lunes, junio 06, 2011

ALL BOYS // Causas y azares


Madurar los cambios, se dijo el año pasado, es una tarea difícil que demanda tiempo, trabajo y profundas reflexiones para encarar nuevas etapas que, seguramente, tienen como rasgo distintivo el temor ante lo desconocido y las tensiones entendibles de lidiar con marcas del pasado repartidas en alegrías y tristezas. Pasa en la vida y resulta comprensible. Porque no somos máquinas y porque todos provenimos de una historia donde parece imposible borrar del todo síntomas, perfiles e identidades.  Lo interesante de los cambios, cualquiera sea su origen, radica en advertir la experiencia acumulada al enfrentarlos, los resortes anímicos frente a los distintos posibles desconciertos y, en caso de decisiones derivadas de la voluntad, animarse a procurar un futuro mejor, independientemente de alcanzar o no la meta prevista. Que siempre es provisoria, da la sensación, y que siempre muta en otra, ya sea para afirmarse contra los tormentos externos e internos, o sostener los beneficios obtenidos con flamantes proyectos en marcha, los que en mayor o medida podrían deparar orgullo y placer.

All Boys, en este Clausura interminable, mostró las facetas de su inestabilidad nacida de los bruscos cambios recientes. Y no podría ser de otro modo cuando el denominador común de la temporada es disputar duelos decisivos todos los fines de semana, en las cuales intervienen presiones agobiantes y nuevos modos de actuar tras acostumbrarse a trajinar en los mismos pastos o semipastos con las companías conocidas en el ascenso. Por eso en el campeonato donde se definen cuestiones muy importantes, All Boys tuvo un rendimiento dispar, con victorias emocionantes y derrotas inesperadas ante rivales que -muchas veces- no han sido superiores al cuadro de José Romero en el juego. Algo previsible dados los complejos entresijos que plantea una divisional que castiga de forma implacable mínimos errores, pero fundamentalmente inevitables para un club esforzado que debió armar una estructura más o menos firme en poco tiempo, sin respiros entre partido y partido ni posibilidades de defeccionar en forma contunuada. He ahí, entonces, una causa de la dimensión de los cambios de 2008 a esta parte y, ligado con esto último, del valor inestimable de intentar absoberlos.



Señalados estos ítems, la visita a Banfield dejó nuevamente la sensación de que la inexperiencia de All Boys explica el resultado.Una derrota inmerecida teniendo en cuenta la marcada superioridad del Albo en el primer tiempo, con Agustín Torassa desequilibrando por la banda derecha, la movilidad de Mauro Matos, el empuje de Fernando Sánchez y Juan Pablo Rodríguez, algunos aportes de Ortega y, sobre todo, con el recurso de controlar el balón, cualidad extraviada en los últimos meses debido a los apremios y exigencias ya apuntados. Sin deslumbrar, desde luego, All Boys mostró una versión mejorada de la de los encuentros con Newell's y Quilmes que, de no ser por una desatención defensiva, tal vez hubiera mantenido o consolidado esa diferencia sobre el adversario en el marcador. Prueba de ello fue que siguió buscando después del empate de Banfield.

No obstante, se trata de conjeturas difíciles de corrobar, probables claves de una caída finalmente exagerada en el score, que no invalidan puntualizar otras incidencias en el juego. Entre las propias resposabilidades, y lejos de gravitar directamente, la apresurada salida de Torassa y la consecuente insistencia con jugadores que ya dieron todo por esta camiseta, o sea muy poco, como Rimoldi, Ereros, el citado Ortega, merecen revisarse en encuentros que requieren compromiso con estos colores.Asimismo, se observó que hubo dificultades para cerrar el partido pensando en llevarse al menos el empate, lo cual es contradictorio desde una lectura más fina si se considera que los cambios de Pepe fueron para ganarlo aunque, claro, con intérpretes que no parecían anoticiados del mensaje.

No menos cierto es reconocer al azar como ingrediente indispensable de este juego. Y habría sido victoria en más de una ocasión, de no ser por el palo o alguna situación fortuita. Mejor que pensar en la fortuna, de todos modos, es sostenerse en las convicciones de este equipo que ya exhibió algunos atributos redituables, entre ellos que no hay individualidades por encima de un colectivo sólido y unido, el mismo que descubre las novedades de este tiempo. Ojalá consciente de que los cambios, cualquiera sean las recaídas y los miedos en el proceso, no tienen vuelta atrás. Desgraciada y felizmente.

P.P.

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