miércoles, febrero 18, 2009

Filial Viena


"¿Cómo salió River? Uh, perdió..la concha de su madre"

Se sabe y se ha señalado insistentemente en este espacio desde su lanzamiento en la web, allá por 2005: los males que aquejan a River obedecen a la fallida gestión del voluminoso Aguilar. Sin embargo, creemos que el desempeño de los directivos explica una parte, y solo una parte, de este período oscuro en el cual el millonario perdió dos veces con Boca en instancias decisivas de Copa, salió primero y último en torneos consecutivos, devastó sus inferiores, estableció lazos carnales con el lumpenaje del tablón y celebró una curiosa amistad interclubes con el Locarno suizo, entre otras hechos inolvidables que preferimos, contradictoriamente, olvidar.
Ese otro factor es el psicológico. Un aspecto que, si bien roza de cerca a JMA, trasciende al oficialismo agonizante. Y se vincula a una historia millonaria de deudas no saldadas, escenas traumáticas, trastornos de personalidad, etc. Los ejemplos abundan y no es intención de este blog revolver en la herida. Por el contrario, compartimos un breve diagnóstico referido al juego, arbitrario y muy esquemático, donde conjeturamos cómo el plantel actual responde a distintas situaciones del juego.


-Va ganando cómodo y jugando bien: una fantasma recorre el cuerpo de los once players, una corriente de bienestar inaceptable, imbancable. Resultado: empata o pierde y vuelve al lugar de mierda.

-Va ganando de pedo y jugando mal: Una certeza se impone; ganar es un premio exagerado, inmerecido, demasiado generoso en un club generoso. Resultado: empata o pierde.

-Va empatando jugando bien : Consciente de su dicha, los beneficios del azar y su ciclotimia, sabe que, tarde o temprano, el partido será cuesta arriba y la victoria patrimonio de los otros. Resultado: sigue empatando.

-Va perdiendo jugando mal. Pies de plomo, vista borrosa, cansancio sin transpirar, ganas de irse a dormir rápido, y volver a Lost, Sex and The City, Friends y esa otra vida sin el fútbol.

-Va perdiendo jugando -de a ratos- bien, mal y regular. Algo lógico, una posibilidad que todos aceptan y nadie combate. El castigo merecido en medio de un paisaje contaminado. Salir de ahí asusta más que las derrotas de cada día.

En consecuencia, digámoslo sin rodeos: antes que pedir los goles de Ortega, Fabbiani, Gallardo o algún otro salvador de la causa, mejor reforzarse con Rocco y sus hermanos (Mangione y Roffé). La filial Viena, agradecida.

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