martes, septiembre 28, 2010

FÚTBOL ARGENTINO // Saber discernir


La 8ª jornada del Apertura arrojó poquísimos goles, 13, la cifra más pobre del certamen, incluso muy por debajo de los 20 de la Liga Española, los 25 de la Italiana y los 24 de la Inglesa (en todas intervienen veinte equipos), las tres principales competencias europeas seguidas con atención por el público argentino cada fin de semana. Recorriendo otros ámbitos nacionales, la escasez de gritos se extendió a la B Nacional (magras 17 anotaciones), si bien la Primera C subió el promedio con 21 conquistas. Quedan de lado, por razones de cantidad de equipos participantes y de cronograma, la B Metro -22 contendientes-, la D -18 clubes- y los torneos Argentinos A y B, de desarrollo jeroglífico según las distintas instancias que contempla.

De cualquier modo, lo relevante de los flacos números, lo que verdaderamente asoma con fuerza, se vincula con la calidad de los encuentros en Primera División, la mayoría tediosos, friccionados, auténticos fiascos llenos de imprecisiones y lagunas en el devenir del juego que, inevitablemente, se traducen en emociones en cuentagotas, como quedó expresado en la última fecha. Entre las causas, y como ya se ha mencionado en otra oportunidad, figuran la pesada herencia de un tiempo triste del fútbol argentino manifiesto en un contrato ruinoso para los clubes (con su anuencia) formalizado entre la AFA y  TSC-Grupo Clarín, a lo largo de 18 larguísimos años, que introdujo sustanciales cambios, tanto deportivos como culturales. Entre ellos, acaso los más dañinos, ciertos enunciados periodísticos que instalaron un juego morboso donde los técnicos dependen de su permanencia en los clubes debido a los buenos resultados -aceptados por los propios entrenadores, cabe aclarar, sin la lucidez suficiente para unirse y exigirle lo mismo a determinados periodistas en esa dinámica de confusiones de roles y tareas-, y la profunda sangría en el interior de la instituciones, necesitados de vender a sus mejores talentos para remontar problemas financieros..

Los efectos, en consecuencia, emergen rotundos : planteos cautelosos por parte de los entrenadores -"todos interinos" como señaló Pavoni, el actual técnico de Independiente- y ausencia nítida de cracks, con excepción de algunos veteranos (Riquelme, Verón, Ortega), que se destacan en un medio dominado por la mediocridad y las urgencias del éxito, a esta altura un mandato, un canon del ambiente, para intuir posibles desarrollos de los partidos.


Quedan pendientes, sin embargo, una serie de consideraciones. La paridad resulta un atractivo dado que ante la irregularidad de todos los equipos, sobresale la incertidumbre sobre el probable ganador, como unapelícula (mala) pero con final abierto. También se impone un trabajo extra para los amantes de este deporte, especialmente los neutrales, ya que la posibilidad de observar los 10 encuentros de la fecha gracias a la intervención del estado, demanda una elección, un recorte de horas en el fin de semana, una suspensión de otros menesteres/actividades, más o menos interesantes según la oferta circundante. En ese sentido, influye, y mucho, el azar, aunque importan las necesidades, los antecedentes y las características de algunos equipos para arriesgar dos horas valiosísimas cuando llega -para una gran mayoría de los aficionados- el tiempo del descanso.

Así, el presente Torneo Apertura entregó -a criterio de este sitio- apenas 7 partidos sobre un total de 80 disputados dignos de no perdérselos: San Lorenzo-Godoy Cruz; River-Independiente; All Boys-Vélez; Boca-Vélez; Colón-Godoy Cruz; Lanús-Godoy Cruz y Quilmes-Argentinos. El resto, o sea los otros 73, oscilaron entre alguna jugadita interesante de los promisorios Gio Moreno o Mario Regueiro, el rendimiento regular y sólido de determinado equipo o un estremecimiento momentáneo (los tres goles de Palermo ante Colón). Poco para suspender planes de jornada completa, si bien -habrá que recalcarlo siempre- el flojo nivel del fútbol no refiere a un fenómeno novedoso teniendo en cuenta la opinión actual de enconados detractores. Lo oculto años atrás sobreviene con elocuencia tras la apertura de las transmisiones por canales de aire, los interpela en tanto socios del viejo negocio, y sobre este detalle, el fútbol televisado para la mayoría de la gente, se montan muchos que antes, en las soledad de sus televisores y sus relatos para pocos, esbozaban tenues y complacientes críticas, amén de discursos encendidos ("el campeonato más emocionante del mundo").

O tal vez no: quizás sus custionamientos sobre la calidad no han variado. Solo que ahora apelan, con gesto preocupado y enfático para las audiencias (ahora masivas), a los trazos contaminados y disfrazados en distintos dispositivos que, por supuesto, no los roza siquiera de cerca.

Pablo Provitilo

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