viernes, septiembre 24, 2010

HURACÁN // Espíritu setentista

No es casual que Miguel Brindisi, una gloria de Huracán, haya retornado al club con el inicio de la Primavera. Tampoco que se gestara su vuelta el 16 de septiembre -una fecha dolorosa para los argentinos en temas de notable actualidad (El golpe de estado en 1955 y La Noche de Los Lápices, en 1976)-, al cumplirse ese día y este año 37 almanaques del único título profesional ganado por la entidad de Parque Patricios, un triunfo que marcó un hito en la trayectoria del fútbol argentino.

El Huracán del '73, su consagración recursivamente evocada según las cualidades de sus futbolistas y las implicancias deportivas y sociales de aquel equipo, continúa siendo el punto de referencia más alto para los hinchas del Globo, circunstancialmente suspendido su recuerdo tras el emergente Huracán de Cappa que alumbró hace un año, respetuoso del estilo y de las formas de una institución que desmiente enunciados excluyentes del tipo ganadores/perdedores, clubes grandes/clubes chicos. Porque la suma de campeonatos ganados no siempre guarda relación directa con la tradición y la capacidad de ciertas entidades de erigirse potentes, vigorosas y entrañables.

Y buena parte de la grandeza de Huracán se liga con su estadio amplio y tradicional, emplazado en un barrio con fisonomías nostálgicas y queribles, pero también con ese conjunto vistoso dirigido por Menotti en una época singular del país teniendo en cuenta el breve aunque intenso gobierno de Héctor Cámpora, ganador de las elecciones en 1973 en fórmula con Solano Lima, luego reemplazado por el último mandato de Juan Domingo Perón. Sobre aquel equipo y su tiempo, el sociólogo Roberto Di Gianno (hoy ubicado en posiciones diferentes), argumentó en un ensayo corto denominado Huracán del 73, la primavera social y futbolística de los argentinos la particular correspondencia entre dos momentos: el político y el deportivo, expresado en el juego de Huracán. "En este modelo futbolístico quedan establecidas fuertes afinidades entre las disposiciones éticas (libertad para crear y solidaridad entre los miembros del equipo) y las estéticas (vinculadas éstas con las mejores fuerzas de la cultura popular, como son la picardía y la alegría)", dice Di Gianno.

Sin adentrarse en el núcleo de este trabajo citado y en los debates que dispara su lectura, seguramente polémica para determinado público de acuerdo con algunas aseveraciones, el texto incluye una mención importante referida a Miguel Brindisi, el flamante entrenador quemero y una de las grandes figuras del cuadro de Menotti, al explicarse en el texto: "La actitud de Brindisi, uno de los jugadores más creativos de ese plantel, que prefirió reiteradamente seguir jugando al fútbol en el país a ser trasladado al exterior, desechando así importantes beneficios económicos, llevó a que el presidente de la Nación, Juan Perón, le entregara la medalla de la "Reconstrucción Nacional".  Más adelante, el ensayo agrega un testimonio del cual no se consigna el autor aunque remitiría al propio Perón: "En nombre del deporte argentino, le quiero hacer llegar a Brindisi nuestras felicitaciones y complacencia. Se puede honrar el deporte en todas partes, pero donde mejor se lo hace es en su propia Patria".

 En tal sentido, un mínimo aspecto que revelan estas citas y que puede resaltarse es la estatura alcanzada por ese equipo de Huracán y el rol de algunos de sus jugadores, por ejemplo Carrascosa y Brindisi, tanto por sus condiciones futbolísticas como por su compromiso con el club, algo no del todo frecuente en una época como la actual, donde suele predominar el cálculo económico y la firme defensa de los intereses personales.



 El pasado que vuelve, el íntimo y profundo vínculo con Huracán, posiblemente las ganas de trabajar nuevamente, motivaron el segundo regreso de Miguel Brindisi como entrenador del club. Le esperan distintos desafíos. Sin ir más lejos, un promedio amenazante y el recuerdo del gran equipo de Cappa que conspiró -indudablemente- contra el trabajo de Héctor Rivoira, el técnico saliente, y la tranquilidad del presidente Carlos Babington, otra insignia del '73, quien debió recurrir a un hombre apreciado en el club cuando se imponía la continuidad de Rivoira. No obstante, y asediado por los cuestionamientos de los hinchas al ahora ex entrenador, el presidente debió ceder en sus planes y promover un acercamiento con el hoy nuevo técnico, de quien estaba distanciado por motivos nunca aclarados.

Parece una decisión sensata. Así como Brindisi eligió quedarse en la patria chica en los años pródigos, realza su figura arriesgar prestigio, tiempo y salud mental en una institución que hoy es otra, si bien su primera experiencia en el banco finalizó con conflictos. También Brindisi y Babington son otros, lo mismo que el país y el fútbol, aunque si algo genera este deporte es el raro mecanismo por desencadenar imágenes de una gloria inminente, la posibilidad de volver sobre un pasado que habita en las entrañas del Ducó, el Palacio que cobija, nuevamente, a uno de sus ilustres, hombre que atiende el llamado cuando impera la ansiedad y el desconcierto.  

Pablo Provitilo

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