Habrá que esperar algunos años para dimensionar con claridad ciertos logros conseguidos por All Boys en el último tiempo: dos ascensos vertiginosos, crecimiento exponencial en su organización y estructura, redefinición de objetivos y premisas para un club cuya trayectoria se forjó entre dificultades, momentos aciagos y mucha, pero mucha, perseverancia. De ahí que cueste explicar, entender o desmenuzar este ciclo histórico de la entidad de Floresta, expresado en un equipo que promueve asombros y simpatías, pero también interrogantes relativos a cómo sostener los progresos de una etapa que ya ingresa en el arcón de los grandes sucesos.
Acaso sean las parábolas de un período donde algunos olvidados y descartados hechos de páginas y tapas de diarios encuentran, al fin, fugaces y coloridos reconocimientos, visibilidades surgidas de ilusiones y proyectos construidos y abortados durante largos años, sujetos a la espera del día, a la incertidumbre, a los designios de la casualidad o la planificación responsable que desatan, cuando llega la hora, reivindicaciones genuinas de los hinchas, orgullos contenidos, banderas desplegadas en los confines de un barrio de repeticiones y abrumadora calma, de pasiones y luchas localizadas. Territorio de enigmas sobre el que también transita un club acostumbrado a batallar desde su condición humilde y para algunos anónima, fuente de comentarios diversos ante los especiales sonidos que designa su nombre.
En ese escenario extraño y novedoso, de contraseñas escondidas y ánimos revitalizados, All Boys consiguió un triunfo importante de acuerdo con su meta principal, sostener la categoría, y la investidura de otro rival calificado, Independiente, equipo que hace 31 años no visitaba Floresta. De ahí, posiblemente, se comprenda la euforia de los hinchas finalizado el encuentro, dado que vencer a uno de los denominados grandes, en la tierra de origen, y con la autoridad con que lo hizo el cuadro de José Romero es indudablemente un acontecimiento para celebrar, al margen del declive futbolístico del cuadro de Avellaneda.
Triunfo que tiene aun más valor teniendo en cuenta la acumulación de lesionados en el equipo titular (Carlos Soto, Cristian Vella, Emanuel Perea y Sebastián Grazzini) y la ya apuntada obligación de sumar unidades, sin espacio para mínimas desatenciones ni inoportunas internas que añadan un escollo a los desafíos , estos últimos previstos desde el inicio del torneo, que se observan en cada encuentro, si bien victorias como ante Independiente suponen contar con armas legítimas para sortearlos. Precisamente, por el sentido solidario exhibido y por haber sido consecuente con ese estilo propio que define al cuadro de Romero, la victoria de All Boys arroja varios puntos altos pensando en futuros compromisos: hubo ratos de buen juego, temple en un mediocampo sólido e inteligente sostenido en el liderazgo de Fernando Sánchez y el desdoblamiento en defensa y ataque de Juan Pablo Rodríguez , y la reclamada contundencia en tramos clave del partido que, eso sí, otra vez no tuvo a los delanteros como protagonistas.
La nota negativa, siendo exigentes, recae nuevamente en la dificultad de All Boys para no fallar en la última pelota. Le pasó tres veces en el torneo (Lanús, Huracán e Independiente) y una de las causas, da la sensación, obedecería a desconcentraciones o apuros involuntarios que conspiran a la hora de madurar un resultado positivo. Revelando, se repite, pasajes en los cuales asomara un equipo que no terminara de convencerse de sus cualidades, de sus meritorias producciones hasta ese momento de desconcierto, de sus reservas anímicas para defender los embates del rival. Queda el atenuante, sin embargo, de aquello que va tomando forma de certeza para muchos hinchas, de a poco comprendido por dirigentes y cuerpo técnico: All Boys, gane o pierda, honra sus recientes avances deportivos-institucionales y su historia misma, con futbolistas que se esfuerzan y cumplen con los rigores de la profesión.
Disputado más de la mitad del torneo, en consecuencia, habrá que recoger la siembra de la breve experiencia y enfrentar el último tramo del certamen con las convicciones pasadas y presentes, y lo que figura entre lo corrigible y lo evidente. Mejorar la cosecha de unidades como visitante es uno de los aspectos a trabajar, reto nada sencillo ya que en la siguiente jornada All Boys protagonizará un duelo esperado por los hinchas, ante Argentinos, vecino con ciertos rasgos comunes pero de distinto trayecto deportivo, situado también en un barrio de historias propias y bien suyas, diferentes a la del club de Floresta, su zona contigüa, hoy movilizada ante la sorpresa, el temor de lo nuevo y las caravanas esperanzadas que, de vuelta en la calle, lo animan a transformarse y redescubrirse entre los indescifrables sentidos de un cambio de época.
Pablo Provitilo
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