martes, diciembre 21, 2010
GIMNASIA // Los próximos pasados
¿Será Ángel Cappa la solución de Gimnasia? El equipo de la larga noche y los mil asedios, la entidad que resiste los golpes deportivos más fuertes, algunos de ellos fáciles de recordar: un campeonato que se evaporó de modo insólito en la última jornada, las luces encandilantes de un adversario capaz de adosarle una goleada histórica al orgullo herido del viejo Lobo, las extrañas formas de perder y de perderse en los torvos senderos de la derrota, una trayectoria extensa que no registra una sola estrella oficial.
Los interrogantes, ante este cuadro de situación, emergen con potencia. ¿Cómo será el día que Gimnasia salga campeón y olvide, por un tiempo, los sinsabores de cuatro o cinco generaciones de hinchas? ¿Se dmensionará la conquista frente a semejante suceso? ¿Existírá ese día? Y si finalmente ocurre, si el Lobo termina con el incordio de decorar el museo de los perdedores, ¿dará lo mismo que el técnico se llame Ángel Cappa? Respecto de esto último, definitivamente no. Por la identidad de su rival, y su identificación con Carlos Bilardo, y por los ecos de una disputa dialéctica agotada aunque ensañada en reaparecer con los más variados ropajes. A veces forzada, desembozada, obscenamente cuando se advierten los intereses en juego, no siempre plausibles de ubicarlos en dicotomías simplistas como buenos-malos, puros-impuros, éticos-tramposos, poder-contrapoder. Si algo se revela contundente en los últimas décadas es que muchos -no todos- de los denominados menotismos y bilardismos, sus referentes futboleros y sus voceros, revisten complejidades, secretos, obstinaciones y un halo insoslayable de operación soterrada que los vincula con uno de los grandes poderes de la época: los medios de comunicación.
En ese escenario conflictivo, sobre Gimnasia recaerán en el próximo Clausura los ojos de buena parte del medio, pendiente del juego del equipo pero muchísimo más de los gestos y de los discursos de su entrenador, a esta altura un personaje que ha cedido en uno de los aspectos que lo hacían interesante: creer desmedidamente en el protagonismo de los entrenadores, aceptar que inciden en forma determinante antes, durante y después de los partidos, solazarse con argumentos atendibles como su rol preponderante al inculcarle conceptos futbolísticos a sus jugadores aunque sometiéndose -consciente o inconscientemente- a la maquinaria de un ambiente que demanda show y desmesura. Pese a ello, de todos modos, anida en Cappa una última esperanza ni bien se perciben, en el plano futbolístico, intentos de retomar la senda de un estilo que conecta con el gusto mayoritario de los hinchas y, en un plano más amplio teniendo en cuenta la visibilidad adquirida por los entrenadores, sugerencias de abrir espacios y mundos distintos a los que suelen frecuentar los futbolistas. Todavía se recuerda, por caso, la visita de algunos jugadores de Huracán al museo de Esma cuando el entrenador dirigía a ese club. Fueron apenas 3, idéntica cantidad a los ex mundialistas de 1978 que concurrieron al partido por la memoria al cumplirse los 30 años de la ominosa dictadura militar, lo cual no invalida la saludable de iniciativa de Cappa y el efecto conseguido: hay tres futbolistas que hoy seguramente piensan distinto. Y eso, indudablemente, vale más que cualquier triunfo deportivo.
Pero, además de la llegada de un técnico con pergaminos, está Gimnasia y sus padecimientos perpetuos, en este caso un descenso que deviene posible aunque no irremediable. Para evitarlo, justamente y a partir de la efervescencia generada tras la designación de Cappa, el objetivo principal consiste en repatriar a uno de los grandes ídolos, Guillmermo Barros Schelotto, quien sembró dudas de su posible retorno a la entidad después 13 años, si bien la chance no está descartada. Casualmente o no, Guillermo partió a Boca en 1997 luego de su debut con la camiseta azul y blanca en 1991, un tiempo contradictorio contemplando variables que exceden al deporte dado que los '90, para Gimnasia, fueron una etapa pródiga. Tiempo de pelear campeonatos, de sonrojarse de desdichas ajenas (descenso de Estudiantes en 1994), de creer que la gloria, siempre tan esquiva, siempre lejana, parecía estar cerca con equipos buenos, y hasta muy buenos en algunas temporadas, presentables en la mayoría de los casos.
De concretarse el regreso, esperadísimo por más de media ciudad de La Plata, no hay manera de que Gimnasia persista en esta letanía que duele en los hinchas propios y apena en los simpatizantes neutrales. Serán tres retornos con olor a pasado pero situados en un presente que podría augurar un cambio: un "nuevo" ex presidente de más de 80 años (Héctor Delmar), un técnico con ideas para muchos obsoletas (Cappa) y un jugador portador de imágenes congeladas entre las contigencias de dos épocas diametralmente opuestas (Barros Schelotto). Después de tanta insistencia en vano, acaso una muy conocida reflexión de la teoría política encierre una moraleja en clave positiva. En Gimnasia, recortando una cita del filósofo y político italiano Antonio Gramsci alusiva al concepto de crisis del bloque hegemónico en el curso del siglo XX, "lo viejo no termina de morir (se resiste) y lo que está naciendo tampoco ha terminado de nacer". Dos caras de una misma moneda que hoy estalla rotunda en la atribulada, inexplicable y emocionante historia de un club que renace en los entusiamos de una hinchada curtida por las amarguras, pero confiada en que allá lejos, entre las blancas sábanas de lo desconocido y un deseo galopante por merodear la felicidad, no está escrito el final de nada sino que resurgen las especiales ansiedades de un nuevo tiempo. De un parto.´
P.P.
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