viernes, marzo 11, 2011

FÚTBOL ARGENTINO // Una clase de ética


Suele ser convocado en momentos difíciles, cuando apremian las urgencias y los malestares colectivos sugieren su nombre, última posibilidad de remontar campañas indecorosas, derrotas perpetuas, equipos inocuos y desnorteados. Por sus argücias, mediáticas y no solo mediáticas, tendientes a erigirlo como un entrenador idóneo para sacar puntos y motivar planteles abatidos anímica y futbolísticamente, Ricardo Caruso Lombardi, a sus 49 años, impuso sus principios, determinado perfil y características reconocibles de su propuesta futbolística, en la época de los directores técnicos convertidos en verdaderos protagonistas del espectáculo.

Más allá del debate sobre la gravitación de los entrenadores -tema agotado para este sitio junto con sus recurrentes desmesuras y sus prestaciones gratuitas a una maquinaria comunicacional que los adula y los expulsa según los implacables resultados-, la vuelta de Caruso, esta vez al necesitado Quilmes, expresa una noticia agridulce y un condimento vital para las usinas del show, dado que su figura creció y se extendió en base a carisma, escenas matizadas con gestos y frases cargadas de violencia ('yo soy honesto'), apariciones constantes en los centros televisivos de la polémica estéril, apasionada y con rasgos de comicidad triste, además de no pocos enfrentamientos y contrapuntos virulentos con colegas y futbolistas (Gorosito, Asad, Schiavi, Scotti). Rasgos que le valieron, en definitiva, el mote de técnico controvertido, resistido por muchos teniendo en cuenta sus excentridades, pero también debido al estilo áspero que define a los equipos que dirigió, sostenido en el roce físico, ciertas mañas y un obsesivo afán en el aspecto táctico que afean los partidos.

No obstante, repasar en torno de la figura de Caruso y los significados que pone en escena implica considerar a un entrenador amasado en las hostiles tierras del ascenso (dirigió 8 equipos), donde forjó su carrera de sinsabores y triunfos, entre estos últimos aparecen dos conquistas importantes (subir con Sportivo Italiano -1997/1998- y Tigre -2004/2005-) y buenas campañas en Estudiantes de Buenos Aires, El Porvenir y All Boys. En el cuadro de Floresta, por caso, el entrenador vivió situaciones curiosas y mostró viejas y novedosas cualidades que, ya bajo las luces de la Primera División, cobraron mayor fuerza. Un dato: luego de perder la promoción por el ascenso en 2003 -ante el cuadro de Gerli- y arrancar primero en el siguiente torneo, Caruso se tuvo que ir de All Boys tras un confuso y nunca explicitado episodio del cual no fue el único culpable. Por otra parte, y ya en Primera División, demostró que tenía condiciones para dirigir en la máxima categoría producto de muy buenas campañas en Argentinos Juniors, Newell's y Racing, tres clubes en su momento complicados con el descenso, al tiempo que mantuvo su agudeza para detectar jugadores olvidados en ligas de segundo y tercer orden como Iván Pillud, Mauro Formica, Diego Castaño, Denis Stracqualursi, Mauricio Sperdutti y Román Martínez.

Existen otros aspectos, finalmente, que remiten a la conducta y la ética, algo no menor para un medio siempre sometido a componendas e hipocresías de variado tipo. A pesar, o tal vez, debido a sus reiteradas apariciones mediáticas, Caruso no niega entrevistas a ningún medio, ya sea más o menos importante. Pocas veces los jerarquiza de acuerdo a su influencia y mantiene un trato horizontal con casi todos. Es más: algunos conflictos se suscitaron con cronistas de la prensa influyente, lo cual no implica que al técnico le asista la razón. Tampoco es para desatender algunas denuncias que lo involucran con casos de corrupción, como salió a luz en el último tiempo, o modos de proceder que lindan con el chantaje o la dádiva.

Todas situaciones sometidas a juicio, abiertas, opinables, propias de un entrenador que aporta buena dosis de carroña, discursos confusos y gestos contradictorios. De hecho, antes de acordar con Quilmes, coqueteó con el proyecto privatista de Juventud Unida de San Luis, gerenciado por Carlos Ahumada, personaje oscuro si los hay. En el reverso de los particulares principios de Caruso, supuestamente cabe aclarar , Ángel Cappa incurre en las mismas actitudes dentro de la cancha, lo cual revela que existen clases de ética y clases de técnicos. Aunque pocos, muy pocos, se animan al desafío de introducir con toda la nobleza y valentía el dedo en la llaga para alumbrar un fútbol mejor y más justo.

P.P.

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