Luego de otra breve estada en Europa, esta vez en el pasional y competitivo fútbol griego, Sebastián Abreu desembarcó en el Botafogo de Brasil, su 18 º club desde que debutó profesionalmente en 1994. Semejante itinerancia, que incluye además partidos con la selección charrúa, merece un video o un programa de archivo especial dedicado a la mirada futbolera de un deportista transhumante, conocedor como pocos de culturas y religiones diversas.
Aunque parece situarse en las antípodas de Bochini, Abreu es, pese a todo, un hombre de fidelidades imperturbables. Así lo demostró, recientemente, cuando estuvo cerca de retornar a San Lorenzo, el tercer regreso, sin reparar en el desencanto de los hinchas azulgranas tras el match ante River en la Libertadores 2008. Cosas del fútbol, el fútbol en el cual creció y se desarrolló Abreu.
Por otra parte, el uruguayo no es el único futbolista de este tiempo capaz de retribuir con goles el afecto de casi 20 clubes. El argentino Silvio Carrario, por ejemplo, acreditó un curriculum vasto durante su etapa de jugador: 14 camisetas, aunque menos viajes ya que solo se desempeñó en dos países del exterior, ambos sudamericanos, a lo largo de su trayectoria. Perseverante, Carrario sigue su carrera en condición de entrenador, función en donde dio sus primeros pasos en Central Córdoba de Rosario, el primer amor del Twetty, en la temporada pasada. Duró 11 partidos y, como buen entendedor de las lógicas del fútbol actual, negocia su arribo a otro club del ascenso.
Claro que la fidelidad a una camiseta, al margen de Bochini y otros ejemplos, no siempre se mide por el tiempo jugando en el mismo club. Y viceversa: en el recuento se contabilizan futbolistas que tuvieron pasos fugaces pero exitosísimos que dejaron una huella en los aficionados. No abundan, es cierto, sin embargo los hubo y posiblemente los habrá. Lo importante, en cualquier caso, parecerían ser la conducta profesional, los valores éticos y el respeto hacia el público por parte de los futbolistas. De lo contrario no hay modo de oponer un solo argumento a quienes reconocen a los jugadores del presente como "meras mercancías". Allí hay una tensión irresuelta y sin solución aparente: hombres desafectivizados en un juego de pasiones.
Abreu y Bochini, en sus gestos y en sus procederes, no sugieren comportamientos aislados, extraordinarios, sin ningún tipo de anclaje. Por el contrario, simbolizan dos épocas, en uno de los casos el recuerdo se ciñe a lo realizado en el célebre verde césped.
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