viernes, septiembre 10, 2010

COPA SUDAMERICANA // Reyes en la noche


La semana futbolera contemplaba dos encuentros de relativa importancia en el ámbito internacional, con presencia de equipos argentinos. Por un lado, la definición de la Recopa, certamen sobrevalorado en el continente, que podría haberle reportado a Estudiantes de La Plata una nueva estrella y, consecuentemente, los correspondientes elogios de quienes se montan sobre los categóricos e implacables resultados. Cabe decir que la mirada exitista no es patrimonio exclusivo de un solo sector del medio. Se trata, en cambio, de una práctica común y extendida, un rasgo de la época, una tendencia que enturbia el análisis aunque muchos crean iluminar zonas oscuras o enarbolar sesudas tesis consumados los resultados.

Con Estudiantes ocurre un caso curioso. Recibe tratos amables en el triunfo, en parte justificadamente debido al luminoso ciclo de Alejandro Sabella tras su arribo al cargo en 2009, si bien cada uno de sus logros o victorias refuerzan una andanada de máximas con tonos de verdad absoluta: la mística copera vigente de los dorados 60 y 70, un modo de jugar que "enorgullece a los argentinos porque así se juega al fútbol", el influjo de Juan Sebastián Verón, líder incomprendido del Seleccionado de Maradona como se dijo, como aun se dice. El triunfo de La Liga de Quito suspendió las coberturas rimbombantes y, por supuesto, promovió leves aunque visibles cuestionamientos a un equipo presuntamente acostumbrado a perder finales, al margen de que es uno de los pocos que suele jugarlas en los últimos años. Cosa de números, parece.




Pero también hubo otro encuentro trascendente por la Copa Sudamericana, otro torneo promocionado hasta el paroxismo por la cadena dueña de los derechos de televisación que, de todos modos, abarca un trayecto (al menos 10 partidos para la consagración) y comenzó a ser apreciado por los brasileños, hecho no menor.Allí, la atención estaba centrada en el duelo entre Argentinos e Independiente o, para ser más precisos, en el posible derrotero de dos entrenadores cuestionados: Daniel Garnero y Pedro Troglio. En ese marco, el empate que clasificó al cuadro de Avellaneda aparentemente descomprimió la situación de Garnero pese al opaco rendimiento de Independiente en el Estadio Maradona, lo cual impone la idea de que los resultados definen taxativamente la suerte de un proyecto con varias aristas. ¿Cuál proyecto? El proyecto concebido por Julio Comparada y César Menotti, criticado por no haber apostado a la continuidad de Américo Gallego.

Lo llamativo es que, aceptadas las evaluaciones positivas en los triunfos y el rol decisivo de los técnicos, no abundaron voces sobre varios aspectos relevantes que dejó la clasificación de Independiente. Por ejemplo, volver a viajar al exterior por un torneo internacional después de 6 años, el protagonismo de juveniles promisorios y un episodio significativo para los analistas de los días lunes (o viernes en este caso): el saldo favorable en los números del equipo de Garnero en un estadio donde el cuadro rojo, hace pocos meses, consumó un verdadero papelón dirigido por Gallego.

Ocurre que los juicios avalados por los resultados no siempre se amoldan a los deseos, especialmente por los gestos, los pasados y los procederes de los actores involucrados. Una situación que revela, en todo caso, lo estrecho de una mirada donde los discursos se acomodan o, como se dijo recientemente, se toman, se trivializan al ritmo frenético de un medio que demanda desmesura. Ni Estudiantes parecería ser el nuevo perdedor de finales o el gran equipo enjundioso de la mística inoxidable, ni Independiente un proyecto perdido conforme suma derrotas o el club que renace de las sombras debido a su estilo exquisito.

Son dos clubes que atesoran noches de gloria, que se han ganado un lugar en la historia y forjaron una identidad. Al cabo: que ganan y pierden como todos. Apenas eso.

Pablo Provitilo

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