jueves, abril 02, 2009

Contrapunto


Leo el artículo de Ernesto, publicado en este sitio y titulado "Diego Armando Maradona", y siento la necesidad de aportar otro punto de vista no necesariamente porque discrepa con sus argumentos. Al contrario, comparto el espíritu del artículo porque denuncia un estado de época, describe con agudeza la trama de intereses en torno a Maradona, Riquelme y el Seleccionado y castiga el exitismo que corroe al deporte. Sin embargo, advierto que, esta vez, no alcanzo a distinguir entre "un nosotros" y "un ellos" reconocible. Todo está muy confuso en la Argentina.
En principio, una confesión: no soy hincha de la Selección. No me conmueve este cuerpo técnico, su dirigencia, su público mediocre que hoy canta "esta barra buyangera (sic)" y mañana pide fusilar ciudadanos, las narraciones de la patria que se despliegan detrás del fútbol. Tampoco me hace feliz gritar los goles que festejan Coca Cola, Quilmes, Movistar, TyC Sports, y todas las multinacionales y grupos económicos. Seguramente es una simplificación, una amarga manera de ceder cosas nuestras, una crítica que podría extenderse a los clubes, pero concédanme sentirlo así. Los clubes, además, son otro tipo de referencias que se ligan a afectos primarios y donde sus socios, salvo excepciones, deciden qué destino quieren para su entidad. Un ejemplo: en Lanús, la asamblea de socios resolvió que para avalar la figura del gerenciamiento deberán convocar a una nueva asamblea si es que aparece algún iluminado -o mecenas salvador- que desembarque en la institución.
Hay, no obstante, otras cosas más importantes a puntualizar. Que trascienden las simpatías o el vínculo que cada uno tenga con la selección. Digamoslo sin titubeos: nada bueno para el fútbol, nada genuino, nada edificante, puede engendrar una organización contaminada desde su raíz. Los Grondona, los Deluca, Carlos Bilardo, el monopolio mediático -que, no olvidemos, desoyó el reclamo mayoritario por Carlos Bianchi y promocionó a Maradona hasta el hartazgo- son auténticos responsables del colapso que vive el fútbol argentino y que se manifiesta en diversas formas. La selección es apenas un emergente, anecdótico podríamos decir. La violencia endémica, el mensaje de ganar como sea, los negociados infames, las coberturas intencionadas forman parte de un mismo combo de situaciones que lesionan a este juego maravilloso.
Difícil desear que triunfe el mal y difícil no emocionarse con un Maradona que insiste como rémora de un tiempo venturoso. Por eso los dos polos se confunden y las contradicciones abruman.
El fútbol argentino merece una refundación. Riquelme, Maradona son la resultante de una misma serie. Los auténticos responsables, curiosamente o no, conservan su impoluta investidura.

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