martes, julio 27, 2010

SELECCIÓN NACIONAL // Tu querida presencia


El ciclo de Maradona como entrenador de la Selección Nacional finaliza con polémica, agudos conflictos internos, palabras cruzadas y situaciones confusas nunca aclaradas, muy similares a lo que acontecíó en su arribo al cargo, allá por octubre de 2008, cuando el diez reemplazó a Alfio Basile en medio de encuestas categóricas que arrojaban otro nombre para el puesto vacante: Carlos Bianchi.  Particularidades del fútbol argentino y de sus narrativas dominantes: muchos analistas y comunicadores de medios poderosos que celebraron el arribo de Maradona,  y Bilardo al Seleccionado por aquel entonces, variaron radicalmente su discurso conforme el flamante técnico asumió posturas contrarias a las empresas periodísticas donde trabajan, en otra muestra más de independencia, coherencia y rigurosidad con el oficio de estos colegas habituados a decir y a callar según corresponda.

¿Pero qué se decía en octubre de 2008? Se decía, por ejemplo desde influyentes usinas mediáticas, que llegaba el hombre ideal para conducir los destinos de la Argentina debido a su figura envolvente, su capacidad persuasiva y su indiscutible carisma para inculcarle ánimo y sentido de pertenencia a un grupo de jugadores afiatados, aparte de otros atributos ceñidos a la psicología de Maradona que deberían redundar en un seleccionado vigoroso, protagonista y, claro, ganador. También se ponderó en aquellos días de primavera el regreso de la generación del '86, denominación que alude a jugadores y técnico de una de las victorias más resonantes del deporte argentino conseguida en el Mundial de México, al desembarcar en el combinado nacional -tanto en juveniles como mayores- sus representantes más emblemáticos, todos en puestos estratégicos que, aun así, no evitaron cortocircuitos posteriores.

No obstante el Seleccionado que cayó ante Alemania en Sudáfrica perdió, según la cátedra que reclamaba actitud, por no disponer de un esquema de juego definido, acompañado de otra máxima postrera: "con el entusiasmo y la garra no ganás". Los hombres del '86, por otra parte, no lograron repetir la experiencia trascendente en tierra azteca ni se beneficiaron de las cábalas, entronizadas en la serie de argumentos positivos que justificaban la llegada del Diez y Bilardo, Asimismo Sergio Battista, otro del '86, tuvo resultados dispares en su rol de entrenador nacional del sub 23 y sub 20: ganó el oro olímpico, con los primeros, en Pekín 2008 y consumó un verdadero fracaso, con los segundos, al no clasificar al mundial de la categoría, todo un récord para un equipo que venía de éxitos continuados durante las gestiones de Pekerman-Tocalli, antecesores del barbudo de La Paternal.

Desde luego que existen diversos factores que permiten variar juicios y percepciones. Prescindiendo del político - si bien el apoyo de Maradona al Fútbol para Todos y el consecuente enfrentamiento con una prensa insidiosa y revanchista impiden minimizar este ítem-, resultaban comprensibles ciertas cuestionamientos ni bien comenzaron los primeros amistosos y se disputaban las eliminatorias. Convocatorias masivas, ausencia de un esquema definido, disputas en el interior de la plana mayor, resultados adversos ante rivales inferiores hablitaban señalamientos y objeciones múltiples, imposibles de omitirlos de acuerdo con la imagen descolorida que dejaba el equipo en cada presentación.

Sin embargo, subyace un elemento a tener en cuenta relativo a los recurrentes cambios de discursos, con efecto paradojal. Maradona creció significativamente en el mundial de Sudáfrica como conductor a raíz de su correcta lectura de algunos partidos del seleccionado, de la genuina búsqueda por plasmar un estilo de juego no apartado de las raíces históricas y, sobre todo, del compromiso afectivo con la camiseta nacional que generó en los jugadores. Sobre esto último, justamente, radica lo curioso, o lo paradójico del relato de algunos cronistas, dado que uno de los aspectos positivos señalados en el inicio del ciclo remitían a recobrar amor propio, espíritu de lucha, templanza, sentido de la causa. No fue así. Eliminada Argentina del Mundial, prevalecieron críticas sobre los errores en el planteo ante Alemania, la ausencia de replanteos en el seno del cuerpo técnico y otros deficiencias puntualizadas detalladamente con la derrota consumada, sin reparar en el fervor popular que generó el Seleccionado, algo inusitado en los últimos 20 años, y en los indicios positivos de un equipo que recuperó protagonismo, mostró orgullo en la adversidad y exhibió leves aunque visibles rasgos de un estilo futbolístico sustentado en planteos ambiciosos despojados de especulación, con talento bien dosificado, predisposicíón y una auténtica mística de conjunto como hace tiempo no se observaba.

Era lo que venía a aportar la generación del 86 cuyo máximo referente, Maradona, supo encontrar algunas claves en la marcha para recomponer el vínculo entre el público y el Seleccionado, para modificar el comportamiento de varios futbolistas, para moldear un equipo valiente y con futuro, de menor a mayor, como aquel de México.

La AFA, no es novedad, suele cambiar de opinión de acuerdo con las circunstancias. Así, decidieron en su momento discontinuar el trabajo de Bielsa, apostar nuevamente a Basile y la mística del '94, luego en Maradona y su aureola protectora. Un tema de proyecto futbolístico que no solo atañe a los mayores: también en juveniles se determinó concluir el ciclo de Tocalli a fines de 2007, sucesor de Pekerman. Precisamente, quien reemplazó al actual entrenador de Quilmes es Batista, hombre del '86 que sigue en la Selección al igual que José Luis Brown en las divisiones menores, posiblemente con Bilardo como coordinador general. Habrá que ver si el nuevo entrenador pertenece a ese grupo de nombres que conquistaron el Mundial 24 años atrás, o al menos están alineados con esa escuela.

De cualquier manera, todo puede pasar en un medio vertiginoso donde las opiniones saltan de casillero en casillero a fin de preservar el verdadero negocio y donde las preferencias del público no interesan. Lo que sí puede advertirse de cara al futuro es que será arduo y complejo, para un conjunto de actores, recuperar la credibilidad. El más creíble, aun con las contradicciones que parecerían ser ajenas para los otros, ya no está.

Pablo Provitilo