viernes, abril 22, 2011

FÚTBOL ARGENTINO // Periodismo violento



El miércoles hubo dos episodios violentos en el fútbol argentino que generaron, como es lógico, la condena mayoritaria del medio y, como añadido, nuevos análisis periodísticos tendientes a seguir hurgando en las causas profundas de este "flagelo" del que somos responsables todos y deviene natural, dicen, porque "no aprendemos más" o porque "en un país en serio los hinchas no se trepan al alambrado ni arrojan objetos contundentes, menos que menos aprueban las canciones tribuneras de grupos de choque financiados por  dirigentes". Claro, cabe reparar en que el nosotros inclusivo que utiliza ese sector de la prensa lleva la marca del engaño dado que es clara, muy clara, la operación pergeñada. Esto es: nosotros (los periodistas) que somos parte del espectáculo del fútbol con ustedes (los hinchas), condenamos una violencia Otra, una violencia que ustedes apañan y celebran, una violencia plausible de dramatizar ante los demás con modos severos, rotundos, aleccionadores.

Así, las variables nodales del "flagelo" son casi siempre las mismas: barras de estrecha relación con el poder político,  falta de educación, intolerancia ante la derrota, inoperancia de los organismos de seguridad. En síntesis: lo que ya sabemos. Pero continúa en el fútbol la omisión -no solo en la prensa hegemónica- sobre el actor más importante de la actualidad, su prensa deportiva influyente, como cómplice, promotora y ahora protagonista de sucesos de violencia.  El colmo de situarse fuera de escena en sus trazos autocríticos ocurrió el pasado miércoles, cuando en Vélez-San Lorenzo (que había sido suspendido por la muerte de Ramón Aramayo) los involucrados fueron periodistas que siguen la campaña de ambos equipos, enredados en una pelea insólita teniendo en cuenta que se trató de un encuentro a puertas cerradas. Y en Argentinos-Fluminense sucedió algo similar: los jugadores locales desataron una batalla campal y no los hinchas, "esos que no tienen níngún derecho a insultar", como le gusta decir a un reconocido usuario de las nuevas redes sociales. En los hechos, empíricamente, queda demostrado que la violencia abarca a un conjunto de estamentos aunque existe uno de ellos, renuente a interpelarse a sí mismo, cada vez más expuesto en su doble discurso y -más importante aún- en su doble moral.

La pelea entre periodistas de Vélez y San Lorenzo, en ese marco, no puede reducirse a un cruce entre medios partidarios, circunstancial e incontaminado. Por el contrario, deja otras lecturas. Una de ellas es que la prensa forma parte del problema dado que no es inocente ni neutral. Muchísimo menos un segmento por fuera de un entramado de relaciones sociales capaz de sentenciar con ínfulas de actor legitimado. El hecho lo revela con elocuencia: no había hinchas. Asimismo, subyace lo ya señalado en otros artículos relativo a las coberturas insidiosas, los enfoques parciales, el despliegue de una incesante maquinaria de discursos que estimulan los odios para luego escandalizarse y exigir mano dura. Ahí lo tenemos al jefe de redacción del diario Olé, Leonardo Farinella, ofuscado a raíz del escándalo en Paternal ("por qué no puede festejar en Argentina un rival que gana") y ensayando una tibia autocrítica sobre lo acontecido en Vélez-San Lorenzo al decir "da vergüenza" para luego machacar con que eran colegas partidarios. Porque cuando conviene, el periodismo de periodistas está a la orden del día. "Son hinchas, dicen". Curiosamente, sin embargo, Olé desde hace tiempo implementó una sección llamada "De Frente", en la cual periodistas reconocen abiertamente la identificación con un club y opinan con virulencia, es decir, una forma del abonimable periodismo partidario. Pero además, ¿qué aporte contra la violencia hace Farinella como responsable de un medio dirigido a potenciales barrabravas en función de su lenguaje que -salvo escasas excepciones- combina ironía ramplona con.sensacionalismo hueco y homofobia para principiantes?.

De cualquiera manera, Olé es apenas una muestra. Lo grave es que la mayoría de los medios no incluya entre las causas de la violencia a una forma de hacer periodismo que no ha contribuido en nada a atenuarla, al contrario, ha agravado las cosas y ya no se conforma con estimular los rencores: ahora alienta conflictos entre tribunas vacías y un público que los observa por televisión. Aunque no siempre puede observarlos, vale decir. Ese mismo miércoles el público argentino estuvo pendiente de la definición de la Copa del Rey disputada entre el Barcelona y el Real Madrid,  algo comprensible teniendo en cuenta la historia de ese clásico, la definición a cara o cruz y la participación de jugadores argentinos. La mayoría de los hinchas, sin embargo, no lo pudo ver dado que la empresa DirecTV tenía la exclusividad de las imágenes, lo cual contradice en nuestro país el carácter democratizador e inclusivo que trajo Fútbol para Todos y su extensión, Deportes para Todos,    
reconocido -implícitamente- por el máximo tribunal de la Unión Europea que dictó jurisprudencia al prohibir determinadas exclusividades sobre contenidos de interés general.

Eso también es otro tipo de violencia, menos nociva es cierto, pero que no dejar de tener importancia más allá de las pocas veces que se levantaron para polemizar o discutir sobre el derecho de los ciudadanos de ver un espectáculo popular. De haberlo hecho, no habría barrabravas para denunciar o hinchas para adoctrinar respecto de sus perniciosas conductas. Y pocos, muy pocos, se animan al desafío de mirar para adentro y poner en el centro del debate a quien en el deporte parece intocable y libre de pecados, vaya uno a saber por qué bendición divina.

P.P.

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