lunes, abril 11, 2011

ALL BOYS // Volver con Victoria


Pasaron seis largas fechas para reencontrar un triunfo estimulante, justo y especial debido al contexto en el cual pelea este All Boys inestable y apremiado, y a las vertientes de un duelo siempre atractivo en el ascenso dado los fuertes arraigos y distintivos de ambas instituciones. Seis jornadas que, comparado con el escenario del encuentro, parecen escasas según los días transcurridos para retornar a Victoria y sus calles congeladas en el tiempo, aunque sugestivas en sus contornos inmóviles que denotan viejas y nuevas historias con epicentro en el fútbol, noches extraviadas en la esquina, durezas de un ambiente abierto a casi todos.

Ese pasado con Tigre, de enemistades y rumbos cambiantes, registraba datos nada alentadores para el cuadro de Floresta: apenas 3 partidos en Primera División (no había ganado All Boys), 7 años del último enfrentamiento en el denominado Coliseo (2004, ganó Tigre 4 a 0) y una ostensible superioridad del Matador respecto de su trayectoria en Primera División  (27 temporadas contra 9), amén de la mínima ventaja en el historial general manifiesto en 22 triunfos para el equipo de Victoria y 19 de su rival. Si se agregaban los antecedentes del actual torneo, los desvaríos de un plantel todavía atomizado, el presagio no era el mejor como cada presagio de este 2011 que All Boys comenzó obnubilado al subestimar su presente venturoso pero circunstancial y, fundamentalmente, al olvidar las entrañas de un ciclo sedimentado de esfuerzos conjuntos, en la antípodas de aquellas entidades que depositan su proyecto deportivo en un solo e intocado estamento. Resultaron reparadoras, si bien tardíamente, las recientes declaraciones de José Romero, sincero para puntualizar que no fue él quien pidió a Ortega y entender, asimismo, de las secuelas perniciosas de un Fabbiani que -ojalá- comiencen a engrosar los tristes recuerdos de un club habituado a lidiar con la mala fortuna y desacostumbrado a errores propios, continuos, en un lapso breve.



Del desagradecimiento de Ortega no hay mucho para agregar. El jujeño habló en la cancha, como presumía un segmento importante de hinchas no embebidos de desaconsejable triunfalismo. De Fabbiani menos, ahí están los informes médicos que dicen lesión cuando, en rigor, se trata de irresponsabilidad adornada de fama que diseminó conflictos en un vestuario unido y solidario. Pero sí pueden mencionarse las consecuencias de dos fichajes evitables, expresados hoy en un equipo nervioso y batallador, que juega mal casi todos los partidos. Contra Tigre no fue la excepción ya que solo en los primeros 15 minutos aparecieron rasgos del viejo All Boys al presionar con inteligencia y atacar al rival, tonificado por el gol de Barrientos. Después, lo conocido: resistencia extrema, desprolojidad en todas las líneas, falta de asociaciones ofensivas y mucha improvisación.

Sin embargo, el triunfo no fue exagerado ni el balance puede ser idéntico al de jornadas anteriores. Entre otros motivos, el conjunto de Pepe Romero ganó -algo que no ocurre con frecuencia- sin grandes sobresaltos y pareció observarse el intento (solo eso, el intento) de volver a afirmarse en los jugadores curtidos y experimentados, de edades variadas, conocedores de las adversidades de territorios como el de Victoria, estadios ensimismados, hostiles, donde All Boys jugó y perdió tantas veces. En ellos, en Fernando Sánchez, Nicolás Cambiasso, Ariel Zárate, Agustín Torassa y Emanuel Gigliotti, se funda una esperanza. Protagonistas del ciclo más importante en la trayectoria del club, aportaron cada uno a su modo para obtener el 9º triunfo en este regreso a Primera.

Que acaso no alcance, es cierto, pero aseguran esfuerzo, trabajo y la imprecisa y posibilista sensación de que con estos jugadores All Boys será fiel a sí mismo. A su grandeza y a su lucha constante con los fantasmas que insistentemente lo persiguen.

P.P.

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