jueves, febrero 11, 2010

HISTORIAS // Estampas


El Pelado no quiere mirar la tabla ni hablar de fútbol. Pantalón cortito con el escudo de Nueva Chicago, melena al viento, exhibe su patio de dimensiones pequeñas ubicado en la calle Rodó, con orgullo y con timidez, mientras espera un gentío en su alborada luminosa y llena de tachos de pintura, entre fernet y gaseosa Panniza que toma sin parar. Sin embargo, el Pelado no se resigna a sus pasiones y piensa en su club, hundido en la tercera divisional del fútbol argentino, cercado por punteros políticos y conflictos que dañan la imagen del barrio. Enojado con ex dirigentes y, por momentos, enojado con el mundo, el Pelado identifica una causa posible relativa al naufragio verdinegro: "El problema es la barra", dice. Pero no absorbe la bronca sino que la emplea para construir y soñar otro horizonte. La bronca, precisamente, lo condujo a la comisión de Cultura y Educación de Chicago, donde despliega una intensa labor mediante actividades sociales desinteresadas: un homenaje al frigorífico Lisandro de la Torre, una representación del Torito de Mataderos para los vecinos, una choriceada con las organizaciones sociales del barrio que proyectan una patria del sur, reuniones para armar un cronograma de encuentros populares con miras al centenario de Chicago, en 2011.



Enseguida, la llegada de un hincha de All Boys parece perturbarlo. "Cómo andás All gays", espeta con sorna. Se nota que añora viejos clásicos y por eso, desproporcionado y excesivo en el relato, recuerda duelos entre blancos y verdinegros a partir de una memoria prodigiosa, caravanas de aquí y de allá, complicidades y afinidades entre dos clubes de barrio que no se enfrentan desde diciembre del 2000. La noche se alarga, el Fernet con Panniza se acaba, y los enemigos de ayer y hoy se prometen otro encuentro, del otro lado de Rivadavia, sin olvidar que el tiempo y la distancia no borran amores y broncas. Lo mucho que se extrañan cuando la calle Rodó queda desierta en el amanecer taciturno de un domingo sin fútbol en Mataderos.
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Las actualidades deportivas de All Boys y Nueva Chicago parecen llamadas a no coincidir en los últimos años. Hoy All Boys transita con cierta tranquilidad barrios, pueblos y ciudades del interior del país en la B Nacional, en tanto Chicago no logra superar dos descensos consecutivos tras una etapa venturosa en la A, con victorias ante los grandes, con hazañas dignas del elogio neutral, con fervorosas multitudes en las tribunas.


Desencuentros que, cabe agregar, no son coyunturales: All Boys y Chicago, por caso, no registran enfrentamientos en Primera División, lo cual arroja alguna hipótesis no compartida, presumiblemente, por simpatizantes de otros clubes: el duelo Floresta-Mataderos es uno de los grandes clásicos del ascenso. En ese marco, el Blanco domina el historial, la cantidad de años en Primera y, en ciertas ocasiones, las tribunas. Algunos datos llaman la atención: All Boys computa 8 años en Primera tras ganar el torneo de la B en 1972, mientras que Nueva Chicago acumula 7 temporadas en la máxima categoría aunque con tres ascensos en su ficha (1981, 2001 y 2006). Asimismo, el Verdinegro acredita solo un triunfo en el estadio de All Boys (1997) sobre un total de 92 partidos jugados. Y más: las mayores goleadas pertenecen al club de Floresta. Podríamos hablar de una paternidad de All Boys, pero la convocatoria y los éxitos de Chicago en el comienzo de la actual década trastocaron la historia.


Para un minoritario grupo de hinchas y analistas, Chicago-Vélez es el nuevo clásico territorial, por la cercania, por viejas historias, por el ruidoso regreso del verde a la A. Rivalidad deshistorizada aunque capaz de convencer a determinados aficionados. Y puede que sea cierto porque el fútbol es dinámico, porque los clubes crecen o decrecen, porque los ánimos colectivos varían, mutan, demandan nuevos enconos. Pero un All Boys-Chicago, en la silenciosa Rodó o en la penumbra de Tres Arroyos, no se olvida jamás.

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