jueves, julio 08, 2010
URUGUAY // Sí Te Va Gustar
"Hay algo que nos empuja y no sabemos bien qué es", dijo uno de los referentes de Uruguay tras la emocionante victoria Celeste ante Ghana en un partido para atesorar toda la vida según algunas de sus incidencias: un inédito penal sancionado en el último minuto del suplementario después de una mano desesperada con tonos de potrero, la fallida ejecución posterior que casi silenció a un Continente, y el tanto de Abreu, en el epílogo, cargado de suspenso y admiración. Momento intenso si los hubo, protagonizado por un Seleccionado habituado a las epopeyas y a las voces de un pasado que resuena y empuja. Vaya si empuja.
En Sudáfrica, finalmente, Uruguay revalidó parte de su historia grande en el certamen con sus conocidas fortalezas, por ejemplo la firmeza defensiva y el temple para enfrentar la adversidad, aunque aparecieron otros puntos altos como la velocidad de algunos de sus futbolistas, ciertas variantes insinuadas en ataque y el roce internacional adquirido por un plantel compuesto en su mayoría con jugadores que militan en el exterior. No alcanzó, es cierto, pero la imagen dejada por el equipo Tabárez fue diametralmente distinta de las últimas Copas del Mundo debido a dos factores entrelazados: la fría estadística (Uruguay volvió a una instancia relevante luego de 40 años) y un estilo reactualizado que posiblemente no deslumbre a los otros, como tampoco ocurrió antes, si bien parece inscripto en el cuerpo charrúa.
Cabe, por tanto, puntualizar una diferencia en los debates sobre gustos, teorías y maneras de jugar que alumbraron en Sudáfrica. Indudablemente España, que bien merecida tiene la catarata de elogios recientes, genera placer y emoción a partir de un esquema basado en el toque, la vocación ofensiva y la inspiración de sus jugadores, sin embargo siempre es pertinente advertir el carácter peculiar de un deporte con connotaciones culturales y derivaciones de distinto tipo, en el cual se cruzan identidades, tradiciones y narrativas situadas en tiempo y lugar que desestiman la creencia de que existe un fútbol ideal, el buen fútbol que trasciende a épocas y coyunturas, despojado de historia y de contingencias, modélico y capaz de ser imitado en cualquier lugar dado que allí, aparentemente, se revela la verdad del juego "que le gusta a todos".
Uruguay, por tanto, hubiese sido un merecido y digno campeón. Con atributos distintos a los ibéricos, desde ya, pero con una emoción idéntica o superior. Una celebración bien suya, construida con garra, corazón e inteligencia, esos valores que el hincha, el que se alegra y sufre desde su pertenencia (también el que sostiene una industria millonaria con su pasión), sabe distinguir en la victoria y en la derrota.
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