El primer tiempo de Argentinos Juniors ante Chacarita, correspondiente a la 12º fecha del Clausura, entregó momentos de emoción y de reencuentro con un fútbol presuntamente obsoleto según especialistas avezados en postular un extenso decálogo sobre el juego y sus conveniencias ligadas al despliegue físico, la marca tenaz, el sentido de la oportunidad.
Fue tan rotundo lo del cuadro de Claudio Borgui, tan honesto en su propuesta, que no hay cuestionamiento posible capaz de minimizar una producción casi perfecta, basada en el toque, la sincronización de movimientos en función de ataque y una destacable apuesta por no ceder intensidad en su búsqueda ofensiva pese a la temprana ventaja (Facundo Coria anotó dos goles antes de los 20 minutos). Es cierto que enfrente hubo un rival confundido, que cometió errores groseros en todas sus líneas y se vio superado durante tramos sustanciales del cotejo. Pero el desarrollo del encuentro dependió, fundamentalmente, del meritorio rendimiento de los jugadores de Argentinos y del esquema agresivo diseñado por Borgui, con dos volantes criteriosos para ganar la mitad de la cancha como Mercier y Ortigoza, la movilidad de Obermán tendiente a desequilibrar por las bandas, el aporte gravitante de Coria, un enlace generoso, idóneo y contundente en la red, y una dupla de ataque peligrosa e inquieta integrada por Calderón y Sosa.
El dos a cero parcial en ese primer tiempo pareció escaso debido al abrumador dominio del conjunto de La Paternal, traducido en no menos de media docena de oportunidades claras de gol. Superioridad que mermó en la segunda etapa, si bien aumentaron -curiosamente- las chances de Argentinos para ampliar el marcador. Lejos de ser abultado, un 8 a 1 en favor del equipo de Borgui se hubiese correspondido con el trámite, los merecimientos y las alternativas del encuentro. En ese marco, la chapa final del resultado -exigüa diferencia de un gol- no expresa lo que ocurrió en el Diego Maradona, escenario donde Argentinos ganó algo más que un partido dado que, por un lado, reafirmó sus aspiraciones de pelear el campeonato y, por otro, definió un esquema audaz, un estilo que gusta a los hinchas y beneficia al espectáculo.
Previo al inicio de la temporada, se dijo que Argentinos reforzó criteriosamente su plantel, apuntalado por un prócer de la casa como Borgui. Y si actualmente a Vélez, Estudiantes y hasta Banfield e Independiente le adjudican y se autoadjudican una supremacía sobre el resto -algo ceñido a sus realidades fútbolísticas, por supuesto-, no habría que descartar al Bicho del Bichi, más cercano al Huracán de Ángel Cappa trazando un antojadizo -y discutible- paralelo. Se sabe que, en caso de crecer todavía más Argentinos en su rendimiento, el debate sobre propuestas y modos de jugar reaparecerá en escena. Con las exageraciones y las saludables disputas que supone.
Fue tan rotundo lo del cuadro de Claudio Borgui, tan honesto en su propuesta, que no hay cuestionamiento posible capaz de minimizar una producción casi perfecta, basada en el toque, la sincronización de movimientos en función de ataque y una destacable apuesta por no ceder intensidad en su búsqueda ofensiva pese a la temprana ventaja (Facundo Coria anotó dos goles antes de los 20 minutos). Es cierto que enfrente hubo un rival confundido, que cometió errores groseros en todas sus líneas y se vio superado durante tramos sustanciales del cotejo. Pero el desarrollo del encuentro dependió, fundamentalmente, del meritorio rendimiento de los jugadores de Argentinos y del esquema agresivo diseñado por Borgui, con dos volantes criteriosos para ganar la mitad de la cancha como Mercier y Ortigoza, la movilidad de Obermán tendiente a desequilibrar por las bandas, el aporte gravitante de Coria, un enlace generoso, idóneo y contundente en la red, y una dupla de ataque peligrosa e inquieta integrada por Calderón y Sosa.
El dos a cero parcial en ese primer tiempo pareció escaso debido al abrumador dominio del conjunto de La Paternal, traducido en no menos de media docena de oportunidades claras de gol. Superioridad que mermó en la segunda etapa, si bien aumentaron -curiosamente- las chances de Argentinos para ampliar el marcador. Lejos de ser abultado, un 8 a 1 en favor del equipo de Borgui se hubiese correspondido con el trámite, los merecimientos y las alternativas del encuentro. En ese marco, la chapa final del resultado -exigüa diferencia de un gol- no expresa lo que ocurrió en el Diego Maradona, escenario donde Argentinos ganó algo más que un partido dado que, por un lado, reafirmó sus aspiraciones de pelear el campeonato y, por otro, definió un esquema audaz, un estilo que gusta a los hinchas y beneficia al espectáculo.
Previo al inicio de la temporada, se dijo que Argentinos reforzó criteriosamente su plantel, apuntalado por un prócer de la casa como Borgui. Y si actualmente a Vélez, Estudiantes y hasta Banfield e Independiente le adjudican y se autoadjudican una supremacía sobre el resto -algo ceñido a sus realidades fútbolísticas, por supuesto-, no habría que descartar al Bicho del Bichi, más cercano al Huracán de Ángel Cappa trazando un antojadizo -y discutible- paralelo. Se sabe que, en caso de crecer todavía más Argentinos en su rendimiento, el debate sobre propuestas y modos de jugar reaparecerá en escena. Con las exageraciones y las saludables disputas que supone.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario