viernes, octubre 07, 2011

ELIMINATORIAS SUDAMERICANAS // De local



Desde su implementación en 1998, aprobado el formato de los 10 participantes enfrentándose en partidos de ida y vuelta, cada comienzo de las eliminatorias sudamericanas generan reacciones dispares. Por momentos entusiasman según la jerarquía de algunos partidos, otros permiten evaluar qué recursos futbolísticos presentan las selecciones para afrontar el certamen, pero en la mayoría de los casos subyace la sensación de que se trata de un torneo larguísimo, sometido a los avatares de los más diversos, que decrece en su interés -muchas veces- si se consideran la distancia temporal que separa una doble jornada de otra, con las definiciones y los atractivos de los torneos locales en el medio. Otra dato en contra y que difiere del viejo sistema de disputa, recordado por su carga de dramatismo y el casi nulo margen de error al desarrollarse en sincronía con pocos meses antes de la Copa del Mundo, es que la modificación instituida 13 años atrás parecería haberse impulsado para beneficiar a Argentina y Brasil, lo cual ha tornado previsible la eliminatoria dadas las diferencias de estos dos países sobre el resto.

Sin embargo, en las primeras cuatro ediciones hubo sorpresas o hechos que merecen destacarse. Paraguay, por ejemplo, siempre consiguió su boleto al Mundial e incluso ganó el torneo en base a un pronunciado crecimiento futbolístico que se fue consolidando en este certamen; Ecuador acreditó sus dos primeras participaciones (2002 y 2006) e históricos de la región como Argentina -el presunto favorecido-, Uruguay  y Colombia sufrieron en este tipo de campeonatos. El primero, especialmente en 1998 y 2010 en el marco de inusitadas campañas de prensa contra los entrenadores; Uruguay no clasificó dos veces, una de ellas a manos de Australia; mientras que el país cafetero quedó fuera de la Copa del Mundo en 3 de las 4 eliminatorias, alejado de aquellos octavos de final con Camerún en 1990 y con la decepción sazonada de tragedia en Estados Unidos 1994. También la duración del torneo (3 años) asoma como dato llamativo, ya que del primer al último partido se observan permanentes cambios de nombres, tanto de técnicos como de jugadores, a lo que se suma el inevitable paso del tiempo para algunos futbolistas convocados para el debut de su equipo en el torneo.

La Copa América 2011, de acuerdo con lo expuesto y de cara al inicio de la quinta eliminatoria con este formato, resultó un aceptable banco de pruebas, fruto de la importancia que le dio la mayoría de las selecciones, para esbozar una serie de cuestionamientos sobre favoritismos, tendencias y perspectivas del certamen que comenzó este viernes. Sin la presencia de Brasil, sede del Mundial 2014, se vislumbra una competencia inusualmente pareja y con buenas perspectivas para Uruguay, que le dio continuidad al ciclo encabezado por Oscar Tábarez, y Perú, injustamente tercero en la Copa América (mereció disputar la final a la que llegó Paraguay sin haber ganado un solo partido), cuyo entrenador, Sergio Markarian, parece intentar un cambio de mentalidad en base a un esquema que combina audacia y orden, tendiente a lograr un postergado objetivo: volver a un Mundial después de 24 años. Exhibe un gran equipo, con mucha entrega, y un goleador robusto en toda la acepción del término, Paolo Guerrero, insólitamente no distinguido en la Copa América como mejor jugador. Argentina, huelga decirlo, es una incógnita debido a su recurrentes crisis dirigenciales, si bien se descuenta su presencia en Brasil 2014. Lo tiene a Messi, considerado el mejor del mundo, pero también cuenta con otros valores: una plantel con opciones, y la figura de un entrenador, a diferencia de lo que ocurrió tras el alejamiento de Maradona.
 
Estas tres selecciones, da la sensación, parecen mejor posicionadas según sus esquemas, sus exigencias y sus individualidades que Chile, Paraguay, Colombia y Ecuador, los restantes aspirantes a ubicarse entre los 4 primeros, sin descartar a Venezuela, de aupiciosa Copa América y cada vez más cerca de no ser el único país en no jugar un Mundial. Bolivia, indudablemente, aparece como el más débil, aunque los pronósticos siempre son relativos, mucho más tras lo que se vio en el certamen continental de este año. Sí se pretende subrayar la particularidad de este campeonato donde no esta Brasil, un alivio para muchos ya que abre múltiples chances de clasificar. De no hacerlo será un fracaso mayúsculo para todos, porque no está el temido rival, hay 5 cupos para 9 selecciones y perderse un mundial de local supone dos cosas: una involución futbolística no advertida en su momento o, peor aún, constatar una entre otras pérdidas, el orgullo estallado. Tal vez, y frente a la industria del marketing a pocos kilómetros, el sentido exacto del olvido.

P.P.

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