, resignó muchos puntos en el Centenario, y hoy no le sobra nada pese a ser el tercer equipo más goleador detrás de Brasil y Chile. Argentina, en tanto, sufrió cambios de arqueros, de volantes y de delanteros en el proceso iniciado por Basile y culminado por Maradona, varió sin éxito la condición de local, pagó con goleada una fallida actuación ante Bolivia (anteúltima en la clasificación, derrotada por Uruguay 5-0 en el comienzo del certamen) y promovió un seleccionado nativo con jugadores menos cotizados y más idóneos.
Pasiones y nacionalismos aparte, cada hincha tendrá la posibilidad de analizar no un partido sino un ciclo. Y sabrá, claro que sabrá, quién merece ir a Sudáfrica.

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