lunes, octubre 25, 2010

ALL BOYS // Silencios de barrio


Como es costumbre desde que comenzó su segunda experiencia en Primera División, All Boys tuvo un rendimiento deslucido y frustrante en el resultado fuera de su estadio (2 puntos sobre 18 posibles). Solo que esta vez en un encuentro especial y muy esperado por los hinchas debido a la cercanía geográfica que existe con Argentinos Juniors, club que generó antipatías en Floresta en los últimos años, si bien no alcanza para elevarlo a la condición de auténtico clásico más allá de los deseos de algunos. Basta con detenerse en la cantidad de enfrentamientos, los orígenes de ambos, notorios vaivenes de la historia que aminoran esa rivalidad y la capacidad de convocartoria del tradicional  y primer oponente de All Boys: Nueva Chicago.

De cualquiera manera, se trata de un duelo de importancia, tal vez -como se sugirió en un comentario del último post e intentando una mirada más amplia- derivado de profundos cambios sociales durante la década del 90 que propiciaron inéditos agrupamientos juveniles, conductas, modos de habitar el espacio y enemistadades con un otro exterior. La siempre invocada cultura del aguante, desde ya, revista entre las causas y efectos, pero también se expresa, en sintonía con ese aguante dañoso, una última oportunidad de afirmarse en lo propio frente a los distintos derrumbes de aquella época, sazonados con inflamados discursos periodísticos que consagraron el éxito como única variante de existencia y reconocimiento. Mientras que en otra época configuraba apenas una razonable seña distintiva; el barrio, la esquina, la pertenencia al territorio se transformó en un poderoso emblema de no pocos sectores, alimentado con elementos honrosos y gestos reprobables o, directamente, inocuos para disputar sentidos con otros actores y formas de pensar en una esfera que incluya al fútbol, parte fundamental de la cultura popular en Argentina.

Acaso desde este punto de vista se explique la genésis del duelo futbolero entre Argentinos y All Boys, especialmente para el cuadro de Floresta, expresado en la reivindicación de un nosotros, en los particulares derroteros de una resistencia e íntimos recorridos situados en tiempo y lugar, en los pliegues de una disputa con trasfondo menor pero experimentada con orgullo, desbordes y exageraciones.




Con los condimentos mencionados, este reactualizado enfrentamiento de barrios con ciertas similitudes, deparó en la cancha un partido discreto con inobjetable vencedor, dado que el equipo de La Paternal ganó bien en base a su disposición en el terreno y a la concentración de sus futbolistas, por ejemplo Néstor Ortigoza, líder del equipo desde su encomiable despliegue y la convicción de que allí, en el choque con el vecino, había algo más que tres en puntos en juego. Curiosamente, quien pareció no comprender la trascendencia del partido fue All Boys,  nuevamente afectado por el bajo rendimiento de algunos jugadores, recurrentes desatenciones defensivas y determinados mensajes del entrenador y de los dirigentes que -se insiste- habrá que revisar para no generar malestares internos que conspiren contra una posible permanencia en la máxima categoría.

Uno de esos mensajes no es novedoso. El fichaje de Cristian Fabbiani generó dudas en su momento y puede decirse que a esta altura es un visible desacierto de una comisión directiva seria, trabajadora y responsable.Fabbiani resta con su estado físico deplorable, sus movimientos torpes y sus constantes amarillas, producto de un oficio que ya no lo contiene. También el robusto delantero desata turbulencias en el equipo a partir de actitudes soberbias, impropias para este club, manifiestas en reiteradas apariciones públicas y pedidos de jugar más minutos sin ningún decoro ni prudencia, algo que -da la sensación- sobrepasa a los dirigentes y el entrenador. Más todavía: su intercambio de insultos con un sector del público en el partido con Independiente retrotrae a viejas épocas de All Boys si se consideran dos entre tantísimos casos: Nieto, delantero torpe de los 80, dedicando dos goles a la tribuna alta de la calle Mercedes o Kadijevic, arquero de fines de los 90, explicando a los hinchas la falta de dinero para conseguir el ascenso, en la cancha de Deportivo Morón. Lo de Fabbiani es peor ya que en los citados ejemplos se revelaban, por un lado, un gesto desafortunado pero realizado después de tener fundamentos para hacerlo y, por otro, el crudo y rudimentario diagnóstico de la situación económica compleja que atravesaba el cuadro de Floresta.

Por supuesto que la quinta derrota de All Boys en el torneo no se ajusta a los laberintos emocionales de un solo sujeto. Existen contrastes notorios en el desempeño colectivo jugando como local y visitante, lo cual le agrega presión al equipo cuando debe jugar en Floresta tras una derrota, ya que asoma el riesgo de declinar en uno de los puntos fuertes exhibidos por el conjunto de José Romero hasta aquí: fallar también en casa. Las perspectivas, de todos modos, suponen mesura luego de los triunfos ante Boca, Independiente y Estudiantes, tres rivales de jerarquía. El envíon anímico, asimismo, es otro aspecto crucial teniendo en cuenta el próximo cruce ante River, aunque cabe abocarse a corregir problemas visibles a futuro que podrían desvirtuar el reciente recorrido de All Boys. Si se incluye a un futbolista por su nombre y se relega a quienes se esfuerzan y hacen méritos para ser considerados (Agustín Torassa, Mátías Saad), el mensaje apuntado se torna confuso, genera rencores o miradas desconcertadas como la de Sebastián Ereros, reemplazado ante Argentinos por un jugador inferior. Si el cuadro Romero no se convence definitivamente de sus cualidades y se estanca en la irregularidad, tambíén reaparecerán con mayor fuerza señales contradictorias, capaces de ser advertidas por los adversarios.

De no atender estos factores,  los progresos consumados, las ilusiones vigentes, los desafíos en curso pueden quedar atrapadas en los intensos días de una experiencia pasajera cuando hay razones de sobra para continuar en la senda de la sorpresa, de los entusiasmos y de intentar abordar con éxito todos los escollos de una misión compleja que podría torcer el rumbo de un club renovado y humilde. Un club con la mejor de las humildades: la de los grandes que crecen en silencio.

Pablo Provitilo

1 comentario:

Seba Ray dijo...

Un lujo Pablo!
Impecable.
Saludos