martes, junio 29, 2010

OCTAVOS DE FINAL // Cuestión de potencia


La serie entre brasileños y chilenos tuvo semejanzas con el duelo de Francia 1998: misma instancia, ídéntico vencedor y notorias asimetrías entre los contrincantes manifiesta en la chapa final (diferencia de tres goles). No obstante, cabe puntualizar matices relativos a la performance de los chilenos, el seleccionado que llegó a Sudáfrica después de una eliminatoria brillante -finalizó 2º- con varios hitos incluidos, por ejemplo el primer triunfo oficial ante Argentina, en 2008, y la racha de cinco victoria como visitante. Equipo que no tuvo a la dupla atacante conformada por Marcelo Salas e Iván Zamorano, como 12 años atrás, pero que consiguió una victoria en un mundial después de casi medio siglo, relegó al incipiente y promisorio combinado suizo y mantuvo la premisa de atacar y brindarse por el espectáculo durante su breve estada mundialista, algo que no abunda en el certamen de Sudáfrica.

Queda, por supuesto, la sensación de que el seleccionado de Bielsa no pudo sortear uno de los obstáculos previstos, consignados en este sitio, tendiente a achicar la brecha con las potencias a raíz del visible cambio de mentalidad que supo inculcar el entrenador argentino a sus jugadores desde su arribo a La Roja. Chile, en este sentido, pagó carísimo errores ante España y Brasil, conforme evidenció que le falta jerarquía y le sobra audacia. Justamente, y como consecuencia de sus planteos ambiciosos, la evaluación debería contemplar que el cuadro trasandino progresó en variados aspectos y que el intento cotiza alto entre tanta cautela y oportunismo, más allá de que prevalece lo que admitió Bielsa consumada la eliminación en Sudáfrica. "Las distancias entre los grandes equipos y nosotros aún existen". Se notó bastante en el duelo ante Brasil, lo cual alimenta un debate sobre trabajos formativos y proyectos dirigenciales en el país trasandino, sometidos -muchas veces- a los arbitrios del dinero expresado en millonarios que desembarcan en los clubes para otros propósitos y a una política referente al Seleccionado que -da la sensación- parece vacilante, hermética y aún no dispuesta a desplegar todos sus recursos para lograr otros resultados que ubiquen a Chile en el umbral de los grandes equipos.




 La contracara es Brasil, clasificado una vez más a cuartos de final luego de una actuación convicente y esperanzadora. Hay un meríto que debe adjudicarlesele a Dunga: haber ideado a una formación sólida, efectiva y en cierta medida austera, a tono con el fútbol moderno, pero desde la indiosincracia de los brasileños que remite, inequívocamente, a jugar con aplomo y motivación. Sin apartarse, además, de las enormes cualidades técnicas surgidas en los futbolistas de ese país, ese virtuosismo que sigue marcando diferencias independientemente de los nuevos y promocionados abordajes tácticos.

Habrá que ver si ante Holanda, el seleccionado que ganó todo lo que jugó hasta aquí junto con Argentina, le bastará con su juego que no desdeña ni lo pragmático ni el talento ni la alegría. Esa alegría tan suya que lo hace más potencia, más firme y más candidato que nunca.

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