domingo, febrero 28, 2010

RIVER // La institución imaginaria


Sumido en la peor crisis de su historia, derrotado antes, durante y después de los partidos, el River que dejó Aguilar y que parece sobrepasar a las buenas intenciones de la flamante gestión, se encamina a batir uno de los muchos récord registrados en la última década: descender por primera vez en 108 años de trayectoria. Las causas de la debacle en menos de diez años -otro récord- ya han sido reseñadas aquí y en otros medios, pero conviene reponer un elemento que atañe directamente al naufragio millonario. Sobran ejemplos, en tal sentido, de clubes cuyas economías se desplomaron y en los cuales fueron decisivos el accionar de sus dirigencias y sus manejos delictuosos, sus decisiones signadas por la inmoralidad y el desatino, sus explicaciones ante la justicia poco virtuosas, pero que en ningun caso -ninguno- lograron afectar el sostén estructural de aquellas instituciones: la identidad y los núcleos que remiten a un sentido de pertenencia en entidades ya centenarias.

Veamos algunos pocos y recientes casos. Ñuls sufrió el ciclo dictatorial de Eduardo López, quien vació literalmente al club en sus 14 años de mandato (más alla de un título coyuntural obtenido en 2004), sin embargo logró mediante masivas movilizaciones y la valentía de sus asociados destronar al despótico presidente a partir de una premisa innegociable: saber qué proyecto se quiere para su club, perseverar desde la genuina participación de su gente y el compromiso de los viejos ídolos que se habían alejado del club. Racing, otro de los que padece desaguisados continuos, pudo deshacerse de un gerenciamiento pernicioso en 2008, a un costo altísimo, es cierto, pero con el reaseguro de hinchas incondicionales, exigentes y apasionados que promovieron -como Ñuls- marchas, reclamos ante la justicia, medidas surgidas desde las entrañas del mismísimo club. Gimnasia, finalmente, penó y sigue penando el interregno de Juan José Muñoz, principal responsable de que el cuadro platense haya disputado la promoción el último año y siga complicado con miras al futuro inmediato. No obstante Gimnasia, al igual que Racing, resisten desde su condición de entidades sufridas, siempre alejadas de cualquier dicha, conscientes de que el fútbol para ellos, los hinchas, es sobrellevar y gozar con una pasión que ofrece cuantiosas dosis de sufrimiento y casi nada de placer. Pero es una forma de afirmarse ante el resto, un aspecto de la identidad que se transmite entre los simpatizantes y los protagonistas.

La compleja situación de River, en ese marco, presenta aristas semejantes y distintas a la de estos clubes. Al igual que las instituciones mencionadas -si bien con matices, desde ya- la crisis actual, la decadencia inevitable de River, obedece a un proceso errático y sospechado que repercutió económica y deportivamente. Con un añadido: la gestión saliente pareció afectar los núcleos identitarios de los que hablamos más arriba. Y por eso hoy en la institución millonaria confluyen simpatizantes que reivindican un paladar negro tan atemporal como ineficaz, barras perdidos en la soledad de sus adicciones y sus batallas, personajes desorientados que intentan retornar a un club extinguido en su faceta gloriosa, hinchas acostumbrados a la resignación y la queja entrampadas en una lógica circular, ex dirigentes y políticos que prometen recetas indecentes conforme proliferan resultados adversos. Todo exhibido a viva voz y expresado en objetos: una careta, un bastón y una galera, una bolsa con maíz, un arsenal de armas para traficar aguantes.

En ese cóctel parece difuso encontrar un nosotros, o un sujeto de ese nosotros que reúna lo diverso y desde el cual el club pueda reponerse y construir fecundos y promisorios horizontes. Si el descenso, palabra novedosa en el itinerario millonario, permite reconvocar a los riverplatenses desde una matriz inédita que identifique el síntoma y sus derivaciones, habrá chances de superar este sufrimiento crónico de cada domingo. Devolverle, al menos, un motivo de orgullo a este club atormentado y a la deriva. De lo contrario, el River de ayer y hoy, desgraciadamente, caerá en el pozo profundo del olvido. Algo peor que la indeseada y muy competitiva B Nacional.
Pablo Provitilo

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