domingo, agosto 09, 2009

Sub 36


Fenómeno curioso el de los futbolistas veteranos. Cada vez más determinantes y protagónicos, importantes clubes argentinos modelan sus expectativas a partir de sus aportes. El repetido y entrañable enunciado "está de vuelta" pierde sustento si se evalúan determinados presentes de algunos jugadores. Dos tipos de presentes, cabe clarar: los visibles, ejemplos de asombrosa vigencia, y los presentes imaginarios, esos que muchos quieren ver entre penumbras y fantasmas de un ciclo agotado y concluido. Por tanto, arriesgamos algunas reflexiones siempre sujetas a debates, distorsiones y, claro, polémicas en su sentido menos trivial.
Pensemos, sin entrar en revisionismos, en Juan Román Riquelme, Hugo Ibarra y Martín Palermo (Boca Juniors), Juan Verón (Estudiantes), Estebán Fuertes (Colón), Cristián González (Rosario Central, ahora en San Lorenzo), Marcelo Gallardo y Ariel Ortega (River Plate), la vieja guardia tripera. Un sub 36 -en promedio- que cotiza alto y obliga a reformular ciertas verdades.
En principio, desestimar la vieja expresión popular "viene a robar". Agreguemos, de insistir con el dicho, los verbos jugar y transpirar. Ningun jugador arriba o pelea por continuar en determinado club sin contemplar el nuevo paradigma. Esto es: mirada obsesiva del exterior sobre cada movimiento suyo, amplificado con el despliegue de las innovadoras tecnologías de la información. Compacto permanente, sobredimensionamiento de virtudes, condena implacable y combinación de contenidos deportivos con apunte de farándula son los rasgos visibles de ese paradigma.

No es un dato irrelevante, a su vez, el compromiso asumido por los veteranos. En la mayoría de los casos, y sin minimizar la disputa por honorarios, una de las causas de sus destacadas prestaciones obedece a los vínculos afectivos, las idolatrías cosechadas y la experencia acumulada. Verón y el recorte de su contrato constituyen un ejemplo cabal de la retribución material y simbólica de estos futbolistas con el club amado. Claro que al sentido de pertenencia, se suma la responsabilidad profesional de cada uno de los jugadores aquí reseñados. Nadie es figura sin revalidar lauros ni hay un certificado que garantice galardones eternos. La condición de estrellas vigentes, en tal sentido, debiera no omitir en el análisis que hay trabajo arduo y entrenamiento sostenido en muchos de ellos.

Pero también, urge interrogarse qué renovación produce el fútbol argentino. ¿Es cierto que salen cracks en abundancia, estrellas millonarias con destino europeo, nuevos sucesores de Maradonas, Bochinis, Alonsos y hasta Riquelmes? El papelón del sub 20 en Venezuela, ocurrido a comienzo de año, reveló que escasean talentos de exportación, al margen de una pocas excepciones que, por supuesto, enseguida emigran al exterior. En consecuencia, una variable a tener en cuenta para comprender por qué sobresalen los veteranos remite a la actualidad de nuestro fútbol. Aparecen pocos cracks y los que encadenan una racha de partidos sufren la impiadosa realidad de los clubes. Y su realidad, vale agregar.

Resumiendo: los experimentados cumplen roles significativos. Por las presiones del ambiente, por el vacío de referentes y porque sobresalen con empeño y talento en un torneo sometido a las crueles pautas del negocio. Podemos incluir otro interrogante, a modo de cierre. Si bien en el emergente super 8 predominan panzas, canas, pifias inconcebibles y tratos amables, ¿dónde está escrito que Fernando Redondo no puede calzarse la 5 de Ahumada?.





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