viernes, octubre 14, 2011

ASCENSO // Otro Brown



El ascenso, zona donde conviven exclusiones, heroísmos, pasiones arraigadas sobre cementos monocordes, mundos perdidos e invisibles para muchos, relatos del derrumbe y de la redención impensada con sus idiomas propios y sus fidelidades obtusas, guarda siempre una sorpresa y una historia peculiar, un nombre escondido en otros nombres semejantes y diferentes. Brown de Adrogué es uno de esos clubes que merecen una mención especial, seguramente por este presente deportivo venturoso, aunque su trayectoría, los núcleos que la soportan, tornan pertinente referirse a la institución del sur bonaerense, situada en el de Partido Almirante Brown, próxima a Burzaco y Longchamps, después de Temperley, según el recorrido obligado y consecutivo que los hinchas del ascenso han hecho alguna vez en el exaltado tren Roca. Viaje enigmático y de rivalidades encendidas, de aglomeraciones acordes con la densidad del territorio en el cual anidan, entre otras bullicios y deslumbramientos, decenas de clubes de fútbol repartidos en las 4 categorías que suceden a la Primera División, sin contar los torneos Argentinos A,B y C.

Hablar de Brown es dar cuenta, por citar algunas de sus características, de una reconocida entidad de la Primera C (36 temporadas), fundada hace 66 años desde la entrañas de otro deporte (Pelota Paleta), cuyos colores celestre, negro y rojo aluden a dos clubes importantes de la localidad durante el primer cuarto del siglo XX: el Club Atético Adrogué y el Club Nacional. Como se dijo, la mayor parte de su biografía, instituida la etapa profesional, remite a la actual cuarta categoría del fútbol argentino, aunque también supo jugar en la D y en la B Metropolitana, divisional en la que se afirmó hasta hoy tras su recordado y  esperado ascenso en 1998, por primera vez. Trece años, por tanto, lleva el cuadro tricolor en la B Metro y parece evidente que haberse mantenido tantas temporadas en una categoría desconocida , con un presupuesto acotado y una estructura modesta, expresa la estratégica visión de muchos de sus dirigentes, el trabajo sostenido en inferiores y los progresos que llegaron del acompañamiento de sus socios y de su comunidad. Que son, siempre, los pilares sobre los que asientan los proyectos perdurables en el plano deportivo.  

Este club cuenta, además, con experiencias pasadas dignas de consignar. En sintonía con su presente de triunfos continuos y asados de camaradería, otras veces ilusionó y amagó con desembarcar en la codiciada B Nacional al clasificar a varios torneos reducidos que entregaban un boleto, dos de ellas muy evocadas por sus hinchas, en las temporadas 99/2000, dirigido por Vicente Cristófano, y en la 2001/ 2002, conducido por el ex River e Independiente, Daniel Raimundo (también en el banco en el primer y hasta ahora definitivo ascenso a la B Metroplitana). Aquel equipo de 9 años atrás tenía un poder de gol notable que le permitió acceder a las semifinales (cayó ante Ferro), a partir de dos nombres que hicieron un arsenal de goles: el Chavo Lema y Gastón Grecco marcaron 50 tantos en aquel campeonato. Grecco, curiosamente y retornado al club en 2007, es una de las claves del presente de Brown y una leyenda vigente del ascenso y del cuadro de Adrogué, como parte de una nómina extensa de ilustres que acredita el Tricolor, algunos a partir de las resonancias que bullen de sus apellidos: Juan Mario Testone (célebre entrenador), los citados Raimundo, Lema y Grecco; Horacio Attadía, los duplicados Gónzalo González y Ramiro Rámirez; Néstor Sicher, Adrián Zen Bonacorsi,  Salvador Azerrad, entre otros.



 Ese perfil de institución pujante y en buena medida exitosa encuentra motivos de orgullo en sus viejos y actuales clásicos. Con San Martín de Burzaco, el más importante, mantiene amplias diferencias en el historial (12 triunfos, 2 derrotas), en partidos decisivos (le ganó una final por el ascenso a la C en 1987) y en itinerarios, dado que San Martín nunca jugó en la B Metro. Temperley, solo para los hinchas del Tricolor, es el otro gran adversario, el principal hoy por hoy, pese a las abismales diferencias entre ambos en todos los rubros. Aun así, Brown logró ganarle 8 veces, idéntica cantidad que el cuadro Gasolero, sobre un total de 28 encuentros. Un orgullo que se manfiesta, también, en este equipo de Pablo Vicó, emblema de las inferiores, según un comienzo de temporada demoledor, con 8 triunfos en 9 partidos, y el juego que le valió un mote risueño, el "Barsa del ascenso", ya sin figuras como Zagharian y Kebe, pero con Minadevino, Villamayor, Enrique, Otermin, Ruiz Diaz, Acosta y -claro- Grecco. Suma 25 goles la formación de Vicó, apenas 3 derrotas, aunque lo más importante, más allá de lidiar con un gigante de la categoría como Platense, son las aspiraciones colectivas de protagonizar un suceso y la creencia, en la rugosidad de sus horizontes íntimos, de que se trata de momento propicio para sar dar el salto al fútbol grande.

No será una decepción de no conseguirlo porque estos clubes saben de la espera paciente, una forma particular de aceptar que, en fragmentos, asoma cada tanto una dicha mayor, como todos los indicios que movilizan a buscar en el tedio y el pulso abrumado de saberse tímido, otro destino de las cosas. Ocurra o no el ascenso, cuando resta bastante para el epílogo, no está de más reponer los deseos en los laberintos donde transcurre el ascenso: junto a Almirante y Guillermo, hay un tercer Brown merodeando la puerta. Desde el extrañamiento que supone lo nuevo.

P.P.

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