viernes, agosto 07, 2009
Tifón
Le sobra historia a Argentinos Juniors para mirarse en el espejo de los grandes. O al menos en un espejo olvidado que devuelve imágenes luminosas. Club peculiar el Bicho, porteñísimo, en el cual habitan cracks, memorias, Mártires de Chicago, Tifones y Globetrotters, murgas inolvidables e hinchas ilustres como Carlos Carella.
Club cuyos números avalan su condición de entidad acreditada. Ciento cuatro años de trayectoria, dos títulos locales, una Libertadores y 116 goles de Maradona obligan a considerarlo sin que medien contaminantes fanatismos.
Argentinos es también el barrio profundo y un clásico fallido, es una institución especial si se analiza que los propios orgullos remiten menos a la hinchada aguantadora que al excelso semillero. Y es, fundamentalmente, referencia de un estilo futbolero que lo distingue y lo enaltece ante el resto.
Hecha esta candorosa y escueta presentación, caben algunos añadidos respecto del pasado y presente del equipo de La Paternal. Como viene ocurriendo desde mediados de los 90, Argentinos atraviesa un momento deportivo crítico que lo ubica peligrosamente cerca del ignominioso descenso y bien lejos del esplendor de los 80. Etapa de bonanza esta última, proyectada por un técnico sagaz (Angel Labruna) y corporizada por jugadores destacados (Enriqué Vidallé, Carlos Ereros, Emilio Nicolás Comisso, Sergio Batista, Carmelo Villalba, Mario Panza Videla, Adrián Domenech, Claudio Borgui, Juan José López, José Castro, entre otros).
Concluido aquel ciclo, la actualidad pareciera demandar otras expectativas, más acotadas y menos ambiciosas de acuerdo con los diplomas adquiridos. Es un punto de vista. En contrapartida: dirigentes e hinchas, envalentonados por las obras realizadas y la reinauguración del estadio de Juan Agustín García y Boyacá, sueñan con reeditar epopeyas. Así lo sugiere la conformación del plantel para la próxima temporada. Llegaron 6 refuerzos -algunos de ellos de cierta jerarquía-, se acordó la continuidad de hombres clave (Ortigoza, Torrico, Canuto, Hauche y Mercier) y regresó el petiso Franco Neill, jugador que enamoró a Gimnasia tras dos goles épicos en la última promoción.
Claro que también arribó Claudio Borgui, técnico de sólidas convicciones e hijo pródigo de La Paternal. "No me gustaría que mi mensaje a los jugadores fuera "vamos a zafar de la promoción", declaró recientemente el auténtico Bichi, al tiempo que dispensó elogios para Huracán y su amor por el Tifón. Ocurre que Borgui simboliza varios regresos; el regreso del barrio y su influjo envolvente y el regreso de los espejos donde Argentinos tiene derecho a mirarse.
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