domingo, julio 05, 2009

Vuelta y vuelta


Ya está, cosa juzgada: Vélez es campeón del fútbol argentino por séptima vez en su historia. ¿Injusto? ¿Merecido?. Difícil. Cabe reconocer, eso sí, a un equipo que perdió un solo partido en todo el torneo, que promovió figuras tremendas como Nicolás Otamendi, que hizo de su estadio una auténtica fortaleza y que tiene una dirigencia ejemplar, deudora de José Amalfitani y Raúl Gámez, dos presidentes símbolos del cuadro de Liniers. Digamos entonces que Vélez es un justo ganador, Brazenas al margen.
Claro que no exageramos si reconocemos campeones paralelos en este torneo espectacular e inolvidable para quienes amamos el fútbol. Porque Lanús y Huracán también hicieron su trabajo para obtener el premio mayor, con armas nobles, sin especulaciones, generando copiosas adhesiones en hinchas de clubes grandes que -curiosamente- contemplaron la final embanderados en otros colores. Hubiese sido gratificante, en ese marco, observar la consagración del Globo. Por su historia, por su dignidad, por su entrenador lleno de ética y lleno de rabia, por tratarse de un equipo condenado al martirio y la pena, por el juego desplegado, por el orgullo de los barrios del sur. Huracán no mereció ser campeón, Huracán debio ser el campeón porque abruman ejemplos donde los buenos pierden. Y pierden seguido, lamentablemente.
De aquí en adelante, imaginamos otro presente para el fútbol criollo, más cerca de su histórico linaje y bien lejos de los multifacéticos empresarios que la política cobija sin cuestionamientos ni culpas. Es el mensaje principal que nos dejan fortineros, granates y quemeros: respetar una identidad y, sobre todo, honrar un estilo que el fútbol argentino había extraviado en la noche de las tres últimas décadas.

3 comentarios:

deTrivella dijo...

Gracias pelo belo texto.
Saludos desde Brasil.

Anónimo dijo...

aguante chaca

Anónimo dijo...

bentral