domingo, enero 09, 2011

TORNEOS DE VERANO // La pasión es la misma


Nacidos a fines de la década del '60 en el viejo estadio marplatense denominado General San Martín, los torneos de verano han sido una acertada iniciativa destinada a los espectadores para morigerar la abstinencia de fútbol, disfrutar de la temporada estival en su ciudad cabecera cerca de la pasión primera de los argentinos, erigirse como un respetable banco de pruebas previo al inicio del certamen oficial y observar a equipos y selecciones nacionales y de otros países que, en más de una ocasión, dejaron su sello en estas competencias que han crecido en diversidad de campeonatos, incidencias y matices transcurrido el tiempo.

Así, la estadística del verano arroja algunos datos y curiosidades que vale la pena repasar, por ejemplo consignar el primer campeón, el Budapesti Vasas Sport Club de Hungría, un conjunto tradicional de ese país que en marzo celebrará su centenario; el predominio de Boca en la tabla general de títulos ganados (37 campeonatos, once más que River), casi a la inversa de la clasificación oficial en el profesionalismo; el siempre recordado encuentro entre el cuadro millonario y la Selección de Polonia en 1985; otro duelo prácticamente olvidado aunque significativo en el cual Seleccionado Nacional de Menotti con todos sus titulares y en plena preparación para el mundial de 1978, apenas empató ante el River de Labruna tras ir en ventaja de dos goles con un hombre más en el campo; la visita de la ex Checoslovaquia en 1979 que produjo masivas concurrencias; una goleada de Boca sobre River por 4-0 con Ariel Carreño como gran figura, en 2002; y una serie de partidos en los últimos años cuyas secuelas, en los clubes derrotados, motivaron la salida de entrenadores respetados (Ramón Díaz y Alfio Basile después de perder los clásicos con Boca y River, respectivamente).

Inevitablemente, en el recuento faltan numerosos hechos y situaciones que una gran mayoría de futboleros recuerda con alegría o tristeza, algo ligado directamente con la impronta de estos torneos realizados en la época del descanso y el alivio de las tensiones laborales y afectivas, si bien las presiones y las exigencias de la temporada regular se mantienen incólumnes en los torneos estivales, especialmente en las últimas dos décadas. Lo llamativo es que, desde el aspecto organizativo, el certamen veraniego varió considerablemente su forma de disputa, con encuentros correspondientes a un mismo torneo celebrados en ciudades-sedes distintas, formaciones conformadas -en su gran mayoría- por jugadores suplentes y juveniles, y un nivel de juego discreto producto de una pretemporada centrada en lo físico antes que en lo técnico.



De todos modos, el aparente y declamado carácter amistoso de estos torneos contrasta con la narrativa exagerada de cierta prensa y sus efectos perniciosos en los planteles y en un segmento del público que, lejos del descanso, el disfrute y el alivio de las tensiones, sobrevalora los desempeños de sus equipos tanto en la victoria como en la derrota. Claro que, afortunadamente, un gran porcentaje de hinchas saben de la condición preparatoria de las competencias estivales, de la posible consolidación o armado del equipo que debutará en el campeonato oficial y del valor relativo de derrotar a los rivales de siempre, conscientes del momento y de la circunstancia. Aun así, contener totalmente las pasiones y los impulsos parece una tarea imposible.
El título de una película del sueco Ingmar Bergman podría aplicarse al fútbol de enero y febrero. Un verano con Mónica se llama el filme, alusivo a un amor pasajero, de estación, acaso de dos días.
Pero qué dos días.

P.P.

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