La eliminación de Real Madrid ante el Lyon de Francia (sexta eliminación consecutiva de los madridistas en octavos de final) genera sorpresa en el mundo futbolero. Profunda sorpresa. Hablamos, al cabo, de algo más que una transitoria caída en la prestigiosa Liga de Campeones de Europa. Es que en el Santiago Bernabeu, ayer, confluyeron varias derrotas: la derrota de los millones invertidos por un mecenas madridista en el marco de un país con creciente desocupación y múltiples demandas sociales, la derrota de un jugador-modelo entregado a los artificios del dinero, la derrota de un ex técnico genuflexo que creyó en un gerenciamiento sano, la derrota de un tipo de periodismo que vende galácticos y peseteros casi simultáneamente, la derrota de la especulación aplicada tambien al juego.
En síntesis, la debacle del Real Madrid desnuda un estado de época y consagra al fútbol, el querido fútbol, ese espectáculo deportivo que resiste con sus azares, sus imponderables, su dinámica desprovista de cualquier lógica.
Asimismo, estos primeros cuatros encuentros correspondiente a octavos (los restantes serán la próxima semana) entregaron otros datos importantes. Fiorentina, por caso, mostró orgullo para superar al poderoso Bayer Munich en una serie que finalizó igualada, si bien los alemanes capitalizaron la ventaja de haber conquistado dos goles en condición de visitante. Otro hecho curioso fue el duelo Manchester United-Milán, cuyo resultado global (7-2) revela la superioridad inglesa y expone la decadencia del club más ganador de Europa. El Arsenal, finalmente, superó holgadamente al Porto con argumentos interesantes y conocidos para algunos de sus seguidores/hinchas en Argentina: buen trato del balón, fidelidad a una idea, conceptos futbolísticos claros. No parece descabellado, pese a que el camino es largo y abundan avatares y contingencias, imaginar una final de lujo entre el Arsenal y el Barcelona.
Mientras tanto la Champions, probabilidades del margen, ofreció uno de esos batacazos que alteran el ritmo natural de la competencia, incluso con remiscencias y derivaciones impensadas que, acaso, aporten alguna enseñanza sobre vencedores y vencidos. Algo es seguro entre tantas conjeturas e incertidumbres: la final será, como estaba prevista, en el Bernabeu, aunque sin público local y sin los millones impunes de quienes creen, y muchas veces consiguen, comprar un pedazo del mundo.
Pablo Provitilo
1 comentario:
eso pienso yo que es lo quemas duele al madrididismo, no jugar la final en su propia casa, hubiese sido hermoso que jugara al final, un aforoterrible, un saludo excelente bl0g
Publicar un comentario