martes, noviembre 09, 2010
CINE // El hincha, de vuelta
En una saludable iniciativa, el programa Filmoteca (lunes a jueves a la medianoche, por la TV Pública), dedica en esta semana un breve ciclo acerca del fluido y especial vínculo entre el cine y el deporte, en diferentes períodos históricos. El recorte de temáticas, no azarosamente matizadas o directamente ligadas con contextos sociales y políticos muy marcados, abarcan una serie de filmes nacionales e internacionales sobre especialidades diversas en distintos registros, dado que incluye documental y ficción, siempre presentados con la lucidez de dos verdaderos cinéfilos que parecen extraídos de la época de los hermanos Lumière: los conductores Fernando Peña y Fabio Manes.
A tono con el interesante menú del programa pautado, El Hincha (1951), de Manuel Romero, fue la primera película exhibida, y no caben dudas de que se trata de un film de colección, inolvidable y de asombrosa vigencia. El núcleo es conocido, si bien cabe reiterarlo sintéticamente: Ñato (Enrique Santos Discépolo) es un fanático del humilde club Victoria, agobiado por el probable descenso de su equipo y -acaso- por las responsabilidades del inminente -y recurremente postergado- casamiento con su mujer (Diana Maggi). Prueba de su condición de hincha apasionado e incondicional, aporta una solución posible en una tumultuosa reunión de la comisión directiva al postular una chance para su cuñado, el joven de la 4ª Ricardo Suárez (Mario Passano), lo que generará tras su gran desempeño varios conflictos simultáneos que ponen de relieve distintos sentimientos: el amor, la traición, la fidelidad, la amistad, la soledad.
De los aspectos más notables de la película sobresalen, por un lado, el espacio donde Discépolo compone su personaje (el bar, la tribuna, la casa materna, el club) resumido por el protagonista como "la barriada", lo cual conduce a pensar en la época donde transcurre la película, ya que El Hincha y toda la obra de Discépolo no pueden pensarse sin las características del primer peronismo, manifiesto en los cuerpos y la voz desgarrada del Ñato, en el espíritu comunitario de la barra, en los lazos de identificación con el club y en el clima intenso y festivo que domina el filme de principio a fin. Pero, por otro lado, aparece una ética para resaltar ante los negocios y la corrupción que ya se vislumbraban en torno del fútbol profesional. El Ñato los combate en una escena memorable donde desestima un arreglo para que Suárez vaya para atrás -como se dice en la jerga futbolera- al grito de "sobornoo, sobornoo" munido de una botella de sidra rota y sin agregados de ningún tipo, y en la creencia de los valores humanos del crack (Suárez), perdido en los paraísos de la fama, finalmente recuperado por una barra capaz de perdonar dos duras afrentas: los goles del viejo ídolo que motivaron el descenso del Victoria y los festejos posteriores que lo tuvieron a Suárez como privilegiado protagonista.
Otro enfoque, la teoría
Cabe apuntar otro tema en cuestión de esta película que estimula diferentes y curiosas lecturas de acuerdo con las representaciones que pone en escena. Por ejemplo el ensayo del historiador Omar Acha, titulado El hincha y el futbolista: masculinidad y deseo homosexual en el cine durante la década peronista (Argentina, 1946-1955), toma como referencia el film de Manuel Romero para postular una hipótesis fuerte: "El deseo homosexual, más que estar “asociado” al fútbol practicado y alentado por varones, fue su condición de posibilidad y esa era también la trama que permitía la traducción de sentidos entre el fanatismo futbolístico y algunos de los lenguajes políticos del peronismo clásico. Esta hipótesis implica otra que abordaré en otro lugar, a saber, que el deseo homosexual era también parte integrante y decisiva de la sociabilidad política peronista tal como lo era el anhelo heterosexual". Más adelante, y luego de explicar la relación sexual entre la mirada del hincha y el rol del futbolista inspirado en Los cuatro conceptos fundamentales de Jacques Lacan, arriesga otra hipótesis: "en la relación del Ñato con Suárez se expresa la ligazón homosexual con el futbolista, vínculo tipo de la estructura libidinal del fútbol". También se sostiene que la relación de pareja es "entorpecida" por el fanatismo futbolístico.
Sin profundizar en los debates que suscitan estas tesis, vale puntualizar que no son novedosas las voces que señalan las conductas homofóbicas de la cultura del fútbol. Acha le añade que es "el deseo homosexual lo que fundamenta la subjetividad masculinista y homofóbica de la identidad futbolística del hincha". En el caso de la película citada, efectivamente aparece el amor entre hombres, pero cincuscripto en una trama más amplia donde la homofobia, el machismo y hasta el racismo quedan relegados o subsumidos por un espíritu de época donde el texto principal parecería ser otro: aquí importan las lealtades y las pasiones (con eje en el fútbol), independendientemente de las orientaciones sexuales y los actualizados temas de género. Dos ejemplos como muestra: los reclamos de Lina (Diana Maggi) para casarse van acompañados de la confesión de "que no se qué me habrá enamorado de vos". Y puede pensarse que el enamoramiento de Lina está dado por la vitalidad y los entusiasmos de Ñato, al punto que ella también celebra, discute y pelea por verlo feliz, tal vez por la recompensa futura del casamiento, tal vez porque así como es lo quiere y lo desea.
El otro factor que atenúa subrayar el vínculo homosexual entre Ñato y Suárez radica en cuestiones que los futboleros de ley conocen de sobra. Porque todos creemos encontrar la joya olvidada y nos aventuramos en vaticinios sobre jugadores, resultados, posibles desarrollos de los partidos. De hecho lo que verdaderamente importa para Ñato, como expresa la escena final, no es Suárez-futbolista, Suárez-hombre, Suárez-voyeur sino el Victoria, el orgullo del barrio, un disfrute de otro tipo: las maniobras exquisitas del crack. Sobre la base del vínculo con el club y con el fútbol-juego se construye la relación amorosa y sobre los pliegues de una época de pasiones El Hincha habla de amores, de convicciones profundas, de las primeros signos de corrupción, de los sueños de quienes se rompen los pulmones "hinchando" por un ideal.
¿O es que eso no vale nada?.
P.P.
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