lunes, abril 13, 2009

Esos estúpidos que gritan


¿Son exagerados los hinchas de Casla al manifestar semejante odio a los suyos? ¿Responden por ellos mismos o responden en nombre de los comunicadores del "ganar sí o sí"? El masivo repudio ante un presente indeseado, de todos modos, no es nuevo en Boedo. Ya en tiempos del "Turco" Alul, "Topolino" Riquelme y el Coloccini calvo la hinchada santa se destacaba por exhibir desmesuradas muestras de reprobación frente al presente de su club. Eso sí: tal vez las conductas eran más ingeniosas, menos violentas, más folclóricas. Los hinchas del cuervo, en consecuencia, siempre fueron distinguidos por el ambiente futbolero a raíz de esas cualidades creativas, patentadas en cantitos tribuneros e ironías de distinto tipo.
Sin embargo, la actualidad no deja margen para originalidades y los esquivos resultados en 2009 trastocaron ese horizonte europeo que soñó Tinelli con el Indiecito Solari como líder del "Dream Boedo" y un plantel trajeado, sumiso, manejable, "que nos va a dar muchas alegrías a los hinchas de San Lorenzo". Porque Tinelli enfatiza, mediante apelaciones a la infancia, Francisco, el lenguaje y el habla del tablón, su condición de hincha genuino en oposición a la de empresario voraz. Para los hinchas, no caben dudas, implica un (falso) reaseguro a la crisis, el desamparo, recuerdos de góndolas, penales en contra y sábados en Vélez. Al cabo, lo que sugiere todo mecenazgo en general y el mecenas en particular.
La estrategia, hay que reconocerlo, funcionó. El conductor televisivo no fue el blanco prinicipal escogido por los simpatizantes. Un sector de la prensa, el día posterior a la derrota en México, se encargó de resaltar todos los esfuerzos del grupo inversor, la tristeza de Marcelo y cargó contra el rendimiento de los jugadores. Paréntisis urgente, por favor. En un gesto hipócrita mayúsculo, los periodistas del monopolio primero señalaron a los jugadores que derraparon en México, luego criticaron a los hinchas que insultaron a esos mismos jugadores, más tarde editorializaron sobre la irracionalidad del público.
Retomando: Tinelli no sufrió grandes embates como sí debieron soportarlos otros representantes del club. Un club dañado que deberá remontar una compleja situación financiera y deberá convocar con una política deportiva renovada a simpatizantes enfurecidos, los cuales también les cabe aprender de una buena vez la lección.
Los costos de los gerenciamientos (cubiertos o encubiertos) suelen ser devastadores. El ambiente de San Lorenzo le creyó a Tinelli y hoy paga con creces ese vínculo sustentado en contratos millonarios, departamento de marketing y el promocionado salto de calidad. Hoy la marca San Lorenzo no existe y el fútbol argentino podría sacar provechosas conclusiones de este fracaso cimentado en un mecenas reparador de la historia.
Lo que queda, mientras tanto, es una institución tradicional, muy popular, cuya grandeza no depende de nadie. O sí. Cuando el gerenciador se va, cuando la empresa dimite, cuando los representantes abandonan, del otro lado, siempre habrá hinchas para defender sus colores y rescatar al club del oscuro desván en el que se encuentra arrumbado. San Lorenzo no será la excepción.

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