jueves, agosto 05, 2010

TORNEOS CORTOS // Veinte años después


El próximo campeonato será el número 40º desde que la AFA implementó los torneos cortos denominados Apertura y Clausura, en 1990, con indudable éxito si se considera que nunca en 20 años hubo variaciones sustanciales en la forma de disputa, al margen de algunos retoques relativos a la definición del campeón, la clasificación a las copas internacionales y el descenso. Claro que existen reparos para celebrar los 40 a viva voz. De aquel primer certamen que ganó Newell's -campeón por penales en la cancha de Boca, única definición con esta modalidad- a la reciente conquista de Argentinos Juniors, el balance arroja curiosidades y episodios que desestiman considerarlo el más emocionante del mundo, como sostenían comunicadores de la empresa Torneos y Competencias, y, muchísimo menos, el más justo y el más deseable, como afirman en la AFA.

Antigüos socios del espectáculo, la AFA y TyC propiciaron y fomentaron estos campeonatos signados por la incertidumbre, la paridad y la exasperación. No les fue mal en cuanto al nivel de popularidad de los ganadores: 37 de los 39 torneos disputados bajo esa sociedad evidenciaron el predominio de los llamados clubes grandes: 26 títulos repartidos entre River (11), Boca (9), San Lorenzo (3), Independiente (2) y Racing (1), contra los 11 que sumaron Vélez (6), Newell's (3), Estudiantes (1) y Lanús (1). Sin embargo, y a partir de que apenas una porción de público podía ver la mayoría de los encuentros por televisión, los argumentos relativos a la emoción del torneo argentino tenían receptividad en el gran público. Más aún; desde la cúpula dirigencial se dijo que los certámenes cortos beneficiaban a los históricamente relegados, los clubes chicos, aunque la nómina de ganadores en los mencionados 37 campeonatos fueron apenas 4, si bien cabe subrayar los itinerarios de Vélez y Lanús, dos casos excepcionales. Por último, entre 1991 y 2009,  proliferaron ciertas situaciones en el fútbol argentino cuyos efectos empobrecieron el juego: éxodo de jugadores que obturaron la posibilidad de consolidar equipos, dificultad para competir en igualdad de condiciones en el torneo local y en los certamenes internacionales debido al arbitrario y acotado calendario, clubes jaqueados en el aspecto económico, imposibilidad de determinar el mejor en un torneo de 5 meses.




La intervención del Gobierno Nacional, en agosto de 2009, transparentó algunos hechos invisibilizados en la etapa anterior. Por empezar, los 25 millones de argentinos que actualmente pueden ver los partidos no pueden ser sometidos a ningún engaño: una cosa es observar, por ejemplo, dos minutos compactados de Godoy Cruz-Olimpo, y otra muy distinta es seguir los 90 minutos de ese partido. Todo está más expuesto, lo cual resulta saludable. Asimismo, y a partir de la inyección de dinero en los clubes, cabe esperar algunos cambios en cuanto a la calidad de los espectáculos si se considera que hay un reparto más equitativo de los ingresos por televisación: Boca y River reciben hoy 30 millones de pesos cada uno contra 23 mil de los otros tres grandes más Vélez, y 17 mil de los 14 restantes.

En ese sentido, transcurridos dos torneos del programa Fútbol para Todos, asoman indicios favorables. Para la segunda temporada los clubes invirtieron una suma importante de dinero en refuerzos, varios de ellos de jerarquía, parecerían haber terminado los enunciados referidos a lo extraordinario y la emoción del torneo corto dado que ahora juzgan los espectadores, y, habrá que analizar con el tiempo, si es casualidad que Banfield y Argentinos, dos clubes humildes, fueron los primeros en consagrarse tras el acuerdo entre el Estado y la AFA. Es prematuro, es cierto, pero es una variable a tener en cuenta.

No obstante, sería conveniente terminar con estos campeonatos que cumplen 20 años. En parte porque contradice los principios del Fútbol para Todos manifiestos en recuperar económicamente y socialmente a los clubes, evitar la fuga de talentos y que se desmantelen los equipos. Pero también a raíz de una tradición inscripta en el corazón del fútbol argentino ya que, alguna vez, hubo un torneo que iniciaba en marzo y finalizaba en diciembre, no menos interesante por su duración, con equipos fuertes y calificados, definitivamente más justo para elucidar quién es el mejor. Sin embargo las instituciones y sus dirigentes, especialmente las menos populares, no parecen haber tomado nota de que un retorno a los campeonatos largos podrían beneficiarlos en la actual etapa y mejorar, sobre todo, el nivel de juego.

De todos modos, cabe decir que independientemente de la forma de disputa, el certamen argentino reviste interés fruto de la paridad y de lo imprevisible de su desarrollo, aunque la calidad de los encuentros, repetimos, sigue siendo una asignatura pendiente. Respecto de la competitividad, justamente, basta con mirar a España y su liga de estrellas marcada por la desigualdad, en un país donde la desocupación asciende al 20 por ciento. Allí, como se dijo, los clubes negocian de manera exclusiva los derechos por televisación, lo cual impacta decisivamente en el torneo.

No parece un buen espejo para abordar lo que se presenta como un enorme desafío para el fútbol nacional: mejorar el nivel de los espectáculos en base a un torneo de un año, con un fixture transparente y planteles de envergadura, con una dirigencia más atenta a los reclamos del hincha. Se trata, en definitiva, de aprovechar una oportunidad inmejorable para recuperar los núcleos vitales de una historia. Veinte después de imponerse el campeonato corto, al cabo, tampoco es ocioso preguntarse si sus características, sus derivaciones, sus reglas encubiertas, no habrá afectado y siguen afectando, en cierto modo, los rendimientos del Seleccionado Nacional, cuya última final mundialista data de 1990.

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