lunes, marzo 21, 2011

FÚTBOL ARGENTINO // Hipocresía


La muerte en el fútbol no puede dejar lugar al silencio, al lamento pasajero o a la continuidad de una fecha que debió suspenderse ni bien se confirmó el asesintato de Ramón Aramayo, hincha de San Lorenzo cuyo último acto en un caluroso domingo de marzo fue irse del mundo que le ofrendó dos pasiones fuertes compendiadas en una: el fútbol y la camiseta alzugrana. Menos que menos se debería permitir decir o publicar cualquier cosa, como pregona para el ámbito de los medios audiovisuales y gráficos el director de la sobrevalorada Revista Barcelona, Pablo Marchetti, ante un hecho triste, lesivo, que involucra a diversos actores, entre los cuales hay uno del cual se habla poco como el periodismo, ya sea porque subsiste una corporación jamás cuestionada que se excusa redoblando la apuesta, o porque se minimiza -o algunos no quieren advertir- el impacto de los significados que pone en escena, un texto uniforme que mezcla diatriba ordinaria, exhibicionismo impune y revanchismo en clave de folclore hueco, con foco en la industria del entretenimiento.

El último domingo, consumada una nueva muerte en el fútbol, no deparó silencio ni prudencia ni responsabilidad profesional. Sí reveló, en cambio, que hay un mecanismo naturalizado, una respuesta inmediata de un segmento importante del ambiente que apunta a la corrupción policial, el deficitario rol del Estado, a la anuencia de dirigentes absorbidos por los aguantes que -íntimamente- reivindican. En parte se trata de respuestas lógicas, dado que la violencia en el fútbol es uun fenómeno que involucra estos actores y estamentos, además de tratarse de un serio problema que se remonta a largas décadas atrás. Lo que llama la atención, considerando el agravamiento de un tema sensible y atravesado por múltiples aristas, es la ausencia de un debate profundo sobre los medios de comunicación, un protagonista central de la época para analizar a la violencia, que mostró en el lamentable episodio ocurrido en Vélez un muestrario de hipocresía en varios planos. Por un lado, abusando del morbo, muchos de ellos informando mal y desligándose de sus mensajes agresivos que los tiene, cada día y cada semana, insuflando rencores y odios en los hinchas, a quienes -desde luego- se los juzga como responsables de "las cosas que pasan". Esto último precisamente, fue el argumento elegido por ciertos programas, incluso llegando a dislates de asociar el mensaje de la política -en alusión a Hugo Moyano- con la violencia en Liniers.

Pero además, reapareció en las pantallas Raúl Gámez, ex presidente de Vélez, para comentar una vez mas su propuesta de restringir la presencia de público visitante y denunciar a Julio Grondona y el accionar policial sin rubores ni culpas. Recordemos aunque sea reiterativo: Gámez, apodado "Pistola", fue ex barra brava de dos clubes que hoy se aborrecen (Vélez y Nueva Chicago), fogoneó de modo irresponsable la rivalidad del cuadro de Liniers con San Lorenzo y, por una cuestión de sensibilidad y ya no de investidura dirigencial, olvidó llamarse a silencio frente a una muerte acaecida apenas unas horas antes de su raid por canales y radios.
No obstante, y al margen de Gámez, lo relevante es analizar los dispositivos de ciertos medios, nunca analizados a fondo en su faceta ominosa, incluso por organizaciones de la sociedad civil con fines nobles como la ONG Salvemos al Fútbol o por cronistas bien documentados como Gustavo Grabia, al punto que el discurso periodístico ni se menciona o aparece atenuado para formular la denuncia con resonancia, paradójicamente, mediática.  Así, se soslaya un aspecto medular del problema como la comunicación, ámbito donde fluyen lenguajes que han ido legitimando este juego cínico en el cual primero se alimenta un monstruo para luego escandalizarse sobre su capacidad de daño y decir "yo no fui".

Algún día se contará la historia del periodismo deportivo en Argentina, desde los 90 hasta la actualidad.Quien la cuente, posiblemente, encuentre su incidencia y gravitación como causal de la violencia en el fútbol, mientras los muertos, en caso de no modificarse el escenario, se exhibirán en las placas color rojo del cronista indignado.

P.P.

No hay comentarios.: