Martín Palermo, goleador implacable y prócer xeneize, se ubica a un paso de superar un nuevo récord: convertirse en el máximo artillero boquense de toda la historia. No es común encontrar actualmente casos de jugadores que reafirman con goles su vigencia durante varias temporadas, especialmente si se recuerda que el nueve de Boca debutó en el club en 1997, tuvo un paso efímero por el fútbol español, y volvió a la institución que lo catapultó a la cima en la consideración de los hinchas, a la selección nacional y a tapas de revistas de variados contenidos.
El desglose de su ficha evidencia que se trata de un futbolista de excepción, inolvidable para boquenses y muy valorado por pincharratas, debido a hechos y situaciones que trascienden la lógica y reponen lo maravilloso de este deporte. Repasemos algunas notas salientes: mostró su condición de personaje excéntrico y eficaz en una goleada de Estudiantes a River en el Monumental, convirtió -ya con la camiseta de Boca- 4 goles en un partido (a Gimnasia, nada menos), anotó lesionado en una semifinal de Libertadores ante el River de Gallego, concretó de cabeza desde mitad de cancha, liquidó al poderoso Real Madrid en una final intercontinental con dos apariciones decisivas en apenas 15 minutos, salvó a Boca de derrotas o empates con conquistas determinantes, integró junto con Guillermo Barros Schelotto una de las delanteras más recordadas entre fines de los noventa y comienzos del 2000 y, en suma, es titular de uno de los clubes con más convocatoria del fútbol argentino a los 36 años. En el Seleccionado cuentan otros episodios, negativos y positivos. pero ceñidos a su condición de futbolista distinto ya que todavía permanecen en la memoria los tres penales fallados en la Copa América de 1999 y el gol agónico ante Perú correspondiente a las eliminatorias del mundial de Sudáfrica.
Palermo, en definitiva, alimentó el relato del recuerdo nostálgico, del reconocimiento acaudalado en plena vigencia y, consecuemente, activó un mercado donde cada gesto, cada gol sin estridencias, cada declaración en los interrogatorios que ya son parte del espectáculo (las conferencias de prensa) genera reacciones de diverso tipo, injustas, laudatorias o exageradas. Y es razonable: nos referimos a un prócer que habla, convierte y gesticula aquí y ahora.
Hay una obra de teatro titulada El centroforward murió al amanecer, escrita por Agustín Cuzzani y luego llevada al cine, donde un coleccionista, entre otros objetos, compra a un jugador de fútbol. No sería extraño, en este tiempo de representantes, negocios y museos, que alguien tome esa decisión con Palermo para fijarlo-congelarlo en tiempo y lugar. Aunque sus próximos destinos parecerían estar en el Mundial de Sudáfrica y en el podio de ilustres, con una particularidad: el próximo gol con la azul y oro en el pecho.
El desglose de su ficha evidencia que se trata de un futbolista de excepción, inolvidable para boquenses y muy valorado por pincharratas, debido a hechos y situaciones que trascienden la lógica y reponen lo maravilloso de este deporte. Repasemos algunas notas salientes: mostró su condición de personaje excéntrico y eficaz en una goleada de Estudiantes a River en el Monumental, convirtió -ya con la camiseta de Boca- 4 goles en un partido (a Gimnasia, nada menos), anotó lesionado en una semifinal de Libertadores ante el River de Gallego, concretó de cabeza desde mitad de cancha, liquidó al poderoso Real Madrid en una final intercontinental con dos apariciones decisivas en apenas 15 minutos, salvó a Boca de derrotas o empates con conquistas determinantes, integró junto con Guillermo Barros Schelotto una de las delanteras más recordadas entre fines de los noventa y comienzos del 2000 y, en suma, es titular de uno de los clubes con más convocatoria del fútbol argentino a los 36 años. En el Seleccionado cuentan otros episodios, negativos y positivos. pero ceñidos a su condición de futbolista distinto ya que todavía permanecen en la memoria los tres penales fallados en la Copa América de 1999 y el gol agónico ante Perú correspondiente a las eliminatorias del mundial de Sudáfrica.
Palermo, en definitiva, alimentó el relato del recuerdo nostálgico, del reconocimiento acaudalado en plena vigencia y, consecuemente, activó un mercado donde cada gesto, cada gol sin estridencias, cada declaración en los interrogatorios que ya son parte del espectáculo (las conferencias de prensa) genera reacciones de diverso tipo, injustas, laudatorias o exageradas. Y es razonable: nos referimos a un prócer que habla, convierte y gesticula aquí y ahora.
Hay una obra de teatro titulada El centroforward murió al amanecer, escrita por Agustín Cuzzani y luego llevada al cine, donde un coleccionista, entre otros objetos, compra a un jugador de fútbol. No sería extraño, en este tiempo de representantes, negocios y museos, que alguien tome esa decisión con Palermo para fijarlo-congelarlo en tiempo y lugar. Aunque sus próximos destinos parecerían estar en el Mundial de Sudáfrica y en el podio de ilustres, con una particularidad: el próximo gol con la azul y oro en el pecho.
Pablo Provitilo
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