El Indio Daniel Bazán Vera es un personaje curioso del fútbol. Hosco, malhumarado, por momentos rencoroso, su carrera no revista mayores logros que haber llegado a la B Nacional jugando para Unión, Atlético Rafaela y Olimpo. Siempre identificado con Almirante Brown de San Justo, Bazán exhibe rasgos del jugador-barra, del tipo que se mueve entre las turbias aguas del exceso, del calentón del barrio que se pelea con los adversarios y hasta con los de su propio equipo. A veces, claro, tiene éxito. Muchos recuerdan el variado repertorio de goles que hizo jugando en Temperley, en 1999, que culminó con ascenso e idolatría por parte del equipo celeste.
Sin embargo nada queda de aquel amor gasolero. Bazán tuvo un retorno opaco en 2008 y enseguida acordó su regreso al cuadro Mirasol por tercera vez, donde también sufrió la inquina de una hinchada partida en dos y distinguida por su buen comportamiento.
Recientemente, el nueve de Bron calentó el clásico con Nueva Chicago por que sí y recibió la correspondiente descarga de gozos y chicanas de los hinchas del Torito. Nuevo episodio de una larga lista de episodios. Alguna vez lo llamaron el "Batistuta del ascenso" por su parecido en el aspecto físico y por su condición de goleador implacable. No pudo ser. Bazán jamás terminaría en pacatas canchas de polo. Ni siquiera con un Cambiaso y la mismísima verdinegra Adolfina frente a sus ojos.
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