jueves, abril 28, 2011

ASCENSO // Abrir la cárcel


El penal de Villa Devoto, una de las cárceles más nombradas de la Argentina, alberga historias de dolor y de esperanza en las entrañas de ese mundo invisible para los otros -los que están afuera-, donde conviven asesinos, transas, perversos, perejiles, inocentes y las secuelas profundas de la exclusión social. El encierro opera como justo castigo en muchos casos, pero también como campo de posibilidades para quienes intentan rehacer sus vidas golpeadas y maltrechas, entre horarios establecidos, rígidos, y días interminables que parecen idénticos durante la semana.

Enfrente nomás, siempre en un paisaje en el cual se confunden el gris del cemento con manchas verdes del césped y tenues rayos de sol anaranjado que golpean los frágiles tablones de madera, se encuentra la cancha de General Lamadrid, el club próximo a coronarse campeón de la Primera C cuya trayectoria remite a la humildad y a sus temidos revestimientos, capaces de aventar la llegada de cotizados futbolistas para la categoría y suscitar algunos prejuicios sobre su lugar de origen evidenciado en el mote. "Carceleros" es el más conocido (el otro es "Lama"), robustecido por el canto de los gritos de los presos que se acercaban a los ventanales de los pabellones para ver sus partidos, lo cual convierte a este club nacido en 1950 en una entidad incofundible, ya que el fútbol argentino no registra un caso similar a raíz de una curiosa situación: el estadio, espacio de la libertad y de las pasiones desatadas, y la cárcel, territorio de la reclusión y de la soledad arrumbada, establecen implícitamente un vínculo que tiende un puente entre el afuera y el adentro, marcado por la suspensión transitoria del tiempo y los diálogos imaginarios y hostiles que, en los días de partido, tienen como epicentro al fútbol.



Imbuido de su particular trayectoria, Lamadrid está a un paso de conseguir su tercer logro significativo en 60 años. Los otros, recordemos, fueron en 1995 (subió a la C)  y 1998 (ganó el reducido para llegar a Primera B), comandados por dos leyendas del ascenso: Juan Manuel Guerra y Jorge Franzoni. Este último, precisamente, es el actual entrenador de un equipo de austero presupuesto que edificó una campaña meritoria asentado en la regularidad de resultados, la grandeza de espíritu inculcada por su técnico y la inteligencia para sacar provecho de las diminutas dimensiones de su cancha, una de las más chicas de la categoría (perdió apenas 1 partido). De consumarse el título, el cuadro de Villa Devoto habrá demostrado la relativa influencia de contratar los refuerzos más costosos y, ligado con lo anterior, la paridad que impera en la divisional, teniendo en cuenta que Talleres de Escalada, Laferrere y Excursionistas parecían estar un escalón por encima de equipos como Lamadrid.

Será ante el club del Bajo Belgrano, posiblemente, el encuentro que decante la coronación de Lamadrid. Un encuentro con historia si se considera la máxima goleada sufrida por el Carcelero (9-0 con Excursionistas),y programadoa puertas cerradas, acorde con los castigos habituales que recaen sobre los clubes del ascenso. Nada opacas, de todos modos, las claves y los alcances de la inminente consagración. Allí está el orgullo embarrado del plantel que modeló Franzoni en el cual se destacan -entre otros- Matías Giménez, Abel Flegenal, Gastón Lezcano, Maximiliano Ledesma, Martín Zurlo, Nicolás Pizarro y Héctor Santillán. Y allí está el premio a la voluntad de querer despojarse de las ataduras, el ensimismamiento y la dependencia con un presente abarrotado. Justamente.

P.P.

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