miércoles, enero 12, 2011

PRIMERA DIVISIÓN// La Marca All Boys


La llegada de Ariel Ortega al equipo de José Romero sorprende, confunde y genera infinitas conjeturas y debates entre los hinchas de All Boys. No solo por tratarse de un futbolista en el ocaso de su carrera, afectado por serios conflictos que repercuten en su profesión y en su vida personal, sino también debido a este momento pródigo del cuadro de Floresta, derivado de una construcción paciente y laboriosa urdida por dirigentes, socios, simpatizantes y un plantel identificado con el club y sus mandatos históricos.

Parte de este promisorio e inedito presente,  le debe mucho al presidente Roberto Bugallo, responsable de sanear las alicaídas finanzas de la institución desde que arribó a la entidad hace más de 10 años y de apostar al crecimiento deportivo e institucional mediante la realización de obras en beneficio de los socios y del barrio de Floresta, conjuntamente con el armado de un equipo competitivo en el fútbol profesional. Los logros están a la vista: hoy All Boys exhibe un estadio remozado y confortable,  una serie de actividades sociales, culturales y recreativas destinadas a la comunidad y, tal vez lo más importante, un suceso que enaltece su trayectoria de 97 largos años al conseguir dos ascensos en tres temporadas, uno de ellos a la máxima categoría.

Sin embargo, y en lo que remite al plano futbolístico, los últimos movimientos de Bugallo -especialmente tras el arribo del cuadro de Floresta a la Primera División- llaman la atención, desorientan, llevan a pensar en un cambio de rumbo a fin de inaugurar un novedosa y desconocida etapa orientada a focalizar en el marketing de la época, con sus posibles escándalos que generen copiosos debates en los medios de la prensa sensacionalista y esa denominación connotada de lenguaje empresarial alusiva a la "marca fulano o mengano" (en este caso la marca All Boys), olvidando que el reconocimiento exterior y los progresos de este club surgieron del silencio y de la humildad, lejos del ruido mediático, de la prepotencia de ofrecer contención y placer en los supuestos paraísos de un barrio modesto y trabajador, de gestos espasmódicos, improvisados, proclives a desconfiar de los efectos que se buscan y de las tramas que rodean cada decisión repentina.




Este momento de alegrías y emociones, en consecuencia, incluye controversias. Marcadas controversias y contrastes. Primero desembarcó Cristian Fabbiani, un hombre al que el fútbol abandonó hace rato, artífice de la promisoria campaña de All Boys en el Apertura a raíz de su ausencia en el once titular. Ahora llega Ortega con sus padecimientos y su veteranía indisimulable que, en mayor o menor medida, representa un escollo para un equipo que necesita calma, armonía y unidad grupal para enfrentar los desafíos de una categoría rigurosa e implacable. En otra época, por caso, recalaron en Floresta nombres consagrados en el epílogo de su trayectorias, allí están los ejemplos de Héctor Scotta, Claudio García, Juan Barbas, Sergio Batista, el mismismio Néstor Fabbri entre otros. Lo de Ortega es diferente: se trata de la Primera División, con su dinámica exigente, centro de todas las miradas en un ambiente contaminado de cámaras y micrófonos pendientes de casi todo, menos del juego. También es diferente lo de Fabbiani, joven en relación con los nombres citados, fichado sin reunir un solo mérito futbolístico, excepto sus prestaciones gratuitas en los centros del show.

Dos casos, en suma, que no borran la esperanza y el orgullo que suscita la actualidad All Boys, si bien enciende una alarma. Porque expresaría una contradicción con este ciclo de Pepe Romero y porque están en juego aspectos que Bugallo, acaso entusiamado por una obra inédita aunque con final inconcluso, habrá pasado por alto. O habrá olvidado. O habrá minimizado. Lo que está en juego, de alguna manera, es la fidelidad a un origen determinado. Este club se proyectó desde el barrio y sus señas distintivas hacia el afuera, donde los dispositivos de propaganda, cada tanto, reparaban en las características y las pasiones que despertaba una entidad humilde con nombre peculiar. De ninguna manera ocurre y ocurrió al revés.

Lanzar la marca All Boys, de ser así, exigiría una tarea para la institución: dialogar fluidamente con esos dispositivos mediáticos influyentes con miras -hipotéticamente- a crecer más, consolidarse, instituirse como un actor poderoso y redituable para propios y extraños. El camino inverso que llevó al cuadro a Floresta a este umbral de felicidad genuina, sin alardes, con los hombres y mujeres del  barrio, los que conocen de dónde viene este club al que ninguna prensa ajena hará más o menos importante.

P.P.

1 comentario:

SiC dijo...

comparto mucho de lo expresado en el post, aunque creo que la incorporación de Ortega al equipo puede darle mucho al cuadro de Floresta.