viernes, octubre 29, 2010

POLÍTICA Y DEPORTE // Un modelo trascendente y para todos


La multitud que colmó durante tres días la Plaza de Mayo para despedir a Néstor Kirchner expresó (expresa) con rotunda fuerza el cariño de un pueblo hacia una figura decisiva de la política argentina. Bastaba recorrer cada rincón de esa plaza histórica de fin de octubre, entre sus gritos emocionados y sus silencios ruidosos, sus banderas empapadas de orgullo y el largo peregrinar de sectores provenientes de distintos estratos sociales, para advertir la dimensión del acontecimiento. Con excepción de Maradona, en nuestro país no hubo en el transcurso del último medio siglo un personaje de esta estatura y con este nivel de popularidad. Y habrá que pensar en las derivaciones ante semejante demostración de afecto que desnudó -una vez más- las mentiras, zonceras y banalidades de los medios hegemónicos de comunicación.

 La despedida de Néstor, por muchos motivos, se inscribe en un tramo fundamental del derrotero argentino, dado que su gobierno y el de Cristina Fernández, su compañera y sucesora en el cargo de presidente, produjeron inéditos y profundos cambios estructurales en variados órdenes. No es materia de este blog detenerse en cada una de las transformaciones ocurridas desde el 25 de mayo de 2003. Alcanza, de acuerdo con nuestros tópicos habituales, consignar al deporte en general y el fútbol en particular, áreas donde el Estado desplegó una intensa y exitosa política de desarrollo de diferentes disciplinas, inclusiva, tendiente en algunos casos a reparar injusticias, miserias, despojos diversos.

Decir, por ejemplo, que el presupuesto para el deporte argentino creció exponencialmente tras el arribo de Kirchner: de 26 millones de pesos en 2003 se pasó a casi 100 millones en 2008, acompañado del trabajo continuo realizado por la Secretaría de Deportes de la Nación que, por intermedio de Claudio Morresi, su titular, fomentó el aumento de las becas para el deporte amateur, renovó por completo las instalaciones del Centro de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard), impulsó distintos homenajes a atletas desaparecidos durante la última dictadura militar, promovió la ley del Enard destinada a coordinar apoyos económicos específicos para la implementación de las políticas de alto rendimiento y priorizó la labor formativa de los jóvenes mediante los Juegos Evita, una herramienta para integrar a chicos y grandes de poderosa tradición, cuyo flamante exponente -entre muchos otros- es Braian Toledo, un pibe de un barrio humilde y perdido de la localidad bonaerense de Marcos Paz, que acaba de conseguir un logro resonante en los Juegos de la Juventud celebrados en Singapur.

Como siempre, y más en un país exitista, no faltan voces que denuncian la escasa inversión pública para el deporte, algo desmentido por el citado presupuesto, focalizando en la acumulación de medallas en competencias de relieve como variable de una política eficaz y perdurable. También allí los gobiernos de Néstor y Cristina tiene algo que decir, al margen de una diferencia de corte ideológico si pensamos que el desarrollo del deporte no es, ni podría ser, sumar éxitos sin contemplar una planificación que estimule la práctica, dado que un país vigoroso y en crecimiento se expresa en una serie de aspectos hoy abordados por el Estado: más gente haciendo deporte, integración y participación deportiva en igualdad de oportunidades, programas sociales destinados a todos los sectores. Los Juegos Evita, de hecho, contienen a más de un 1 millón de chicos, jóvenes y adultos de todo el país.

Pero, aceptada esa regla donde las medallas definen la política deportiva de un país, cabe reponer un dato elocuente: después de 52 años, Argentina volvió a ganar no 1 medalla de oro sino 4  en los Juegos Olímpicos (2 en fútbol, 1 en básquet y 1 en ciclismo, en Atenas 2004 y Beijing 2008), posiblemente obtenidas por importantes apoyos de sponsors privados debido al carácter profesional de algunas de esas disciplinas, pero conseguidas en el período kirchnerista, sensible al rendimiento de sus atletas. ¿Casualidad? Una presea dorada, podría ser. Cuatro parecen demasiadas, sin contar bronces y platas.

Es pertinente, en tal sentido, una aclaración. La reseña de hechos meritorios no se agotan en el presente. Así lo hizo saber la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, en un mensaje publicado en el sitio web de la Secretaría de Deportes, al afirmar: "El Plan Nacional de Deporte 2008-2012 aspira a superar lo coyuntural, a fortalecer lo estructural y a profundizar la gestión en función de lograr mayor calidad de vida en todas y todos. Nos permitirá darle la dirección adecuada a todos los programas, proyectos y estrategias conducentes a contribuir con la creación de una nueva cultura de la actividad física y el deporte a nivel nacional. Este complejo proceso de construcción debe integrar y ser protagonizado por todos, en una convocatoria para transitar juntos este camino cuya meta final es crecer no sólo en capacidades y habilidades deportivas, sino como personas, como parte de una Argentina que debe ser definitivamente para todos y todas".



Claro que, en el repaso de la trayectoria de Néstor, resulta insoslayable referirse al fútbol y aquél 11 de agosto de 2009 que puso límites a una estafa pergeñada entre la AFA y TSC- Grupo Clarín a lo largo de 18 años. Hoy casi 30 millones de argentinos ven fútbol por televisión, lo cual equivale a recuperar un derecho, a compartir la pasión con todos, a celebrar el domingo con un Boca-River o un Independiente-Racing sin ningún tipo de arancelamiento, a intentar confrontar con el mensaje único enarbolado por un tipo de periodismo decidido a no investigar nada, situado en ninguna trama histórica, entregado a los mandatos del negocio, responsable de violencias varias disfrazadas de editorial preocupada y apunte intranquilizador sobre los pliegues de un sesgado y mendaz discurso progresista. Un día, ese periodismo, tomó nota del cambio de época, aunque el retorno a lo viejo, revestido de nuevos contornos, sigue entre sus planes.

En definitiva, el deporte no pasó inadvertido bajo la gestión de Néstor, y no pasa inadvertido con Cristina. Existen demasiadas razones para no entristecerse en estas horas y también alegrarse, o al menos ilusionarse, con proseguir en el rumbo transitado desde hace 7 intensos y dramáticos años.

Pablo Provitilo

miércoles, octubre 27, 2010

POLÍTICA // Te convido a creerme cuando digo futuro


No tenemos desamasiadas palabras. No las hay. Apenas queremos recordar a Néstor sonriendo, divertido, con sus pasiones y sus amores de siempre. Recordar, también, algunas de sus conquistas menores, especialmente relativas al tema del que suele hablar este blog: los casi 30 millones de argentinos que hoy disfrutan de ver fútbol por television, el periodismo insidioso arrodillado, su Racing querido, los desafios pendientes de alguien cuyo último proyecto era morirse.Néstor. a muchos, nos devolvió la esperanza y la fe de que era posible. Otra justicia. Otra memoria. Otro periodismo. Y en la despedida no decirlo nuevamente es una canallada. Hay cosas que duelen y llevan a pensar en un país trágico y extraviado con sus olvidos y sus cinismos. No le daremos el gusto. La transformación definitiva, tal vez, comienza ahora. Con los compañeros queridos, juntos, llorando. Y con los enemigos que no tendrán revancha nunca. Ellos vivirán siempre en el odio de sus soledades, sus mundos perdidos y sus martirios.

Adjuntamos un texto, muy breve. En este día triste.


Del blog http://hombremuerdeperro.blogspot.com/2010/10/viva-nestor.html

Nos dejó ese enorme corazón loco y esa fuerza de vida, esa pasión por un pedazo de tierra que no lo dejó descansar. Ese latido que ahora, nos regaló a todos y latimos dos veces.


No nos dejó solos porque nos dejó con nosotros.

No nos dejó solos porque me dejó con vos.

No nos dejó solos porque te dejó conmigo.

No nos dejó solos porque te dejó con ella.

No nos dejó solos porque nos dejó con ella.

No nos dejó solos porque nos dejó con nuestras piernas.

No nos dejó solos porque nos dejó con ese pedazo de corazón sangrante.

No nos dejó solos porque nos hizo compañeros.

No nos dejó solos porque nos devolvió la bandera.

No nos dejó solos porque nos devolvió la calle.

No nos dejó solos porque nos devolvió la canción.

No nos dejó solos porque nos devolvió los abrazos.

No nos dejó solos porque nos devolvió la Patria.

No nos dejó solos porque ahora nos tenemos.

No nos dejó solo porque ahora nos sostenemos.

No nos dejó solos porque no se fue.

No nos dejó solos.

No nos dejó.

No.


Nos dejó un Viva La Patria bien gritado.

Nos dejó unas borracheras festejando.

Nos dejó peleas con los vecinos a pura pasión.

Nos dejó a nuestros hijos y un lugar donde caminar.

Nos dejó a mil hermanos y varios amigos.

Nos dejó un horizonte de estratega.

Nos dejó la sensación de justicia.

Nos dejó aprender a querernos.

Nos dejó a viejos amigos que recién conocemos.

Nos dejó al amor.

Nos dejó su vida y nos dijo "Haganlo".


"Canten, sueñen, Fuerza!"


Nos dejó cantando.

Nos dejó soñando.

Nos dejó con fuerza.

Nos dejó en la hora de los héroes.

Nos dejó arriba del ring con los guantes puestos y con ganas de pelear.

Nos dejó los brazos abiertos.

Nos enseñó que las cosas se podían hacer mucho mejor.

Nos enseñó que si nos juntabamos podíamos sonar más fuerte.

Nos enseñó que un sueño colectivo se puede convertir en un hecho.

Nos enseñó como ninguno que la única verdad era la realidad y que mejor fue hacer.

Nos enseñó a mirarnos a los ojos y volver a confiar en el otro.

Nos enseñó Táctica, Estrategia y Picardía.

Nos enseñó política y quebró a los ideales.

Nos devolvió la comprensión de jurar con gloria morir.

Nos devolvió estas putas lágrimas por un tipo al que nunca tuvimos al lado.

Nos devolvió este tonto frío de invierno.

Nos devolvió la certeza de que no nos han vencido, NUNCA.

Nos devolvió esas piernas cansadas al costado del Congreso defendiendo lo más lindo que tuvimos: la lucha.

Nos devolvió un salto de fé y una caída de campeones.

Nos levantó a cococho como un tío copado y nos mostró que a lo lejos se veía todo esto tan lindo.

Nos cruzó la calle, de la mano y dejando que la próxima, la crucemos nosotros solitos.

Nos abrazó a todos juntos cerrando los ojos y mostrando los dientes en una sonrisita como de vergüenza, con ese cortecito en la frente después de caminar desde el pueblo al pueblo.

Nos hizo saltar al lado de la tele viendo una votación a las 12 de la noche.

Nos dejó el pecho prendido fuego.

Nos dejó la transgresión y el atrevimiento.

Nos dejó caminar para que veamos cómo mierda era eso de tropezar y seguir, tropezar y seguir, tropezar y seguir, tropezar Y SIEMPRE SEGUIR.

Nos enseñó que una tormenta en algún momento para y que después el agua que cayó te regó todo el suelo.

Nos dejó la seguridad de que cuando el tipo aparecía, todos respirabamos aliviados.

Nos dejó a la Bella Señora y a nosotros haciéndole un regalo sorpresa todos los días.

Nos dejó la pasión y la pasión y la pasión.

Nos desarmó y nos desnudó como nadie nunca lo hizo, ni un amor de hembra.

Nos quebró la vida en dos, antes de él y desde él.

Nos dejó a un 27 de Octubre, PARA SIEMPRE.

Nos dejó a nosotros con nosotros, CARAJO!

Nos dejó el orgullo.

Nos dejó una palmada en la espalda.

Nos dejó hermanos en cada barrio.

Nos devolvió el orgullo de ser negros y pueblo.

Nos dejó la plaza, las plazas, las calles, las banderas, las marchas, las contramarchas, las zapatillas, el dolor de gamba, la pepsi de mano en mano, la campera cuando hace frío, las tacuaras y los trapos hechos a mano.

Nos dejó saber sobre todas las leyes.

Nos dejó la política lista a estrenar.

Nos dejó la luz prendida de casa para cuando volvamos.

Nos dejó la K.



Nos contuvo.

Nos besó.

Nos amó.

Nos miró a los ojos.

Nos despeinó la nuca con una mano de padre cuando hicimos las cosas medio mal.

Nos rompió el cassette.

Nos invitó a hacer patria.

Nos invitó a la casa grande de todos los argentinos.

Nos invitó a vivir para después morir y seguir viviendo.

Nos dijo por dónde venía la mano.

Nos inventó en soldados.

Nos dejó al mito.

Nos dejó estas ganas desesperadas de ir a la plaza y verte ahí y abrazarnos ahí y llorar ahí juntos y para siempre.

Nos dejó este asunto ahora y para siempre, en nuestras manos.

Nos dejó a los nervios de punta.

Nos dejó a miles y miles y miles y miles y miles de militantes que desde hoy, hoy miércoles van a salir a patear con nosotros.

Nos dejó este nudo en la garganta que no te lo desata ni un grito.

Me dejó a toda mi familia y mis amigos dandome la noticia con miedo y cuidado, tocandome el timbre, llamandome, mandandome mensajes, mails.

Nos dejó una pena enorme!



Nos debe.

Nos debe el conocer cómo hubiera sido todo.

Nos debe un pedazo de historia más grande todavía.

Nos debe el 2011.

Nos debe la evolución.

Nos debe un saludo desde el balcón.

Nos debe decirnos "QUÉDENSE EN LA PLAZA."



Le debemos.

Le debemos un abrazo enorme a su hermosa Mujer.

Le debemos respeto por cada lucha perdida y por cada lucha ganada.

Le debemos risas porque lo queríamos tanto!

Le debemos ser soldados para siempre.

Le debemos mil revoluciones más.

Le debemos ir a la plaza y hacer que su voz sean nuestros cuerpitos juntos y abrazados.

Nos tenemos.

Tenemos que seguir con la guardia alta y el reflejo atento.

Tenemos que seguir caminando paso a paso todas las veredas del mundo.

Tenemos que mirarnos más y escucharnos como nunca.

Tenemos que ser millones de Néstor en todas las casas.

Tenemos que resistir mucho más que antes.

Tenemos que pararnos en puntas de pie.

Tenemos que abrazarnos a la vida que nos queda y a las páginas blancas de un libro de historia que él nos dejó para que escribamos nosotros.

lunes, octubre 25, 2010

ALL BOYS // Silencios de barrio


Como es costumbre desde que comenzó su segunda experiencia en Primera División, All Boys tuvo un rendimiento deslucido y frustrante en el resultado fuera de su estadio (2 puntos sobre 18 posibles). Solo que esta vez en un encuentro especial y muy esperado por los hinchas debido a la cercanía geográfica que existe con Argentinos Juniors, club que generó antipatías en Floresta en los últimos años, si bien no alcanza para elevarlo a la condición de auténtico clásico más allá de los deseos de algunos. Basta con detenerse en la cantidad de enfrentamientos, los orígenes de ambos, notorios vaivenes de la historia que aminoran esa rivalidad y la capacidad de convocartoria del tradicional  y primer oponente de All Boys: Nueva Chicago.

De cualquiera manera, se trata de un duelo de importancia, tal vez -como se sugirió en un comentario del último post e intentando una mirada más amplia- derivado de profundos cambios sociales durante la década del 90 que propiciaron inéditos agrupamientos juveniles, conductas, modos de habitar el espacio y enemistadades con un otro exterior. La siempre invocada cultura del aguante, desde ya, revista entre las causas y efectos, pero también se expresa, en sintonía con ese aguante dañoso, una última oportunidad de afirmarse en lo propio frente a los distintos derrumbes de aquella época, sazonados con inflamados discursos periodísticos que consagraron el éxito como única variante de existencia y reconocimiento. Mientras que en otra época configuraba apenas una razonable seña distintiva; el barrio, la esquina, la pertenencia al territorio se transformó en un poderoso emblema de no pocos sectores, alimentado con elementos honrosos y gestos reprobables o, directamente, inocuos para disputar sentidos con otros actores y formas de pensar en una esfera que incluya al fútbol, parte fundamental de la cultura popular en Argentina.

Acaso desde este punto de vista se explique la genésis del duelo futbolero entre Argentinos y All Boys, especialmente para el cuadro de Floresta, expresado en la reivindicación de un nosotros, en los particulares derroteros de una resistencia e íntimos recorridos situados en tiempo y lugar, en los pliegues de una disputa con trasfondo menor pero experimentada con orgullo, desbordes y exageraciones.




Con los condimentos mencionados, este reactualizado enfrentamiento de barrios con ciertas similitudes, deparó en la cancha un partido discreto con inobjetable vencedor, dado que el equipo de La Paternal ganó bien en base a su disposición en el terreno y a la concentración de sus futbolistas, por ejemplo Néstor Ortigoza, líder del equipo desde su encomiable despliegue y la convicción de que allí, en el choque con el vecino, había algo más que tres en puntos en juego. Curiosamente, quien pareció no comprender la trascendencia del partido fue All Boys,  nuevamente afectado por el bajo rendimiento de algunos jugadores, recurrentes desatenciones defensivas y determinados mensajes del entrenador y de los dirigentes que -se insiste- habrá que revisar para no generar malestares internos que conspiren contra una posible permanencia en la máxima categoría.

Uno de esos mensajes no es novedoso. El fichaje de Cristian Fabbiani generó dudas en su momento y puede decirse que a esta altura es un visible desacierto de una comisión directiva seria, trabajadora y responsable.Fabbiani resta con su estado físico deplorable, sus movimientos torpes y sus constantes amarillas, producto de un oficio que ya no lo contiene. También el robusto delantero desata turbulencias en el equipo a partir de actitudes soberbias, impropias para este club, manifiestas en reiteradas apariciones públicas y pedidos de jugar más minutos sin ningún decoro ni prudencia, algo que -da la sensación- sobrepasa a los dirigentes y el entrenador. Más todavía: su intercambio de insultos con un sector del público en el partido con Independiente retrotrae a viejas épocas de All Boys si se consideran dos entre tantísimos casos: Nieto, delantero torpe de los 80, dedicando dos goles a la tribuna alta de la calle Mercedes o Kadijevic, arquero de fines de los 90, explicando a los hinchas la falta de dinero para conseguir el ascenso, en la cancha de Deportivo Morón. Lo de Fabbiani es peor ya que en los citados ejemplos se revelaban, por un lado, un gesto desafortunado pero realizado después de tener fundamentos para hacerlo y, por otro, el crudo y rudimentario diagnóstico de la situación económica compleja que atravesaba el cuadro de Floresta.

Por supuesto que la quinta derrota de All Boys en el torneo no se ajusta a los laberintos emocionales de un solo sujeto. Existen contrastes notorios en el desempeño colectivo jugando como local y visitante, lo cual le agrega presión al equipo cuando debe jugar en Floresta tras una derrota, ya que asoma el riesgo de declinar en uno de los puntos fuertes exhibidos por el conjunto de José Romero hasta aquí: fallar también en casa. Las perspectivas, de todos modos, suponen mesura luego de los triunfos ante Boca, Independiente y Estudiantes, tres rivales de jerarquía. El envíon anímico, asimismo, es otro aspecto crucial teniendo en cuenta el próximo cruce ante River, aunque cabe abocarse a corregir problemas visibles a futuro que podrían desvirtuar el reciente recorrido de All Boys. Si se incluye a un futbolista por su nombre y se relega a quienes se esfuerzan y hacen méritos para ser considerados (Agustín Torassa, Mátías Saad), el mensaje apuntado se torna confuso, genera rencores o miradas desconcertadas como la de Sebastián Ereros, reemplazado ante Argentinos por un jugador inferior. Si el cuadro Romero no se convence definitivamente de sus cualidades y se estanca en la irregularidad, tambíén reaparecerán con mayor fuerza señales contradictorias, capaces de ser advertidas por los adversarios.

De no atender estos factores,  los progresos consumados, las ilusiones vigentes, los desafíos en curso pueden quedar atrapadas en los intensos días de una experiencia pasajera cuando hay razones de sobra para continuar en la senda de la sorpresa, de los entusiasmos y de intentar abordar con éxito todos los escollos de una misión compleja que podría torcer el rumbo de un club renovado y humilde. Un club con la mejor de las humildades: la de los grandes que crecen en silencio.

Pablo Provitilo

viernes, octubre 22, 2010

PRIMERA DIVISIÓN // AAAJ-All Boys: ¿Clásico?


Ofrecemos dos testimonios breves sobre el duelo barrial entre Argentinos Juniors y All Boys, correspondiente a la 12ª fecha del Torneo Apertura.

¡Volviste blanco y negro!  Por Gabriel Bonetto, de Argentinos Juniors.

Nuestro clasico: el blanco y negro, el glorioso blanco y negro...Tanto tiempo que no nos encontramos, tanto tiempo... que partidazo la ultima vez que jugamos.. esos 2 golazos que te metimos que quedaran en nuestras retinas, inolvidables. Pensar que te fuiste a la B y ahora estas de vuelta en primera, y nuestros clasicos rivales estan jugando en la B. Nosotros , como debe ser, jugando en primera junto con los grandes... Ya nos vamos a volver a ver... Juventus!

Bicho de ciudad (desierta) Por Pablo Provitilo, de All Boys

Será raro volver a La Paternal. La última vez que enfrentamos a Argentinos Juniors fue en Ferro, 13 años atrás, en condición de visitante. El tifón, cuna del rojo, se exhibía rebosante. De pasto alto, claro. Encuentro recordado por todos el de 1997: un bicho puntero y cerca de subir descubrió sonrojado y en silencio que no era local al observar las tribunas. Ostensibles claros en la cabecera que da a la calle Avellaneda, orgullosamente repleta la de Martín de Gainza.
Lindo retorno y lindas imágenes: el semillero del mundo, la Copa Libertadores, las tres estrellas locales, la final con la Juventus. Pero el fútbol, enseña Gimnasia y Esgrima La Plata, excede importantes triunfos deportivos. Hay una identidad y varios orgullos por defender. El de la fidelidad, por ejemplo.
También cuentan los olores, los escenarios y otras enemistades para quienes compraron el discurso Copani. Ni 3 tribunas son lo mismo que 4 ni Nueva Chicago es igual a Platense, ni el mismísimo Redondo regaló tanto fútbol de barrio como el Monito Zárate.


pd: albos-bichos, pensemos bien, que no nos quiten la fiesta.

jueves, octubre 21, 2010

SELECCIÓN NACIONAL // Comisiones



Sin informaciones públicas sobre proyectos, debates internos o modalidades en la elección de una designación trascendente para el fútbol argentino, la comisión ungida por la AFA que definirá el próximo técnico del Seleccionado ya tiene a sus representantes oficiales (Boca, River, Colón, Argentinos Juniors, Godoy Cruz y Arsenal), encargados de pronunciarse a la brevedad. Un simulacro más de una entidad apartada de criterios democráticos dado que el futuro entrenador, aunque no reúna un solo argumento que justifique su nombramiento, parece cantado y sería Sergio Batista, apoyado por influyentes jugadores del equipo nacional, buena parte de la dirigencia y un sector de la prensa que pretende desmaradonizar la selección, independientemente de los candidatos, sus estilos, procedencias y merecimientos.

Los mecanismos de la elección no extrañan si se repasa la historia de la AFA en las últimas tres décadas. Tampoco sorprende la oposición de Lanús y Vélez a la postulación de Batista. En el fútbol argentino, salvo pocas excepciones, los dirigentes lograron que todo sea previsible, que no haya mínimos indicios de renovación ni encolumnamientos provechosos capaces de confrontar con el poder de Julio Grondona, apoltronado en un sillón vencido por el peso de los años. Irremediable grondonismo que ofrece, como alternativa para 2011, la candidatura del empresario Daniel Vila, su continuidad envilecida, y deja entre sus legados haber engendrado un periodismo impotente para situar el auténtico debate relativo a la organización del fútbol y el rol de su dirigencia. Grondonismo proyectado que, también, operó sobre hinchas que no revistan en barrabravas sicarias y se revelan como testigos mudos de distintos tipos de abusos, ocupados en internas folclóricas estériles sin interpelar masivamente a un conjunto de actores que atentan contra ellos y sus colores, lejos de establecer lazos de solidaridad que los unifique en una causa que vale la pena, sin aguantes funcionales, sin disputas internas, semejante a lo que generó Maradona en el mundial: identificar el verdadero poder, algo que trasciende a cualquier camiseta.

La probable designación de Batista, por tanto, es la consecuencia lógica de un modo de conducción aceptado y naturalizado, imposible de desanudar su madeja sin otra variante que no sea el retorno de viejos y nuevos socios, con sus pantallas exclusivas, reconvertidos en discursos pseudoprogresistas que durarán lo que duró el ciclo de Diego. En definitiva, Batista el técnico adecuado para una AFA que, de tanto insistir, consigue sus objetivos en base a coherentes dispositivos: encerrarse en comisiones cuando el insinuado cambio de etapa demanda una revisión de sus actos, apertura de opiniones, reorientación de proyectos. De haberla hecho, la Selección prescindiría de Batista y apostaría, en cambio, a un entrenador con otros pergaminos, otra aceptación de los hinchas y otra credibilidad.

martes, octubre 19, 2010

FÚTBOL ARGENTINO // Gozar con el juego


Las presiones y los severos mandatos de la tribuna dominan la escena diaria en el fútbol argentino. No hay que internarse demasiado en las causas, relativas fundamentalmente a cierto discurso donde se salvan, existen y sobreviven de la metralla periodística, solo los vencedores ocasionales. Desprevenidos pero conscientes, incautos pero creyentes de poderosas lógicas massmediáticas, atentos pero envueltos y entregados al consagrado paradigma de la victoria como norma innegociable, los hinchas juegan también el partido de la impaciencia, de la queja continua, de los reclamos apresurados, de la intolerancia y, claro, actúan en consecuencia frente a la última posibilidad de la felicidad por un triunfo que se evapora y anuncia futuras quejas, demandas, impaciencas, intolerancias.

Círculo de gestos y actitudes repetidos que revelan, por un lado, la disociación entre el deseo y la realidad, potenciada por las características de un deporte como el fútbol, sometido a repentinos cambios de ánimo y caprichosas combinaciones del azar, y, por otro, a las influencias de factores exteriores al juego: los modos del decir derivados de determinadas agendas. Toda esta perorata se vincula con algunos casos curiosos que ocurren en dos categorías en la Argentina, la Primera División y la B Nacional, que podría dejar en segundo plano la interesante y siempre abierta polémica sobre tácticas y esquemas de juego. Uno de esos casos remite a River que, acompañado de las descomedidas reacciones de su entrenador, viene padeciendo los encuentros en el Monumental conforme la necesidad de ganar se acrecienta debido a sus números rojos y a un ciclo que, en promedio según las últimas campañas, le brinda al hincha 1 victoria cada 5 o 6 partidos, aproximadamente. Apurado por resolver ya, obligado por un entorno rebosante, el equipo millonario suele caer en ingenuidades y marcados nerviosismos, expresados en errores defensivos, nula inteligencia para manejar un resultado a favor y sensaciones indisimulables de que algo malo y terrible a desatarse a la brevedad lo confinará a su estado habitual, el de la desazón.

Gimnasia es otro ejemplo de tribunas atribuladas y acuciantes, de acuerdo con las actuaciones del cuadro platense en su estadio del bosque -1 victoria en 6 partidos- pero especialmente a raíz de sucesivas malas campañas. También obligado a escaparle al descenso, de local las carencias se agravan, nublan las pocas ideas de sus jugadores y generan, consecuentemente, una irritación colectiva que empeora el rendimiento del equipo aunque abarca algo más que una producción futbolística circunstancial dado que esa irritación alude a un hartazgo de largo alcance, destinado a dirigentes que hicieron de Gimnasia un equipo menor, sin jerarquía, considerado ganable por casi todos, menos por River.

La B Nacional, por su parte, exhibe ejemplos de formaciones que también sufren de la intemperancia de su público. Rosario Central, de hecho, no logra aventar ese clima de gritos y exigencias que baja de las gradas y que repercute en el campo. Como River, de local va al frente, ataca con desorden, no ahorra esfuerzos ni actitudes al filo del reglamento, sin embargo suelen convertirle con frecuencia ante la fragilidad anímica que advierte el rival, producto de la condición de favorito de Central y de esos murmullos permanentes frente a cada equivocación de sus jugadores. Si se toma en cuenta el venturoso presente de su eterno adversario, reseñado desde el contraste en el marco de una ciudad fuertemente polarizada, las exigencias del canalla se acrecientan y obligan a analizar sus rendimientos no solo por la disposición táctica elegida por el entrenador.

Unión, finalmente, desde hace tiempo reposa en la B Nacional y, con recurrencia, padece episodios que tiene como protagonistas a sus hinchas, cansados de flojas campañas y afectados en su orgullo por el presente de Colón, que se apropió de la representación provincial en Primera División. Presionado cuando juega en el 15 de Abril, sus últimos 4 partidos expresan datos llamativos: ganó de visitante dos de ellos -después de una eternidad- pero perdió los restantes en su casa, ante rivales que pelean el descenso (Patronato de Paraná y Aldosivi de Mar del Plata), lo cual indica lo complejo de asimilar estas exigencias que, en la B Nacional, tiene como condimento adicional la ausencia de público de visitante, lo cual convierte al estadio propio en un escenario de tensiones, discusiones y rispideces internas.

En definitiva, son algunas situaciones que también incidirían para entender por qué los partidos salen enredados y tediosos. A la inestabilidad de los entrenadores, muchos de ellos cautivos de planteos tácticos para perdurar, se añade la presión de los hinchas, a veces exagerada, a veces inevitable según la información acumulada durante la semana donde prevalece una única premisa: ganar. O ganar para ser. Aunque no menos cierto es que los casos citados obedecen a errores institucionales propios, inocultables herencias dirigenciales, falta de reflejos para torcer un destino deshonroso. La impaciencia, de este modo, se comprende teniendo en cuenta que los hinchas, algún día, se cansan. Y tal vez muchos no sepan, no sepamos, que ese cansancio no se cincunscribe a lo que se ve sino también a lo que se escucha.
Las broncas concebidas de antemano.

Pablo Provitilo

lunes, octubre 18, 2010

ALL BOYS // Encaravana


Habrá que esperar algunos años para dimensionar con claridad ciertos logros conseguidos por All Boys en el último tiempo: dos ascensos vertiginosos, crecimiento exponencial en su organización y estructura, redefinición de objetivos y premisas para un club cuya  trayectoria se forjó entre dificultades, momentos aciagos y mucha, pero mucha, perseverancia. De ahí que cueste explicar, entender o desmenuzar este ciclo histórico de la entidad de Floresta, expresado en un equipo que promueve asombros y simpatías, pero también interrogantes relativos a cómo sostener los progresos de una etapa que ya ingresa en el arcón de los grandes sucesos.

Acaso sean las parábolas de un período donde algunos olvidados y descartados hechos de páginas y tapas de diarios encuentran, al fin, fugaces y coloridos reconocimientos, visibilidades surgidas de ilusiones y proyectos construidos y abortados durante largos años, sujetos a la espera del día, a la incertidumbre, a los designios de la casualidad o la planificación responsable que desatan, cuando llega la hora, reivindicaciones genuinas de los hinchas, orgullos contenidos, banderas desplegadas en los confines de un barrio de repeticiones y abrumadora calma, de pasiones y luchas localizadas. Territorio de enigmas sobre el que también transita un club acostumbrado a batallar desde su condición humilde y para algunos anónima, fuente de comentarios diversos ante los especiales sonidos que designa su nombre.






En ese escenario extraño y novedoso, de contraseñas escondidas y ánimos revitalizados, All Boys consiguió un triunfo importante de acuerdo con su meta principal, sostener la categoría, y la investidura de otro rival calificado, Independiente, equipo que hace 31 años no visitaba Floresta. De ahí, posiblemente, se comprenda la euforia de los hinchas finalizado el encuentro, dado que vencer a uno de los denominados grandes, en la tierra de origen, y con la autoridad con que lo hizo el cuadro de José Romero es indudablemente un acontecimiento para celebrar, al margen del declive futbolístico del cuadro de Avellaneda.

 Triunfo que tiene aun más valor teniendo en cuenta la acumulación de lesionados en el equipo titular (Carlos Soto, Cristian Vella, Emanuel Perea y Sebastián Grazzini) y la ya apuntada obligación de sumar unidades, sin espacio para mínimas desatenciones ni inoportunas internas que añadan un escollo a los desafíos , estos últimos previstos desde el inicio del torneo, que se observan en cada encuentro, si bien victorias como ante Independiente suponen contar con armas legítimas para sortearlos. Precisamente, por el sentido solidario exhibido y por haber sido consecuente con ese estilo propio que define al cuadro de Romero, la victoria de All Boys arroja varios puntos altos pensando en futuros compromisos: hubo ratos de buen juego, temple en un mediocampo sólido e inteligente sostenido en el liderazgo de Fernando Sánchez y el desdoblamiento en defensa y ataque de Juan Pablo Rodríguez , y la reclamada contundencia en tramos clave del partido que, eso sí, otra vez no tuvo a los delanteros como protagonistas.

La nota negativa, siendo exigentes, recae nuevamente en la dificultad de All Boys para no fallar en la última pelota. Le pasó tres veces en el torneo (Lanús, Huracán e Independiente) y una de las causas, da la sensación, obedecería a desconcentraciones o apuros involuntarios que conspiran a la hora de madurar un resultado positivo. Revelando, se repite, pasajes en los cuales asomara un equipo que no terminara de convencerse de sus cualidades, de sus meritorias producciones hasta ese momento de desconcierto, de sus reservas anímicas para defender los embates del rival. Queda el atenuante, sin embargo, de aquello que va tomando forma de certeza para muchos hinchas, de a poco comprendido por dirigentes y cuerpo técnico: All Boys, gane o pierda, honra sus recientes avances deportivos-institucionales y su historia misma, con futbolistas que se esfuerzan y cumplen con los rigores de la profesión.

Disputado más de la mitad del torneo, en consecuencia, habrá que recoger la siembra de la breve experiencia y enfrentar el último tramo del certamen con las convicciones pasadas y presentes, y lo que figura entre lo corrigible y lo evidente. Mejorar la cosecha de unidades como visitante es uno de los aspectos a trabajar, reto nada sencillo ya que en la siguiente jornada All Boys protagonizará un duelo esperado por los hinchas, ante Argentinos, vecino con ciertos rasgos comunes pero de distinto trayecto deportivo, situado también en un barrio de historias propias y bien suyas, diferentes a la del club de Floresta, su zona contigüa, hoy movilizada ante la sorpresa, el temor de lo nuevo y las caravanas esperanzadas que, de vuelta en la calle, lo animan a transformarse y redescubrirse entre los indescifrables sentidos de un cambio de época.

Pablo Provitilo

viernes, octubre 15, 2010

ARSENAL // Permanencias



De gran campaña en el Apertura, no parece arriesgado conjeturar que Arsenal de Sarandí, el club más novato (53 años) y el de menos hinchas en Primera División, seguirá en la máxima categoría. Ocho años transcurrieron de su recordado ascenso ante Gimnasia de Concepción del Uruguay y apenas tres del mayor logro deportivo de su breve historia al inscribir su nombre en el concierto internacional. Durante ese trayecto, el club del sur del Gran Buenos Aires consolidó un estilo sólido y aplomado, lejos de convocar a hinchas de otros clubes por los atributos de su propuesta, pero suficientemente efectivo para acumular otros impactos tras su llegada a Primera, entre ellos ruidosas victorias ante los 5 grandes, clasificación a las copas y campañas destacadas que lo afirmaron en un lugar que -para muchos- no merece. O al menos le sobran un par de temporadas según su biografía, derrotero y cantidad de seguidores.

Pero Arsenal, desestimando la lógica, siempre está. Aparece en momentos claves, como cuando eliminó a River en la Copa Sudamericana 2007 o derrotó de visitante a un Ñuls candidato al título en 2009, y resurge de modo curioso ante todo tipo de situaciones desfavorables, llámese sucesión de derrotas, planteles de bajo costo, rivales empinados, apoyo minoritario de hinchas. Un botón de muestra remite al período 2010/2011, problemático para el equipo de Sarandí de acuerdo con la exigencia de escaparle al descenso, aunque rápidamente promisorio tras encadenar resultados postivos que hoy lo sitúan peleando el campeonato, con varios equipos detrás en la tabla de promedios y firme espiritualmente para proseguir en la senda del éxito. Casi sin hinchas, se insiste, solo con el respaldo de la experiencia adquirida en Primera División y de otros aditivos más influyentes que explican esta permanencia de años y exime, al mismo tiempo, de catalogarla con términos como "fenómeno", "suceso" o "boom".




Se sabe, y se ha mencionado en reiteradas ocasiones: decir Arsenal rápidamente genera un mecanismo de asociación con la figura de Julio Grondona, fundador de la entidad que hoy preside su hijo y nombre con el que se bautizó el Nuevo Viaducto, en 2004. Que sea, además, el presidente del ente rector del fútbol argentino no debería forzar lecturas capciosas o basadas en la mera desconfianza, pero resulta insoslayable consignar que desde el arribo de Grondona a la AFA, en 1979, el club de Sarandí creció de modo imparable en el plano deportivo e institucional y generó dos efectos llamativos aunque no contradictorios: afianzarse en la élite del fútbol y erigirse como una institución extraña, ajena e irremediable, sin suscitar simpatia alguna. Algo que no puede dejar de asociarse con su fundador.

Así, Arsenal subsiste en la máxima categoría, probablemente ya aseguró su permanencia conducido por su actual entrenador, Gustavo Alfaro (el técnico con el cual ganó la Sudamericana), o, acaso, haya nuevas gestas esperando. Diez años después de participar en la B Nacional subió a Primera, divisional donde entendió de movida cuál era su función: incomodar a los oponentes, cuidar celosamente lo suyo, persistir en una idea de juego acorde con su linaje y sus ambiciones. No sería extraño, en el complejo y sorprendente torneo argentino, que haya una sorpresa madurando desde Sarandí. Los números le dan.

jueves, octubre 14, 2010

PRIMERA DIVISIÓN // Padres de la derrota


Ángel Cappa y Julio Falcioni difieren en su mirada sobre el juego, aplican distintos esquemas, eligen futbolistas con características divergentes y declaran según copiosas aunque diferentes fuentes de lectura: aparentemente más borgeano, el de River, y más cohelesco -si se concede el dislate de que existiera una corriente literaria con esta denominación-, el de Banfield. Después del debate mediático protagonizado por ambos entrenadores la semana pasada, interesante dado que aludía al juego pero limitado debido a las coberturas posteriores y al propio escenario de la discusión (agendas menos preocupadas por profundizar en ideas y puntos de vista en torno de esquemas y tácticas que por relevar lo accesorio y el lenguaje gestual), la sensación es que los entrenadores se parecen bastante teniendo en cuenta dos factores que se amoldan a los imperativos de la época.

En rigor, Cappa y Falcioni comparten un sustrato común, señalado hasta el cansancio en nuestro sitio, lo cual también harta a este cronista de solo repetirlo una vez más: adjudicarle a los técnicos una importancia fundamental. Por el presunto y definitivo peso de sus decisiones y por haberse encomendado como las cabezas visibles de un proyecto que -pese a que no juegan- los tiene como protagonistas estelares. Y si bien existen matices ya que Falcioni abusa de la primera persona del plural("fuimos oportunos", "nos faltó volumen de juego"), las semejanzas se extienden ni bien Cappa declara, sin rubores, acerca de "las 25 opciones de gol que generó River" en sus últimos encuentros e incurre en una serie de reflexiones donde su figura se erige en símbolo primero del club millonario. Como si Cappa fuera River y del otro lado de la frontera, donde los enemigos se juntan y urden todo tipo de maniobras lesivas, estarían los anticappa, que serían los detractores de River, sin abundar en otros detalles, por ejemplo una autocrítica del entrenador millonario relativa a su altísima exposición, amén de alguna explicación pertinente vinculada con sus cambios compulsivos y, sobre todo, con las flojas performances de su equipo dado que es él -en apariencia- quien juega, discute y genera una oposición que favorece su imagen, desde ya, pero repercute negativamente en el equipo. Un equipo que no pudo ganarle a dos rivales muy flojos, como Quilmes y Gimnasia, y un equipo no anoticiado de su situación futura en caso de persistir con derrotas, empates, Cappa y el entorno.




Lo de Falcioni es rudimentario aunque comprensible si se considera que fue promovido por un sector de la prensa (ojo, Cappa también, aunque el mensaje es diametralmente otro), y no se sonroja al aceptar que los análisis del triunfo siempre reportan elogios, independiemiente de las formas. Sin embargo, el perfil construido por Falcioni, el Emperador que llevó a Banfield a un sitio de privilegio, lo ubica en un lugar incómodo dado que, de acuerdo con las reglas instituidas, no saldría indemne de una caída deportiva, siguiendo con ese "nosotros" utilizado por el técnico de Banfield.

En consecuencia, el segundo aspecto que los une, introduce -una vez más- el íntimo y especial vínculo de Cappa y Falcioni con determinados medios: los tienen en cuenta, los encorsetan, los endiosan y lógicamente les caen encima cuando los resultados devienen adversos. Un círculo que cierra. Aceptado su lugar en la trama, visiblemente comprometidos ante las cámaras, no habría margen para quejas o reclamos. Tras el cruce de la semana pasada -donde Cappa le retrucó a Falcioni los números de su desempeño durante su paso como entrenador del cuadro del sur-, River fue pura impotencia y desconcierto con Gimnasia, a tono con sus anteriores producciones, y Banfield consumó un papelón en la Copa Sudamericana que honra el mote adjudicado al cuadro millonario, allá por los '60.

De tanto creerlo y creerselo, a veces lo logran, parece: entronizarse también como los padres de la derrota.

Pablo Provitilo

lunes, octubre 11, 2010

ALL BOYS // Sobre las horas


El empate sobre la hora en el fútbol conlleva una variedad de sensaciones para el que lo padece: decepción irremediable, bronca desmedida, búsqueda denodada de razones, claves, culpables, interrogantes múltiples ante un desconsuelo inesperado: ¿por qué ocurrió?, ¿dónde se gestó este momento desagradable?, ¿cómo repararlo? Es, en rigor, uno de los condimentos esenciales de este juego, aceptado por todos: saber que hay distintos finales, que nada es seguro ni previsible, que detrás de la queja o el entusiasmo -depende del vencedor o el derrotado circunstancial- habría una última posibilidad donde el azar juega sus cartas. Y define las cosas, como ocurre en otros ámbitos.

Algo del orden de lo impredecible y de los cambiantes finales de juego le ocurrió a All Boys en su visita al estadio Ducó, escenario en el cual pagó caro una desatención en el minuto de cierre, impropia para esta categoría, desalentadora para lo que viene, importante según las lecturas que suscita. La primera de ellas, lógicamente, es que se perdieron dos puntos, pero cabe detenerse en las dificultades del rival, su pobre desempeño en el torneo, para advertir un futuro aun más complejo, trascendente a un empate con gusto a derrota, teniendo en cuenta lo difícil de encontrar adversarios con idénticas carencias al cuadro de Parque Patricios.

Sin dejar de lado, como se dijo, los avatares e imponderables de cada encuentro, otra causa de la igualdad aludiría a la inexperiencia de All Boys, pertinente a la hora de explicar la falta de definición de un equipo que exhibe una curiosidad: Mauro Matos, goleador con 4 tantos, solo una vez lo hizo en otra acción que no sea un penal, mientras que Sebastián Ereros aún no convirtió, sin embargo ambos se mueven con inteligencia, generan peligro, son titulares indiscutidos dado que demostraron su capacidad e hicieron méritos, lo cual -paradójicamente- eleva las exigencias. Y entre las exigencias cuenta la eficacia y el sentido de la oportunidad cuando el partido se presenta favorable.




La decepción por el empate, de todos modos, abarca aspectos no vinculados, únicamente, con las chances desperdiciadas, derivadas de la inmadurez en torno de los tiempos y ritmos de la Primera División. Asoma una contradiccíón para atender según un episodio con impacto dentro y fuera de la cancha, tras el reclamo del Chino Zárate, -un emblema de este grupo relegado del equipo titular, apellido querible ni bien en el recuerdo aparecen imágenes del Monito Zárate y del paraguayo Zárate González - al señalar en una entrevista "que los históricos merecemos respeto". Declaración donde le asisten razones al Chino, protagonista de los dos ascensos recientes, pero inoportunas ante la inminencia del duelo con Huracán ya que, sin quererlo seguramente, introduce una fisura en el seno del plantel, compromete el trabajo diario con una postura egoísta y le traslada dudas al técnico. José Romero, precisamente, incluyó al jugador en el duelo, tal vez influido por los movimientos y declaraciones del futbolista, tal vez no. Lo concreto es que Zárate tuvo un aceptable rendimiento durante el rato que estuvo en Patricios al ordenar el equipo, darle fluidez al juego, mostrar destellos de su clase.

El problema radica en que no rige el mismo criterio con otros jugadores, por ejemplo Agustín Torassa. Aquí nuevamente volvió a fallar el entrenador al insistir con Cristian Fabbiani, alguien que esta columna intenta omitir u olvidar aunque resulta dificultoso si se considera que un día, vaya a saber cómo, estacionó su camión de 110 kilos en Floresta, burlando a sus compañeros, a los hinchas y al fútbol mismo. De persistir la inclusión de un jugador que desestabiliza, como Fabbiani, All Boys corre riesgo de confundir el camino, de renunciar a jugar con once futbolistas comprometidos con su trabajo y con sus colores, de ofrecer enormes ventajas considerando un calendario que anuncia al renovado Independiente, la próxima fecha, y al recuperado Argentinos Juniors, la otra semana.

Distinto es el caso de Zárate, quien -eso sí- deberá entender que su próximo retiro, las diversas formas del reconocimiento, no habilita a incurrir en gestos y actitudes que opaquen la gratitud y el afecto todavía intacto de los hinchas de All Boys.

Pablo Provitilo

domingo, octubre 10, 2010

MEDIOS // Rebeldes complacientes


La rescisión del contrato que unía a la AFA con TSC y el Grupo Clarín modificó el mapa de la oferta televisiva en materia deportiva. El tradicional ciclo Fútbol de Primera, afectado por la intervención del Estado al transmitir en forma gratuita los 10 partidos de la fecha por canales de aire, dejó de emitirse en 2009 debido a la pérdida de los derechos de exclusividad de las imágenes y el bajísimo rating acumulado, revelando un fracaso periodístico en el mejor de los casos y abriendo paso, de este modo, a hurgar en otras alternativas.

Una de ellas es el programa El Show del Fútbol (América, los domingos a las 23) conducido por Alejandro Fantino y secundado por un grupo de periodistas y ex jugadores, cuyos tópicos se centran en la polémica chata y estéril, visibles insidias de los panelistas con denuncias muchas veces infundadas y un sesgo amarillista indisimulable que distingue a cierto sector del periodismo deportivo argentino, promovido y fogoneado por TyC durante las dos últimas décadas. Así, el programa relega a un segundo plano los testimonios de los verdaderos protagonistas, posibles debates sobre el juego y sus múltiples variantes al priorizar, en cambio, el escándalo y lo que parecería la función primera de este periodismo que persiste: el entretenimiento por sobre la información. Con escenas grotescas y de mal gusto, incluso, como el resonante cruce de índole personal que protagonizaron el ex futbolista Oscar Ruggeri con el comunicador Elio Rossi, en el cual ambos profirieron descalificaciones, agravios y gestos discriminatorios.

Sin embargo el envío no solo se nutre de elementos residuales sino que también asume una definida posición política al apuntalar a Daniel Vila, uno de los dueños de América, presidente del club Independiente Rivadavia de Mendoza y asiduo visitante al programa, como nuevo titular de la AFA en 2011.

Demasiados ingredientes, en suma, en torno de una propuesta basada en el impacto y el lobby permanente, incómoda para dirigentes, hinchas y periodistas según dijo su conductor, aunque la fórmula sea trillada, ramplona y, para disgusto de los productores, condescendiente.


Pablo Provitilo

viernes, octubre 08, 2010

SELECCIÓN NACIONAL // La refundición


Aceptado que los entrenadores son actores centrales del espectáculo y que los resultados definen proyectos, aptitudes y eternas refundaciones, la previsible derrota argentina ante el aficionado combinado de Japón sugiere el error, el flagrante error de la AFA, de no prolongar el ciclo de Diego Maradona como conductor del equipo nacional. Razones, muchas. Su breve estada en el cargo (1 año y medio, el de menos tiempo en las dos décadas precedentes), los aprendizajes adquiridos por el diez durante su mandato y, como ya se apuntó en otra columna, las señales favorables de una renovación en curso que le había reportado al seleccionado un honorable 5º puesto en Sudáfrica 2010 y el romance con buena parte de los hinchas, expectantes por su Selección como hacía tiempo no ocurría, agradecidos por los esfuerzos realizados con una impresionante movilización a Ezeiza.

Pero la AFA reincide con desatinos y miradas estrechas, al margen de operaciones políticas que involucran a empresas de medios, representantes, ciertos periodistas, técnicos y jugadores. La llegada de Batista, precisamente, se vincula con esto último de solo observar el currículum del ex técnico de los juveniles, su idea de juego y su escasa humildad de asumir que se autodesignó como el sucesor de Maradona, un ícono popular de los argentinos. Demasiado nombre para desestimar su gestión como técnico del seleccionado ya que algún acierto habrá tenido en ese breve lapso y, peor todavía, para omitir que es Maradona el que reclama volver. Es Maradona, Batista, no Walter Perazzo..

De modo que la caída con Japón es consecuencia de una forma de conducción agotada, de un tipo de periodismo tóxico y mendaz, y de un grupo de jugadores comprometidos con una única causa: la de alimentar sus cuentas bancarias. Un buen ejemplo es Messi, otra vez de rendimiento deslucido con la camiseta argentina, declarante de poco vuelo según sus expresiones previas al amistoso con los nipones. "El capitán es Mascherano, no me hace falta la cinta (...) Quiero que el Checho se quede. Me gusta como estamos jugando". Este es el líder comprometido que eligió Batista y que celebra determinada prensa. El de los galardones pomposos que acumula en soledad, todos ajenos a la ilusión de los hinchas argentinos, cautivos de un futbolista que, habrá que entenderlo, prioriza lo individual sobre lo colectivo.

En suma: la salida de Diego tuvo efectos perjudiciales para el futuro de un Seleccionado, hoy derrotado por Japón (!), mañana quizás por la simpática Islandia. Peor aún; la crisis revela que la AFA exageró al pedir los alejamientos de los colaboradores del diez, si su interés era echar a Maradona. ¿O Mancuso es menos que Batista?.

Pablo Provitilo

jueves, octubre 07, 2010

B METRO // En este día y cada día


El Club Atlético Atlanta cumplirá el próximo 12 de octubre, fecha rebautizada como "Día por el respeto de la diversidad cultural" por disposición del Gobierno Nacional, 106 años de valiente, controvertida y dilatada historia.

Y el aniversario se corresponde con un momento dichoso de la entidad de Villa Crespo de acuerdo con su recorrido en los últimos años en los cuales levantó dos pedidos de quiebra que acechaban la economía del club, recuperó su tradicional sede social tras 15 años de abandonos y ausencias, abrió nuevamente las puertas de su estadio después de 3 almanaques, promovió diversas iniciativas educativas y sociales mediante el activo rol de sus asociados, editó una notable película sobre su Centenario (Siglo Bohemio, producida por Mónica Nizzardo, de la ONG Salvemos al Fútbol) e inauguró el Centro Cultural Los Bohemios, comprometido con las demandas e intereses de la comunidad, impulsor del nombramiento de Juan Gelman como socio honorario de la institución e integrante de la Comisión Homenaje y Monumento a Osvaldo Pugliese, que acaba de concretar  junto con el barrio y el club un reclamo de más de 15 años de ardua pelea: sumarle el nombre del recordado pianista y compositor a la estación Malabia del subterráneo.

Entre los responsables figuran la gestión llevada adelante por su presidente electo en 2005, Alejandro Korz, consecuente con el pensamiento y los lineamientos de una entidad con varios dirigentes ilustres durante su extenso derrotero, entre ellos -e indudablemente el más importante- León Kolboski, cooperativista y presidente que asumió en 1959, quien consumó varios hitos en su mandato: mejorar visiblemente un estadio que hoy lleva su nombre, fomentar el desarrollo de numerosas disciplinas y -sobre todo- convertir al club de Villa Crespo en una referencia vital de la comunidad y de la ciudad, espacio de pertenencia e identificación de la población, orgullo deportivo que hicieron de Atlanta lo que aun hoy lo distingue y lo caracteriza entre avances, retrocesos y paredes despintadas cuyos ecos devuelven viejos gritos y nuevas voces apasionadas, situadas entre épocas: ser un club de Primera División. Por historia, por derecho propio, por linaje.



Korz, sucesor de Carlos Moreno, logró también desvincularse de esos enemigos internos que anidan en las instituciones, por ejemplo el economista Miguel Ángel Broda, aportante de dinero en el club con las firmas Taffirol y el Centro Médico Fitz Roy, finalmente alejado de la entidad tras numerosos cuestionamientos por sus manejos. Asimismo, el club formalizó en 2009 un provechoso convenio con Lanús y, después de continuos sinsabores, vuelve a pelear con serias chances de ascender en el dificultoso, maratónico, endemoniado y cruel torneo de la B Metropolitana, uno de los campeonatos donde la AFA impone sus castigos al ofrecer 1 solo ascenso y prohibir el ingreso de público visitante.

 No faltan, pese a los ostensibles progresos, ciertas quejas sobre el modo de conducción de Korz. Pero el resurgir o presunto estancamiento de Atlanta no es, ni podría ser, consecuencia de los deseos y de las apetencias personales de una sola persona. Como ocurre siempre, aquí se observa el decisivo protagonismo de los hinchas y de la comunidad en su conjunto. Estuvieron y están los más longevos, los que vieron jugar a esas glorias bohemias asiduamente recordadas (Luis Artime, Carlos Griguol, Néstor Martín Herrea, Hugo Gatti, Gómez Voglino, Alberto González, entre tantísimos otros) y los que se reunían en la noche porteña de su club, sede de romances y bailes felices, de las prácticas sociales y comunitarias pero también territorio de los incipientes flaneurs de Buenos Aires-figura creada por el poeta Charles Baudelaire para aludir al paseante callejero de París en el siglo XIX-, que representaban y honraban el mote.
También asoman las generaciones intermedias, que vieron el derrumbe de Atlanta junto con sus mayores, y las nuevas, testigos de un tiempo con vacilaciones, receptores obligados de relatos orales, optimistas que reencuentran su identidad en los colores del club, que son los de su barrio.

Todos han aportado, con distintos niveles de incidencia, para celebrar un aniversario que augura próximas victorias: la futbolística, indudablemente, es la más esperada. Hay otros triunfos conseguidos: la vuelta a los orígenes, la recuperación institucional, el lento pero posible retorno a un lugar merecido en lo deportivo. Una rápida mirada sobre sus vecinos alimenta el principal sueño de los hinchas: Argentinos, de La Paternal, volvió a consagrarse campeón tras 25 años, Vélez, de Liniers, ensanchó su caudal de hinchas y sigue en la cumbre en base a un modelo institucional ejemplar, All Boys, de Floresta, retornó a Primera después de tres décadas y Ferro, de Caballito, progresivamente reencauza su presente conforme los socios y su gente se apropian y luchan por lo que es suyo.

Cabe hipotetizar, entre otros condicionantes, si la bonanza económica en el páis durante los últimos 7 años habrá generado un fenómeno de protagonismo y de participación popular capaz de devolver a los clubes algunas de sus premisas fundacionales. O si las reservas anímicas de cada hincha, cada sujeto, estaban allí, esperando la oportunidad de integrarse en una causa colectiva. Lejos del deterioro de los '90, de sus efectos devastadores, no se vislumbran hoy soledades, quiebras o clausuras. Al contrario, de aperturas sabe Atlanta y otros clubes en este lustro. De encuentros masivos, de renacimientos, de tenaces esfuerzos que, a veces, tienen premio.

Pablo Provitilo

miércoles, octubre 06, 2010

RIVER // Fuera de foco



Los repudios sobre la figura de Ángel Cappa se extienden a los más variados personajes. A las recientes declaraciones de Julio Falcioni, caldo de cultivo de copiosas agendas periodísticas ancladas en los pliegues del morbo, se suman en el último tiempo distintos entredichos con las siguientes personalidades, como bien consigna el sitio web La Pelota no Dobla (http://www.la-pelota-no-dobla.blogspot.com/): los arqueros Daniel Vega y Sebastián Peratta, el entrenador Ricardo Gareca, los árbitros Juan Pablo Pompei y Gabriel Brazenas, los periodistas Fernando Niembro y Nicolás Distasio, los dirigentes Fernando Raffaini y Carlos Babington y el futbolista Juan Sebastián Verón, al margen de un sector de la prensa hegemónica que, militantantemente y desde hace años, le enrostra sus continuos fracasos deportivos y una idea futbolística atrasada, definitivamente obsoleta según las exigencias/desarrollos/complejidades del juego en el presente. Mediatizado presente, cabe decir.

Independientemente de las razones de los protagonistas (incluido Cappa) en la confrontación discursiva, banal o interesante según el caso, los gestos y reacciones desproporcionadas de Cappa detrás de la línea de cal y la soberbia de sus palabras en esos interrogatorios persecutorios llamados conferencia de prensa (acusaciones a los árbitros ante fallos adversos, ninguneo sobre los rivales, ausencia de autocrítica) denotan que es el actual técnico de River quien parece aturdido y desequilibrado, lo cual suscita diversas interpretaciones ante semejante conducta, en apariencia ligada con enemigos que florecen por todas partes.



Uno de las probables motivos de su discutido comportamiento  parecerían remitir a una aseveración conconsenso y debatible aunque avalada por el entrenador de River: los técnicos son actores de gran influencia. Y si bien Ángel adjudica esa influencia a la capacidad de inculcarle conceptos a sus futbolistas, esa convicción cede, contrasta con sus insultos ante las cámaras durante los partidos y se traslada a otro terreno, el de los medios, donde asume un protagonismo desmesurado, acapara la atención a partir de un guión bien escrito pero desafiante, incluso sin medir lo que en el fondo sabe y conoce: las repercusiones postreras de "su verdad" en la cadena de comunicación de 24 horas, una posición extrema que -lógicamente- alimenta la maquinaria no de un debate de ideas enriquecedor, sino el de las disputas personales, de la cháchara improductiva, del entrenador adecuado para nutrir páginas y horas del show. Con lo cual, sus convicciones y su filosofía de juego, el enfásis de una propuesta futbolística que representa "la verdad" arrastra a los clubes donde dirige -a sus jugadores, dirigentes e hinchas- a una situación  incómoda dado que el narcisimo del entrenador, sus batallas pasadas y presentes, corren el foco de lugar, por ejemplo al no reparar en el estado delicado que atraviesa River. Más aún, sus actitudes mediáticas exigirían, para desprevenidos o despistados, ser hinchas de Cappa antes que de River.

Otro aspecto que arroja el affaire Cappa se vincula, precisamente, con la institución millonaria en la cual los técnicos que llegan con cierta reputación, antecedentes más o menos respetables, se transforman conforme pasan los primeros meses en sujetos asediados por el mundo, tercos y embravecidos, posiblemente debido a ocupar el centro de inquisidoras y constantes miradas. Será por la propia dinámica de la entidad, su ominosa situación de los últimos años, o por cuestiones externas. Lo cierto es que Cappa ya integra esa lista de personajes que olvidan su condición limitada, el aporte secundario en una estructura, la relación finita con el prestigio y la trayectoria del club.


Pablo Provitilo

sábado, octubre 02, 2010

ALL BOYS // Revelaciones


Era previsible que el duelo con Tigre resultara difícil, áspero y de desarrollo intenso. Por las necesidades de ambos, acechados por los implacables promedios, y por el estilo futbolístico del cuadro de Victoria asentado en la fuerza física, la marca obsesiva, el juego aéreo y la entrega al máximo de sus futbolistas. Lo sorprendente, en todo caso, fueron la cantidad de goles (6) y las rápidas reacciones de All Boys para remontar el score adverso, un aspecto que suele confundirlo, arrebartarlo y condicionarlo, según sus campañas en los dos últimos años. En esta oportunidad, debió acudir al empeño de sus jugadores desequilibrantes para nivelar tres veces el partido, lo cual amerita varias reflexiones inmediatas y breves: la floja performance de la defensa y de cierto sector del mediocampo -especialmente en la zona derecha-, la incidencia determinante del arquero Nicolás Cambiasso cuando ataja mal, y las endebles convicciones del cuadro de José Romero, obligado a encarar cada encuentro en condición de local con más enjundia, distintos recaudos, otras ambiciones.

Transcurrido casi la mitad del torneo, la campaña de All Boys dista de ser mala aunque crecen las señales negativas tras los enfrentamientos con Tigre y Lanús, en parte debido a inseguridades entendibles producto de las exigencias de la categoría y de un sistema de disputa asfixiante para los clubes advenedizos a la Primera División. Pero también hay visibles problemas en diferentes órdenes. Futbolísticamente, y en lo que parece un hecho recurrente, el equipo de Romero se posiciona en el campo de modo expectante, como si renunciara al atrevimiento y la rebeldía de algunos de sus futbolistas, demasiado pendiente de las aptitudes del rival, de sus intenciones y de sus circunstancias/coyunturas de entresemana. Derivado de lo anterior, sobreviene la inestabilidad en el rendimiento de All Boys ligado con factores anímicos: por momentos se empequeñece y recuerda con nostalgia los duros pero entrañables días del ascenso, y en otros lo tonifica su caudal de barrio y barro, amén de raptos de un juego interesante, bien concebido, capaz de provocar el efecto contrario; aplacar el entusiasmo y las calidades de oponentes que llegan con la certeza de llevarse el triunfo, cómodamente, por peso propio.

                             

El reto, en consecuencia, consiste en fortalecer lo espiritual y una idea futbolística no supeditada -únicamente- a avatares externos dado que hay estructura y algunos valores interesantes en función de ataque. En el encuentro ante Tigre, por ejemplo, Sebastián Grazzini nuevamente tuvo un desempeño destacado al anotar dos goles clave, en tanto Fernando Sánchez exhibió un compromiso conmovedor ocupando con criterio distintos espacios de la cancha, y Mauro Matos, Sebastián Ereros y Agustín Torassa -de auspiciosa reaparición- mostraron y muestran olfato, habilidad y sentido colectivo para complicar en el área adversaria. Hay, como se observa, buenos intérpretes para salir de la cautela y la disyuntiva, de esa duda paralizante entre asumir mayor protagonismo o esperar con semblante preocupado.

En ese marco, el intento de priorizar lo propio, mostrar las fortalezas, deberá atender -eso sí- otros factores, fuertemente enlazados. Lesionados Cristian Vella y Emanuel Perea, el equipo sufre descompensaciones ante la ausencia de relevos con similares, o al menos aproximadas, cualidades, razón por la cual los posibles refuerzos en el receso  ya debería ser tema de debate en las próximas reuniones de comisión directiva. Elevar las exigencias y la solidez de conjunto, independientemente de los rivales, también cobra especial importancia. El siguiente duelo ante Huracán, de hecho, augura numerosos obstáculos de acuerdo con la disposición y la mentalidad que adopte All Boys, débil y muy tierno cuando abandona Floresta al sumar 1 punto de 12 posibles y jugar con diferente temple.

Igual o más relevante que el resultado, será arriesgarse a ganar o perder siendo fiel a un estilo, a veces extraviado y muchas otras existente según la reciente trayectoria de All Boys, sin guardarse nada, recordando que fue ese estilo el que lo llevó a esta categoría de lujo donde cada compromiso demanda escaparle, durante largo rato, a la inevitable timidez. Y a las instantáneas de una experiencia de viaje, circunstancial si prevalece la sorpresa, los ojos congelados, la mirada contemplativa, ante los diversos y luminosos paisajes que aun deberá recorrer.

Pablo Provitilo

viernes, octubre 01, 2010

BOCA // Cuestión de altura



La carrera futbolística de Martín Palermo no deja de producir asombro, emociones y los más variados comentarios de quien es hoy, indiscutiblemente, una de las leyendas deportivas vigentes de la Argentina. En rigor, mucho se ha hablado sobre las excentridades y los episodios destacados del nueve de Boca, de su condición goleadora, de la aureola imperceptible que conduce al mito, del rodaje de un film o de la narración de una biografía siempre en elaboración, dado que no asoman rastros de su posible retiro o de su incapacidad para consumar nuevos sucesos.


Otro tanto ocurre con su suculenta estadística expresada -fundamentalmente- en la concreción de un recórd significativo, erigirse como el máximo goleador xeneize de todos los tiempos con 227 conquistas, y uno pendiente sin demasiada resonancia aún, seguramente incluido entre los flamantes e interminables objetivos de Palermo: acceder al quinto puesto de artilleros históricos del fútbol argentino. Y como cada registro pulverizado por el Titán suele generar, en simultáneo, desbordantes alegrías y todo tipo de elogios por lo conseguido y exigencias y severas miradas sobre sus futuros rendimientos, conviene detenerse en este punto alusivo a la posibilidad de que el goleador boquense ingrese en el selecto grupo de elegidos, si es que logra sumar 9 goles más a los 218 que computa actualmente jugando para Estudiantes y Boca, en distintos períodos.

De lograrlo, algo probable según el promedio de anotaciones y su venturoso presente, habrá desbancado nada menos que a José Francisco Sanfilippo (226 gritos), un futbolista extraordinario de acuerdo con la visión de aquellos que pudieron observarlo en plenitud. Se tratará, indefectiblemente, de un acontecimiento con derivaciones múltiples, plausible de establecer comparaciones antojadizas entre los dos goleadores aunque permitidas en el juego de opiniones sobre gustos y estilos. Sobresalen, en tal sentido, notorias diferencias en Sanfilippo y Palermo relativas al aspecto físico, a las cualidades técnicas y a las conductas dentro y fuera de la cancha. Respecto del primer y segundo item, cabe puntualizar determinados matices que desestiman evaluar sus disímiles atributos de modo lineal. La escasa altura, por caso, no le impidió al ex San Lorenzo acreditar cuantiosos goles de cabeza, en tanto el Titán ha demostrado su particular técnica con un repertorio de conquistas exquisitas. Ambos coinciden, además, en otro rasgo indispensable para acumular semejante cantidad de goles: la versatilidad para convertir con ambas piernas.


Menos fanfarrón el jugador de Boca, más pendenciero el ex San Lorenzo, existen marcados contrapuntos entre ambos en el rubro personalidad/carisma no circunscriptos a cuestiones deportivas. Palermo, en este sentido, corre con ventaja ya que es un futbolista en actividad y se desconoce su futuro tras el inevitable retiro, si bien algunas versiones indican que se dedicará a la dirección técnica. De Sanfilippo, luego de abandonar el fútbol, incurrió en diferentes cargos directivos y en el rol de panelista televisivo, desvirtuando -sobre todo para las nuevas generaciones- su enormes condiciones y el gran jugador que fue.

Pero los dos reunían dentro del campo, según testimonios diversos, templanza y agallas, presencia y voz de mando, apariciones furtivas y milagrosas para gritar con los hinchas esos goles imposibles. Ante estas aptitudes los números y otros aspectos tienen importancia relativa dado que el reconocimiento a Sanfilippo y Palermo va más allá de haber convertido más o menos tantos, quedar en tal o cual lugar del ranking histórico, ser recordado por el virtuosismo o la torpeza. Entre otras cosas, porque la antojadiza comparación no pretende consagrar a uno sobre otro y, en caso de que alguien midiera números y cualidades futbolísticas de ambos, se debería consignar que refieren a estilos de juego, coyunturas y sociedades distintas. Y porque los dos, asimismo, ya nutren la auténtica enciclopedia futbolera, esa que incluye hechos, anécdotas y narraciones entrañables. Sanfillippo, lamentablemente, ya no juega pero asesora a clubes y opina arrumbado en estudios televisivos de bajo presupuesto. Palermo es hoy la contracara y exige a los que no son de Boca, en el esfuerzo de despojarse del amor por los propios colores, de disfrutar de una escena conmovedora, de rendirnos a la sorpresa y el azar, de celebrar que la emoción trasciende épocas e interpela a todos desde nuestra condición de hinchas.

"Me quedo con el Sanfilippo jugador", dicho por simpatizantes mayores de distintos clubes, configura un testimonio contundente de que lo importante es el juego y sus infinitas incidencias y circunstancias.

Lo que efectivamente empieza, termina y perdura.

EL PAÍS REAL // La revolución será transmitida


Somos un sitio dedicado al fútbol pero intentamos, a veces infructuosamente, analizar sus cruces con la política. Mejor aún: insistir con la idea de que el deporte no es ni puede ser una esfera autónoma, incontaminada, alejada de las coyunturas sociales y económicas que lo condicionan y lo estructuran, lo moldean y lo insertan en un trama político-cultural. No quedamos ajenos, entonces, a los hechos verdaderamente trascendentes.

El fallido golpe de estado en Ecuador, la religitimación del gobierno democrático de Rafael Correa, a muchos nos alegra y nos invita a sentar nuevamente posición: hoy somos orgullosamente sudamericanos. O Sudacas. O Negros de Mierda. O tipos que perdieron la inocencia pero no la esperanza. Las causas colectivas, el posible destino libre de los pueblos del sur, nos siguen animando a creer, a pensar con otros, a disfrutar y a amargarse, a continuar con la ardua tarea de descifrar sentidos, conspiraciones, engaños, operaciones del lenguaje. En eso intervienen las escrituras. Cómo nombrar las cosas, cómo transformarlas, cómo encontrar las palabras inaudibles. Aquello que reencuentre el auténtico decir cuando se dice. Un poscionamiento, un modo austero pero legítimo de penetrar en las injusticias y complejidades del mundo. En ese mundo, y en el que aspiramos, habita el fútbol, sus símbolos populares y sus zonas oscuras, aquello que dialoga con las lastimaduras y las victorias verdaderas de una época.