jueves, abril 09, 2009

Russo y las reglas


Miguel Russo no parece moldeado para este fútbol donde predominan instintos caníbales. No es el único, claro. Ese perfil medido, lejos de las luminarias mediáticas, presumiblemente afectará a otros hombres que cultivan una imagen semejante. Casualmente o no: aquellos que suelen minimizar con dignidad e inteligencia el rol protagónico asignado en la trama. Ahora que la impaciencia gobierna a los hinchas, ahora que se proyectan "contratos por partido", ahora que los logros de un equipo son individuales ("gané en todos lados"), justo es reconocer a ese hombre que se va en silencio, sin bravatas ni discursos exculpatorios, dolido por un fracaso deportivo inesperado.
Cabe, eso sí, aceptar las reglas del juego. Que no son justas ni hechas para tímidos Todos, previamente, conocen los rigores a los cuales se someten ni bien aceptan entrenar en el fútbol argentino. Es así. Acaso los campeonatos largos, una refundación en el orden local, invaliden este inciso no aclarado en el reglamento. Mientras tanto, nos pasa frecuentemente, creemos que los entrenadores, mágicamente, alumbrarán el horizonte victorioso de nuestros clubes.
Los técnicos son importantes, verdad irrefutable. Pero para debatir ideas en torno al juego, gustos, maneras de jugar, disposiciones de los jugadores en la cancha. Muchos entrenadores enriquecieron la discusión futbolera cuando no había fútbol 24 horas, desde Adolfo Pedernera hasta el joven Bielsa allá por el 90.
Sus camisas fluo o rayadas, los semblantes para la cámara, el análisis de las declaraciones post-partido, revelan su opuesto y los debates productivos devienen en franca imbecilidad. En consecuencia, la partida de Russo -7º técnico en renunciar- y los que vendrán forman parte de las reglas del juego.
Con un matiz: esas reglas tienen preferencias con quienes alimentan -discursiva y gestualmente- el virtuosismo de los entrenadores.

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