lunes, junio 07, 2010

GRUPO H // Chile: Alma Roja


Doce años después del contundente 1-4 ante Brasil, en octavos de final de Francia 1998, Chile regresa a una copa del mundo para nutrir un historial hasta aquí pobre en la competencia de acuerdo con el fervor popular de un país futbolero por excelencia, participante del primer mundial, sede de otro, fiel exponente de esa escuela sudamericana basada en el toque, la inspiración y la gambeta impredecible. Y se trata de un curriculum maltrecho, menor, apenas reseñable, si se consignan su cantidad de presencias (7 sobre 18), su mejor marca (3º en el certamen que organizó en 1962), su posición en la tabla de todos los tiempos (22º).

Sin embargo, resultados aparte, persiste un estigma en el fútbol chileno relativo al complejo de inferioridad para enfrentar a rivales de renombre e imponerse retos menos mediocres que avanzar una ronda en un mundial. Lo logró, recientemente, en Francia '98 con una llamativa estadística dado que no ganó ninguno de los partidos del grupo inicial (empató con Italia, Austria y Camerún), si bien la caída ante Brasil resultó elocuente y arrojó una conclusión: no hubo equivalencias con las potencias a raíz de la marcada superioridad de éstas pero también de deficiencias propias ceñidas a no oponer un plan alternativo inteligente, con otra disposición en el rectángulo para suplir las visibles asimetrías.

El balance de aquel mundial, pese a la eliminación, dejó entre los aspectos rescatables el regreso de La Roja al torneo tras 16 años, fundamentalmente después de dos papelones en los ochenta: el protagonizado en España '82, donde terminó último en ese mundial, y el de Brasil '89, donde el arquero Roberto Rojas simuló una agresión que minó las chances chilenas de clasificar a Italia '90. Por eso, en el país galo, fue aceptable el primer ciclo como entrenador del uruguayo Nelson Acosta ya que, además de superar la primera ronda, contaba con buenos jugadores en el plantel, dos de ellos muy queridos por el público trasandino como Iván Zamorano y Marcelo Salas -capitán histórico y máximo anotador, respectivamente- quienes ratificaron su condición de goleadores implacables e integran -además- el reducido grupo de notables junto con Elías Figueroa, Leónel Sánchez, Guillermo Subiabre, Juan Carlos Letelier, Carlos Caszely.

De cualquier manera las siguientes eliminatorias sudamericanas (2002-2006) reabrieron debates y dudas sobre el futuro del fútbol chileno al no clasificar a la máxima cita, alimentando viejos fantasmas en torno de un equipo promocionado para las grandes gestas según su periodismo más militante, aunque obnubilado ni bien se encienden las luces del gran espectáculo, el que parecería convocar a un Otro que no es Chile.



Claro que los tres años recientes produjeron un cambio sustantivo en el trayecto de la selección chilena, íntimamente vinculado con la llegada de Marcelo Bielsa, el hombre denostado en Argentina por su trato democrático con el principal actor de la época, los medios de comunicación, y por una dolorosa eliminación de Corea-Japón 2002 que no lo apartó del cargo pero sí de los afectos, de la tranquilidad para trabajar, de un sector periodístico que hoy lo extraña y pasado volverá a denigrarlo con su lógica de ganadores y exclusividades. En Chile Bielsa logró inculcar una idea de juego, supo cómo convencer a los futbolistas chilenos de sus cualidades y de sus fortalezas para redimir un pasado de oprobio, aportó reflexiones que situaron la polémica lejos del escándalo y la cháchara, y -sobre todo- pergeñó un seleccionado que hoy ya no se conforma con superar la primera ronda. Así, Chile exhibe jugadores de cuidado como Humberto Suazo -una baja importante en el debut-, Alexis Sánchez, Matías Fernández, en tanto ofrece una versión renovada en cuanto al esquema táctico implementado, orientado a atacar al rival, con más vértigo y menos pausa es cierto, aunque sostenido por un concepto relevante: la audacia, una propuesta que no distingue rivales ni jerarquías.

Este auspicioso proceso, es de presumir, deberá enfrentar -y superar- la prueba en Sudáfrica. Delante estarán un rival candidato a llegar la final, España, y dos oponentes tan inestables como peligrosos, Honduras y Suiza, en un grupo que parece un trámite para el seleccionado ibérico. Chile lleva lo suyo, de todos modos: un plan audaz, un estrenador digno y criterioso y esos fantasmas históricos a la hora señalada que exceden a su entrenador.

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