martes, agosto 02, 2011

SELECCIÓN NACIONAL // SUB 20, un bálsamo



En este momento delicado e incierto del fútbol argentino, huérfano de alegrías al sumar 18 años sin títulos de cierto relieve en lo que respecta a su combinado nacional y sumido en un caos organizativo de proporciones tras anunciar un torneo disparatado que enardeció con razón a la mayoría de los hinchas, la Selección sub 20 ha sido una rareza, una excepción ante tanto abuso y desprolijidad por parte de la AFA, cuya gestión blindada por ex socios del negocio parece agonizar finalmente y abre esperanzas, de alguna manera, acerca de una inmediata renovación dirigencial en su seno que, por cierto, no conduce al empresario Daniel Vila, la peor de las continuidades posibles.

Y es una excepción debido a los títulos conseguidos en las últimas dos décadas, sostenido por un proyecto serio, con fuerte hincapié en aspectos pedagógicos como parte de una labor formativa a largo plazo, enriquecido en base a sólidos conceptos futbolísticos inculcados por quienes produjeron una visible transformación en un área medular como los juveniles: José Pekerman y Hugo Tocalli, al cabo los responsables del cambio que marcó una bisagra en el itinerario de la categoría. Alcanza con repasar los títulos mundiales conseguidos por el Sub 20 en los ùltimos 15 años, que fueron muchos y en diversas geografías; aquél de Qatar, en 1995, con Ibagaza, Coyete y la dupla Biaggini y Panchito Guerrero que derrotara a España -el gran candidato en ese torneo- y a Brasil en la final; la victoria de 1997, en Malasia, tras superar a Uruguay en el choque decisivo, que tuvo el fútbol virtuoso de Riquelme, Cambiasso, y la fama efímera de Quintanita; el triunfo en Holanda, en 2005, que marcó la aparición de Lionel Messi en el escenario de las grandes competencias televisadas, líder de un seleccionado opaco dirigido por Francisco Ferraro que derrotó a Nigeria en la final. Y otros dos campeonatos seguramente muy recordados por los hinchas a raíz de las cualidades exhibidas por esos equipos: el de 2001, celebrado en Argentina, sede de un torneo que el seleccionado diseñado por Pekerman  ganó desde el principio al fin, con varias goleadas (incluso la final fue por amplia diferencia, 3-0 sobre Ghana), además de estrellas que dejaron su sello (D'Alesandro, Saviola); y el obtenido 6 años después, en Canadá, certamen donde brillaran Sergio Agüero, Maxi Moralez y otros púberes de Racing, consagrados luego de superar a República Checa, bajo la conducción técnica de Tocalli.




Sin embargo, la AFA decidió interrumpir ese ciclo regado de éxitos y orgullos al discontinuar el trabajo de Tocalli, un grosero error no tanto por la partida del ex arquero de Quilmes y sus colaboradores teniendo en cuenta que existe un lógico desgaste, sino por iniciar de cero un nuevo proyecto para los juveniles, con la designación, para ocupar los puestos vacantes, de algunos nombres enrolados en la llamada generación '86, intérpretes de dudosa capacidad y conductas diametralmente opuestas a las de sus predecesores. Es decir, en lugar de proseguir en el camino iniciado por Pekerman-Tocalli, la AFA optó por un cambio inoportuno, como se advirtió al no clasificar al mundial de Egipto en 2009, y en buena medida influyente del rendimiento errático de los mayores. No la única causa del declive del Seleccionado Mayor desde ya, pero sí un ítem muy relevante dado que acentuó el desconcierto, la improvisación, la pérdida del estilo. Y justamente, si algo lograron los juveniles entre 1994 y 2008 fue adoptar y consolidar un estilo.

No obstante, y pese a sus formadores actuales, el sub 20 presenta en la Copa del Mundo de Colombia un equipo que ofrece buenas expectativas. Las razones habrá que buscarlas en esta tierra donde florecen cracks, pero también en posibles efectos residuales de la transformación instituida en 1994. Como si en los mundiales -instancia máxima de esta categoría- alumbraran viejas imágenes de aquellas formaciones serias, con estirpe ganadora y hambre de gloria. Lo que podría considerarse "mística", más allá de los usos y significados que se le adjudican al término. De cualquier manera, la nota más importante es vislumbrar una esperanza al ver a Lamela, Iturbe, Martínez, una defensa de temple y jerarquía, reservas anímicas que trascienden el pobrísimo libreto de un entrenador y, como se dijo, algunos rasgos persistentes de una etapa fundamental en la historia de los selecciones juveniles en Argentina.

Atributos del pasado a partir de los cuales Argentina intentará afirmarse para intentar escapar de la mediocridad de su presente, y erigirse como el más ganador de la categoría, superando al mismísimo Brasil, que acredita dos títulos menos y desde hace 8 años no consigue un torneo.Se podrá argumentar que es el Mundial de Mayores el termómetro para medir rendimientos y que el interés de estos torneos juveniles radica más en su faceta formativa que en el plano de los resultados. Aunque, eso sí, la realización del certamen no reviste características amistosas ni configura únicamente un banco de pruebas, lo cual realza el valor de este tipo de torneos donde se enfrentan selecciones de jerarquía y que son  muy seguidos por los hinchas, como atestigua la memoria según los campeonatos obtenidos en Japón (1999) y los citados de Qatar y Malasia.

De logarlo esta vez, algo difícil pero no imposible, no es inapropiado subrayar la incidencia, al menos en parte, de retazos pasados de una historia. La que, en el último tiempo, llevó a Argentina a lo más alto en materia de juveniles, hecho extraño dado que aquella sucesión de conquistas coincidían con una conducción igual de contaminada que ahora. Por eso, y en caso de coronarse en Colombia, el Sub 20 ratificará que su derrotero está signado por la anomalía, si bien los triunfos de Pekerman y Tocalli eran consecuencia lógica del trabajo paciente, del estudio minucioso, de una idea bien ejecutada pero en el marco de una gestión oscura, con varias frustraciones en el ámbito de los mayores. Ahora, sin plan ni conductores idóneos, subsiste -aunque sea imaginariamente- la huella de ese proceso y acaso sea uno de los factores que sostiene la ilusión de sumar la octava estrella. Las otras ilusiones, afortunadamente en nuestro país, pasan por el talento que no se extingue. La mejor noticia en este tiempo que invita a dar vuelta, de una buena vez, una página que ya agotó las enumeraciones sobre el origen del síntoma.

P.P.

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