martes, agosto 03, 2010
RIVER // Entre el escepticismo y la ilusión
De su laureada, robusta y poderosa trayectoria, no caben dudas de que River tiene por delante un desafío de dimensiones considerables que lo sitúan en una época marcada por la incertidumbre y la complejidad. El descenso, un asunto siempre del resto, tiene el significado de la novedad para un club que cultivó otros principios y otros escenarios en su historia de 109 años: una filosofía de juego definida, acentuado protagonismo en el ámbito local, destacados representantes que hicieron de su semillero una marca registrada.
No es casual este sombrío presente originado en la gestión de José María Aguilar, el presidente que será recordado en resúmenes y efémerides diversas por su peculiar estilo dado que la historia, afortunadamente, guarda un lugar de privilegio para los verdugos, obliga a ejercitar la memoria y aclara situaciones que no irrumpen de la casualidad o el simple desatino. En River se impuso un proyecto futbolístico estructurado en etapas, con objetivos y políticas concretos, los cuales invariablemente conducirían a determinado resultado. Ese resultado está a la vista: último en la tabla de promedios y seriamente debilitado en el aspecto económico, con estructuras que fueron desmanteladas e hinchas entregados a la causa de sufrir, lejos del disfrute de décadas pasadas. Cabe, en ese sentido, evitar las perplejidades o el asombro ante el delicado momento actual cuando River ha sido desprovisto, en los últimos años y de modo consciente, de los núcleos poderosos que afirmaban su identidad a partir de la puesta en prácticas de lineamientos específicos, como por ejemplo tramar un andamiaje de negociados y componendas desde un discurso progresista cuyo primer indicador, entre otros, fue no oponer respuestas o alternativas eficaces a la hegemonía boquense que prevaleció en el fútbol argentino a comienzos del 2000.
Más graves aún fueron los efectos a largo plazo, expresados en un presente donde abundan escepticismos varios y reclamos asociados no con ganar la Libertadores o la Copa Intercontinental, requisitos a tono con la grandeza del club, sino con evitar el naufragio de irse a la B, última estación de un periplo oscuro, traumático y previsible. Muy previsible.
De acuerdo con el difícil panorama, la nueva dirigencia tomó importantes decisiones de cara al bienio 2010/2011. Tardíamente, podría decirse, aunque conviene ser justos con una comisíón directiva que ganó las elecciones en diciembre de 2009 y llevaba poco más de un mes de gestión cuando comenzó el Clausura, sin tiempo suficiente para reforzar el equipo, amén de otros numerosos ítems a resolver a raíz de la herencia recibida. Aun así, cerca del final del campeonato pasado Daniel Passarella llamó a Ángel Cappa para ofrecerle el cargo de entrenador, tuna decisión trascendente y a priori saludable, si bien no exenta de sorpresa. Entre otros motivos, porque parecía complicado que su fluido mensaje asentado en el cuidado por el balón, la intención de establecer pequeñas sociedades y distintas particularidades del juego conectaran con un grupo de jugadores que, salvando una pocas excepciones, mostraba serias fallas técnicas, imposibles de ser resueltas de manera inmediata teniendo en cuenta las urgencias del equipo. En parte fue así. Al margen de conseguir algunas victorias circunstanciales, los primeros encuentros del River de Cappa mostraron viejos errores ligados a la aptitud de los futbolistas y a la falta de jerarquía de un plantel estrecho y acobardado.
Distintas son las calidades en el cuadro millonario para el torneo venidero. Más metido Passarella en las cuestiones futbolísticas y enfocado Cappa en la tarea de plasmar en el rectángulo una formación ofensiva con un estilo reconocible, llegaron 8 refuerzos desde variadas procedencias: Caruso, Maidana, Arano, Ballón, Carrizo, Pavone, Acevedo y Román. A los que suman Buonanotte, quien no estuvo en la mayor parte del Clausura; Lanzini, flamante aparición de la cantera; y la continuidad de Ferrero y Almeyda, los dos mejores en el último campeonato. Y resta saber si arribará Bertolo o Sosa, opciones interesantes.
De este modo, resulta comprensible que el hincha se ilusione cuando se revela, por lo menos, un intento de superar un período nocivo y adverso, demasido oneroso para un club que deberá remontar una situación extrema con intérpretes que entiendan de los orgullos y de las fortalezas inscriptos en una banda roja.
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1 comentario:
Buenisima la nota del trinche y su Ctral Cordoba. Esta muy bueno el blog, de paso te dejo el humilde (?)chivo del mio. Nos cagamos en las estadísticas y las tablas y contamos historias. Pasate
saludos
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