miércoles, diciembre 17, 2008

Hinchas y pelotas


Se sabe que los hinchas conviven -convivimos- con emociones fuertes. Es una condición, no la única pero acaso la más trascendente, para afirmar nuestra identidad. Una entrega, la del hincha, que implica renuncias, numerosos padecimientos y, episódicamente, premios inolvidables. ¿Quién no prometió abandonar a su equipo y entregarse a otras pasiones, más puras y menos contaminadas, antipopulares, selectivas, sin resonancias de ningún tipo? ¿Quién no reivindicó al fútbol en la dicha de turno, se apartó de todo lo otro que es -posiblemente- aquello verdaderamente auténtico y trascendente?
Son comprensibles los cuestionamientos de los imparciales, pero una vez que el sujeto absorbe modos de hincha (de ser hincha), es complejo escapar a esa/s determinación/determinaciones. La posibilidad, entonces, es atenuar sus efectos con una enorme fuerza de voluntad. Y creer que las derrotas no duelen, que las cargadas no cargan, que lo real es una ficción armada por dirigentes inescrupulosos. Otra opción: desafectivizarse repentinamente, ser insensible a lo propio que no es tan propio, proyectar otro tiempo. Un tiempo otro, claro, que (casi)siempre queda lejísimo.
Toda esta introducción viene a cuento para dar testimonio de un hecho lamentable: Boca salió primero (y probablemente será campeón) y River terminó último. Una mancha a la historia, un golpe al orgullo, otra vergüenza imborrable. Será difícil para River recomponerse futbolísticamente y será difícil para nosotros, los hinchas, recompenernos de una cascada de vergüenzas interminables y digerir nuevos venenos. ¿Dónde está el fondo? Prescindiendo del testimonio de R.Falcao, creemos que no hay fondo. En todo caso, se trata de un fondo continuo que, seguro, está a una distancia abismal de la superficie. Porque no solo sobrellevamos un presente de oprobio y plagado de miserias, sino también vemos hazañas y proezas del eterno rival, que no duran apenas uno o dos años. La dicha ajena, así lo testimonian recientes acontecimientos no tiene tiempo.
Sin embargo, cuando aceptamos esta condición (la de ser hincha) y cuando los consejos imparciales parecen inútiles, vamos aprendiendo a soportar adversidades. Perder dos veces con Boca en la Libertadores, perder sobre la hora y perder, perder, perder inescrúpulosamente con tu histórico rival, terminar en el fondo de la tabla (allí está el fondo Falcao), ver a los enemigos consumando épicas y más èpicas, registrar papelones de todos los colores, son parte de mi palmares de hincha. Intuyo que habrá nuevas penas para soportar y que, en el fragor de una pasión, uno también olvida no pocos momentos en que creyó ver la felicidad en una cancha.

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