miércoles, abril 13, 2011

ASCENSO // Auriazules


El ascenso argentino siempre exhibe curiosidades, año tras año, que alimentan su frondoso caudal de historias con sello propio, vitales, generalmente ocultas. La temporada 2009/2010, en tal sentido, deparó dos ascensos importantes y merecidos, Olimpo de Bahía Blanca y Almirante Brown, clubes con largo recorrido en el fútbol profesional, de coincidentes colores: el negro y el amarillo como símbolos distintivos. Siguiendo con las tonalidades, también el actual ejercicio augura dos coronaciones semejantes dada la trascendencia de los clubes y los diseños de las camisetas que los hermanan: Atlanta y Dock Sud, auriazules que produjeron campañas resonantes en la B Metropolitana y Primera D -respectivamente- y, de ese modo, parecerían dejar atrás un período deportivo ominoso al obtener el título, si bien el éxito se funde con  fragmentos de un pasado que dispara lecturas no solo estrechamente vinculadas con el plano deportivo y sus conspicuos derroteros, sino también con otros campos que designan barrios y trayectorias de rasgos peculiares, emparentados con la cultura y la política.



Siglo Bohemio

Atlanta es uno de esos clubes tradicionales de la Capital Federal, bohemio debido a su itinerancia por distintas zonas porteñas hasta afincarse en Villa Crespo, que creció sostenidamente en las décadas del '50, '60 y '70 al expandir sus actividades sociales abiertas a la comunidad (con disciplinas deportivas, pero también mediante bailes populares que congregaban a vecinos de distintas edades), acompañadas de grandes equipos en el fútbol, ideados y ejectuados por nombres que perduran hasta hoy en la memoria de los hinchas. Repasando: León Kolwosky (dirigente, el más influyente de la historia y nombre con el que se bautizó el estadio en el año 2000); Osvaldo Zubeldía, Victorio Luis Spinetto, José María Casullo, Néstor Pipo Rossi (entrenadores); Luis Artime, Hugo Gatti, Néstor Errea, Carlos y Mario Griguol, Alberto González "Gonzalito", Juan Gómez Voglino (jugadores). En este tramo, no casualmente se registran los logros más meritorios de su biografía como la obtención de la Copa Suecia en 1960 -título no reconocido oficialmente aunque valioso si se considera que el cuadro Bohemio fue el primer equipo no grande en ganar un torneo con los clubes más importantes desde la creación de la AFA en 1934- y el 3º puesto en el Nacional 1973, la mejor ubicación en el profesionalismo.

Lo que vino después no puede explicarse sin consignar los avatares políticos y económicos de la época. Pese a alegrías deportivas circunstanciales en los años '80 (ascenso a Primera, aquella formación comandada por la célebre dupla Oscar López-Oscar Cavallero) y '90 (subió 2 veces al Nacional b) con jugadores que dejaron un gran recuerdo como Fabián Castro, Luis Bonnet, Víctor Paredes; este período marcó la crisis más grave de la entidad en el contexto de un país destinado al abismo tras las presidencias de Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Fernando De La Rúa, el último mandatario ya iniciada la década del 2000. Dos ejemplos elocuentes -en rigor hay muchos más-, ilustraban este momento de deterioro y pesadumbre: la venta de la histórica sede social, en 1994, y la clausura del Estadio Kolbovsky en 2005. Claro que existieron y existen nobles e indispensables resistencias, tanto en el fútbol como en otros ámbitos. Así, los socios de Atlanta comenzaron un periplo con movilizaciones y reclamos para recuperar la institución, cuyas recompensas llegaron en un tiempo perentorio al disponer nuevamente de su sede social, en 2006, tras insistir con numeros proyectos elevados a la Legislatura porteña, e inaugurar su remodelado estadio tres años después, habida cuenta de una Comisión Directiva responsable, de sangre puramente bohemia, que abrió canales de participación para que los hinchas apuntalaran a un club afectado por distintos tipos de crisis, auténtico blasón de familia para generaciones de simpatizantes.

Ese trabajo colectivo, paciente, nacido del profundo amor por los colores, se expresa actualmente en una institución renovada, distinta de la de otra época pero parecida en los actores que la protagonizan, sembrada de proyectos de grandeza con la asunción de Alejandro Kortz -actual presidente-, quien aportó a la conformación de este equipo ganador y vistoso dirigido por Javier Alonso y robustecido por jugadores de interesantes cualidades como los hermanos Andrés y Abel Soriano, Emiliano Ferragut, Leandro Guzmán y el experimentado Rodrigo Llinás. Auspiciosos presentes que ya se perfilaban desde años atrás, en ocasión del Centenario (2004), con el documental Siglo Bohemio, elaborado por Aníbal Garisto, Mónica Nizzardo (fundadora de la ONG Salvemos al Fútbol) y Javier Orradrer, en el cual se repasan las etapas de esplendor y decadencia de la institución, aparecen algunos nombres ilustres del barrio de Villa Crespo (Osvaldo Pugliese, Leopoldo Marechal, Juan Gelman) y se recogen las opiniones de dirigentes, socios e hinchas que lamentan el club que fue pero sientan las bases, con sus ideas y sus persistentes actividades realizadas, del que podría ser. El inminente ascenso que conmueve al barrio es, quizás, la piedra fundante de una nueva y dichosa etapa del alma bohemia que no solo refiere a los hinchas de Atlanta.




Islas e ideas del Sur

Situada en el partido de Avellenada, la Isla Maciel es un territorio atravesado por los conflictos, los enigmáticos afluentes sociales y culturales, y los modos del habla cotidiana que generaron el equívoco de confundirla efectivamente con una Isla. Allí se encuentra ubicado el Club Sportivo Dock Sud, nacido en 1916 y de consecuente militancia en las categorías del fútbol de ascenso (nunca subió a Primera ni disputó el Nacional B reestructurado en 1986). Su legajo es minúsculo según los títulos, pero el cuadro aurizul se erigió en una entidad reconocida del ascenso por su capacidad de convocatoria y los enfrentamientos ardorosos con su rival San Telmo, cuyo último partido data de 1999, el año en que comenzó un pronunciado declive del Doque tras su descenso a la Primera C. Entre otras cosas, porque el club apodado "Los Inundados" sufrió las consecuencias de los '90, sin que esta sea la única causa de su retroceso en el plano futbolístico dado que cuenta, por un lado, su historia huérfana de gloria y, por otro, las propias responsabilidades de quienes administraron el club.

De cualquier manera, y luego de permanecer 7 años en la actual tercera categoría del fútbol argentino (subió en 1992), bajó a la C donde alternó buenas y malas campañas, al tiempo que el club se sumergía en los pantanos de una época de desencantos, crudos espejismos e insconsiente resignación. También aquí hubo material audiovisual -en otro registro- que hizo alusiones al club, por ejemplo la serie televisiva Okupas, dirigida por Bruno Stagnaro y producida por Ideas del Sur, de Marcelo Tinelli, que daba cuenta con tono trágico de la vida desdichada y hostil en esa zona del Gran Buenos Aires, inaugurando -asimismo- una nueva forma de hacer ficción que, sumado al éxito de Pizza, Birra, Faso de Israel Caetano y el citado Stagnaro, recibieron excelentes tratos de la crítica, al punto de ponderar la emergencia de un revolucionario movimiento cinematrográfico asentado en eficaces recursos narrativos llamado, generícamente, "nuevo realismo". La serie mostró, con acierto y de forma arriesgada, el clima de aquel entonces y una de las claves fue exhibir al Doque como ámbito del deterioro y del atraso, de los sueños frustrados y de la violencia extrema expandida a la calle y a las esquinas. En más de un capítulo, sin ir más lejos, uno de los personajes centrales, Diego Alonso ("El Pollo"), se desenvolvía o "ranchaba" en ruinosos monoblocks, poblados de "transas" y "mascapitos", vestido con una camiseta de fútbol, la de Sportivo Dock Sud.



Pero el envío, con los lenguajes recabados de la periferia y su busqueda de "reflejar" una realidad para muchos desconocida o invisibilizada por la televisión, no dejaba espacio para la esperanza ni una posible redención. Algo legítimo cuando los directos enfatizan los enfoques de mostrar "lo que se ve" sin adoctrinamientos ni falsas moralinas. Sin embargo, el relato podría haber reparado en las historias de quienes se mantuvieron al margen, esas pequeñas luchas contra las estigmatizaciones y los prejuicios, ámbitos donde subsistían ansias de progreso y ascenso social. Un club de fútbol, en ese sentido y si no desaparece o quiebra definitivamente, cobija voluntades solidarias, gente que intenta reponerse desde sus pertenencias y sus afectos. Sportivo Dock Sud no fue la excepción ni tras su caída deportiva en 1999 ni después quedar prácticamente afuera del mapa futbolero en 2008 cuando descendió a la D.

Sobre los resortes y escombros de su trayectoria, por tanto, en 2009 inauguró una nueva tribuna en el marco de un estadio (Los inmigrantes) hoy abierto a casi 8.000 personas, y este sábado 16 de abril puede retornar a la C luego de una campaña brillante con varios responsables: su presidente Abel Frutos, el entrenador Hernán San Martín y los jugadores Cristian Bruno, Lucas Escobedo, Alcides Miranda Moreira y Matías Polack, entre otros. Un regreso con ribetes de merecido premio, teniendo en cuenta su tenacidad y perseverancia para construir un logro importante desde los cimientos de un territorio habitualmente considerado inasible y adverso.

Dos casos, entonces. Dos clubes que demuestran, desde sus procedencias y acciones comunitarias, la hechura y los mundos imperceptibles del fútbol de ascenso. Mundos donde anidan, generalmente, las caras auténticas de la vida.

P.P.

2 comentarios:

Seba dijo...

Los dos lo meren largamente. Ojalá no se queden en un ascenso y listo. Que se afiancen y (sobre todo el docke) que sigan escalando.

german dijo...

El Sportivo Dock Sud estuvo en la primera division 7 años en total en los torneos 1922 al 1926 y luego 1933 y 1934 e incluso salió campeon reconocido por la A.F.A EN la temp 1933. El presidente actual no es Frutos sino Anibal Campanini. abrzo