viernes, octubre 15, 2010

ARSENAL // Permanencias



De gran campaña en el Apertura, no parece arriesgado conjeturar que Arsenal de Sarandí, el club más novato (53 años) y el de menos hinchas en Primera División, seguirá en la máxima categoría. Ocho años transcurrieron de su recordado ascenso ante Gimnasia de Concepción del Uruguay y apenas tres del mayor logro deportivo de su breve historia al inscribir su nombre en el concierto internacional. Durante ese trayecto, el club del sur del Gran Buenos Aires consolidó un estilo sólido y aplomado, lejos de convocar a hinchas de otros clubes por los atributos de su propuesta, pero suficientemente efectivo para acumular otros impactos tras su llegada a Primera, entre ellos ruidosas victorias ante los 5 grandes, clasificación a las copas y campañas destacadas que lo afirmaron en un lugar que -para muchos- no merece. O al menos le sobran un par de temporadas según su biografía, derrotero y cantidad de seguidores.

Pero Arsenal, desestimando la lógica, siempre está. Aparece en momentos claves, como cuando eliminó a River en la Copa Sudamericana 2007 o derrotó de visitante a un Ñuls candidato al título en 2009, y resurge de modo curioso ante todo tipo de situaciones desfavorables, llámese sucesión de derrotas, planteles de bajo costo, rivales empinados, apoyo minoritario de hinchas. Un botón de muestra remite al período 2010/2011, problemático para el equipo de Sarandí de acuerdo con la exigencia de escaparle al descenso, aunque rápidamente promisorio tras encadenar resultados postivos que hoy lo sitúan peleando el campeonato, con varios equipos detrás en la tabla de promedios y firme espiritualmente para proseguir en la senda del éxito. Casi sin hinchas, se insiste, solo con el respaldo de la experiencia adquirida en Primera División y de otros aditivos más influyentes que explican esta permanencia de años y exime, al mismo tiempo, de catalogarla con términos como "fenómeno", "suceso" o "boom".




Se sabe, y se ha mencionado en reiteradas ocasiones: decir Arsenal rápidamente genera un mecanismo de asociación con la figura de Julio Grondona, fundador de la entidad que hoy preside su hijo y nombre con el que se bautizó el Nuevo Viaducto, en 2004. Que sea, además, el presidente del ente rector del fútbol argentino no debería forzar lecturas capciosas o basadas en la mera desconfianza, pero resulta insoslayable consignar que desde el arribo de Grondona a la AFA, en 1979, el club de Sarandí creció de modo imparable en el plano deportivo e institucional y generó dos efectos llamativos aunque no contradictorios: afianzarse en la élite del fútbol y erigirse como una institución extraña, ajena e irremediable, sin suscitar simpatia alguna. Algo que no puede dejar de asociarse con su fundador.

Así, Arsenal subsiste en la máxima categoría, probablemente ya aseguró su permanencia conducido por su actual entrenador, Gustavo Alfaro (el técnico con el cual ganó la Sudamericana), o, acaso, haya nuevas gestas esperando. Diez años después de participar en la B Nacional subió a Primera, divisional donde entendió de movida cuál era su función: incomodar a los oponentes, cuidar celosamente lo suyo, persistir en una idea de juego acorde con su linaje y sus ambiciones. No sería extraño, en el complejo y sorprendente torneo argentino, que haya una sorpresa madurando desde Sarandí. Los números le dan.

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