Arranca el ciclo de Abel Alves, el Chueco, como conductor de Boca Juniors y abruman los interrogantes, los juicios severos anticipados, los pergaminos desparramados en la mesa y las mil y una conjeturas acerca del eventual desempeño de uno de los grandes actores de la época: los técnicos. El mundo Boca, esa categoría oprobiosa que designa un territorio delimitado y al mismo inasible para los hinchas, genera reacciones múltiples entre propios y antagonistas, ya que hablar de Boca es hurgar en un pedacito de la patria si se consideran los números de encuestas respetables y respetadas: más del 40 por ciento del país dice simpatizar por el xeneize.
Hecha la presentación del entorno y sus circunstancias, de las expectativas interesadas y las adhesiones masivas, parece pertinente remitirse a los antecedentes de un entrenador que llega a al cargo mayor de un club victorioso en la última década aunque agobiado desde hace un año y medio por internas dentro y fuera de la cancha que lesionaron seriamente el orgullo y el prestigio de dos ilustres como Carlos Bianchi y Alfio Basile. Surgido en la cantera de Boca, Alves jugó en el club entre 1975 y 1982 y ya en su debut con All Boys exhibió cualidades de buen futbolista, fiel al adn boquense, y formado en la filosofía de Juan Carlos Lorenzo. Su historia como jugador es una buena carta de presentación para los hinchas, dado que el Chueco integró desde un rol secundario, eso sí, equipos recordados por los aficionados (los campeones de los metropolitanos 1976 y 1981, este último con Maradona) y, sobre todo, honró la divisa con destreza, coraje y profesionalismo, si bien no sobresalió en alto nivel tal como sugerían sus primeras presentaciones.
Más o menos trascendente, depende del lente de cada observador, fue su rol como técnico de juveniles. Durante 4 años dirigió a una reserva exitosa y protagonista, asentada en un esquema de juego definido pese al permanente cambio de nombres (moneda corriente en los torneos preliminares), y con un agregado que robustece su pequeña obra: el Chueco consolidó en partidos semi-oficiales a la mejor camada de púberes boquenses de los últimos 20 años. Claro que Alves también dirigió en Primera aunque de forma interina y por pocos partidos, en dos oportunidades. Lo más recordado fue una clara victoria xeneize ante Colón (3 a 1), de visitante, por la última fecha del Clausura 2009.
Con esa bagaje en el ágora, ese pasado teñido de azul y oro, Alves asume por seis meses la dirección técnica, consciente de los resultados que definen -para bien o mal- el destino futbolístico de jugadores, técnicos y dirigentes. Con poco para perder y muchísimo para ganar, el nuevo entrenador cuenta con recursos -conceptuales, procedimentales- para encauzar el presente de un club que domina agendas periodísticas, encuestas y buena parte del ánimo popular. Que de eso trata Boca y sus mundos, un pedacito de la patria chueca, cuya narración última siempre comienza hoy.
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