miércoles, febrero 02, 2011

FÚTBOL ARGENTINO // Ídolos de plástico


Después de agobiantes rumores y negociaciones, finalmente Walter Erviti cumplirá con un sueño que el público desconocía cuando jugaba en Banfield o San Lorenzo: vestir la camiseta de Boca, "el mejor club del mundo", como sostuvo uno de los futbolístas de mejor rendimiento en los últimos años en Argentina, insistente hasta el paroxismo para concretar ese deseo oculto, postergado, en cierto modo lógico dado que, pese a los avatares y las crisis, llegar a Boca -o a River, aunque hoy en menor medida- figura entre los proyectos futuros y las ilusiones íntimas de la mayoría de los jugadores, según marca la historia. No parece novedoso, por tanto, que Erviti diga lo que dijo, ni que exhiba sin rubores su alegría al desembarcar en el equipo xeneize, teniendo en cuenta que se trata de un caso como tantos otros, el de alcanzar una meta, con perseverancia y el genuino derecho que le asiste a los fubolistas de querer progresar.

Sí sorprenden modos y gestos que hablan de una época. Hace tres veranos, por ejemplo, y si bien lo sugirió en alguna entrevista, Crisitian Fabbiani también mostró sin decoro su legítima intención de jugar en River, con actitudes lindantes con el capricho y la puesta en marcha de un discurso florido vinculado con su pasado de hincha, la grandeza del cuadro millonario, sus propios anhelos en torno de una oportunidad "única" y esperada, incluso en este espacio se destacó su arrojo, especialmente porque Fabbiani procuraba arribar al River del descontrol y la inestabilidad, lejos, lejísimo, de los años de gloria. Los rendimientos y la falta de compromiso revelaron, progresivamente, que aquello no era más que un deseo vinculado con otro tipo de apuesta: el de posicionarse en la vidriera de un club popular para fines que excedían lo deportivo. Apagada la euforia, guardadas las caretas alusivas al apodo del incipiente ídolo, hoy Fabbiani juega en All Boys, donde alterna en el equipo titular y ya no declara sobre su condición de hincha de River ni se muestra apenado por su sombrío presente futbolístico.

Con marcadas diferencias en cuanto al profesionalismo de uno y otro, Erviti también montó un espectáculo con tonos de melodrama, personalísimo, cuya postura firme de jugar en Boca generó comprensible entusiasmo en los hinchas xeneizes aunque, eso sí, olvidó el sentimiento de los hinchas de dos clubes locales donde fue reconocido, aclamado y bien tratado. Por mérito propio, desde luego, pero además por la existencia de un público, ni más ni menos que aquel que sostiene la pasión generada por este deporte y, más importante aun, la carrera de Erviti. ´Da la sensación, entonces, que los casos de Fabbiani y Erviti comparten ciertos rasgos comunes al poner por delante los propios intereses, declarar para la tribuna, centrarse en uno mismo sin tomar nota, o sacando provecho lo cual es peor, de que el fútbol en Argentina es pertenencia. De modo que no hay contrato afectivo posible si una de las partes asume conductas individualistas.

Afortunadamente, los hinchas no siempre comen vidrio, si bien les cabe la responsabilidad de darle a aire a ídolos de plástico, con fecha de vencimiento. Erviti será idolotrado en Boca por lo que produzca en la cancha, por su compromiso y, consecuentemente, por el lazo recíproco que se genere con el público. Aunque, si rinde como se espera y si -como dice Freud- el hombre es lo que repite, no habrá que sorprenderse cuando llegue la oferta de la institución europea X. Para esta clase de jugadores, "el mejor club del mundo".

P.P.

3 comentarios:

Seba dijo...

Excelente post, que corre el velo de una vez por todas de aquel axioma que reza que los jugadores son lo mas puro del fútbol. Verso.
Gran blog este, al que ahora catalogaré como "el mejor blog del mundo" (?)

Seba dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
koeeoaddi dijo...

buena nota, che. entre los que "siempre fueron hinchas" y los que vuelven "porque esta es mi casa", tenemos exponentes de sobra. por eso, figueroa te re banco (?)