domingo, noviembre 13, 2011

ALL BOYS // Fondos de una historia



Después de muy seguidos desencantos, errores de base para repasar en un futuro cercano y buena dosis de mala fortuna, All Boys consiguió uno de esos triunfos vitales según su oscilante actualidad, con ribetes históricos incluso. Nunca, en sus 98 años de trayectoria, el cuadro de Floresta le había ganado a San Lorenzo, de visitante. Y hablamos de unos de los grandes del fútbol argentino, 10 veces campeón en la máxima categoría, cuyo presente dista de ser el ideal aunque, justamente por esa razón expresada en impensados padecimientos con la mentada tabla de promedios, tornaba complicada, muy complicada, la excursión al Bajo Flores. De ahí que se valora y se celebra con creces la victoria, en un escenario hostil y ante un competidor directo, si bien no menos trascendente son sus derivaciones biográficas, contextuales y anímicas.

Hace poco más de 4 años, por ejemplo, ganarle en la B Metro a Tristán Suárez, en Ezeiza, figuraba como logro sustantivo, no para promover euforias desmedidas, pero sí contaba en el rubro de triunfos meritorios a fin de escapar de esa categoría terrible. Parece oportuno recordarlo cuando All Boys concreta sucesos de este tipo, impermeable al paso del tiempo pase lo que pase. Pensemos que desde el retorno a Primera tras 30 años, se le ganó a River (2 veces), Boca, Independiente y ahora San Lorenzo; la estadística con Vélez deviene favorable (a diferencia de Nueva Chicago con el club de Villa Luro) y apenas restan dos asignaturas pendientes, sensibles para los hinchas y ojalá para los jugadores, en un ajustado repaso sobre las diferencias que van desde el lejano 2007 hasta hoy: Argentinos Juniors y Racing. Por eso lo sucedido en Bajo Flores no solo parecería reunir valor por una transitoria salida de los puestos de promoción, sino también debido a sus efectos, a lo perdurable, a aquello que los hinchas de All Boys tendrán para relatar, entre orgullos y segmentos de una memoria nítida y palpable, cuando el éxito, siempre circunstancial, atenúe sus luces. San Lorenzo, entonces, ya ha registrado en su propia casa de la impronta barrial, del corazón curtido en esperas y de la fidelidad de la hinchada de este club, protagonista en esta victoria con su constante aliento pese al 16mo sexto lugar en la tabla, testigo privilegiado de otra victoria para evocar ver una y mil veces.

En ese marco, sin dudas, el equipo de Romero edificó una de sus mejores producciones del torneo, sobre todo en el segundo tiempo, más allá del comienzo dubitativo y la fortuna que, esta vez, jugó a favor en los primeros minutos de la etapa inicial. Respaldado por algunos de sus hombres experimentados (Cambiasso, Juan Pablo Rodríguez y Hugo Barrientos), y las buenas prestaciones de Coronel y el insustituible Torassa, el cuadro de Floresta aprovechó el nerviosismo de un rival visiblemente afectado por conflictos de diversa índole, algo que de ningún modo conspira con la inteligencia y la solidaridad colectiva con la que All Boys encaró un encuentro especial. Entre otras cosas, y al margen del porte del adversario, porque se necesitaba recuperar la confianza, clave en ese campeonato aparte que disputa el club, y nada menos que en un duelo signado por la incertidumbre y la contigencia, a raíz de presagios no del todo alentadores por variados motivos: lesiones, plantel estrecho, falta de contundencia, cierto retroceso físico, presiones en el rival que, muchas veces, perjudican más al supuestamente favorecido que al presionado. No sintió el entorno adverso All Boys para acreditar su tercer triunfo en el Clausura, todos en condición de visitante, lo cual demandaría un estudio en detalle relativo a esa estadística y obliga, eso sí, a mejorar la cosecha de puntos como local, indispensable de acuerdo con los empinados retos por delante.

La unidad de todos, en ese sentido y sin postular un enunciado vacío, resulta de suma importancia. Un ejemplo; en pleno embate de San Lorenzo por conseguir la igualdad y retirado Barrientos del campo de juego por orden del árbitro al extraviar una de sus canilleras, rápidamente Pérez García -asiduo titular; ante el cuadro del Bajo Flores estuvo en el banco- socorrió al cinco de All Boys y evitó que el equipo quedara con diez hombres en un instante decisivo. Son pequeños gestos, imperceptibles a veces, pero valiosos dado que revelan el compromiso grupal y la humildad de saber priorizar el conjunto por encima de los intereses personales, a tono con el perfil de un entrenador que no declara en primera persona ni se desvive por las cámaras ni monta un show donde su figura, sobredimensionado el rol del entrenador, opaca al resto.

De eso tal vez se trata, de aunar esfuerzos en un momento complejo, de conservar las raíces, de exigir lo exigible y de autoimponerse la crítica cualquiera sea el resultado. La tarea comprende a dirigentes, jugadores, cuerpo técnico e hinchas, muchos de ellos conscientes de que los logros no surgen de un conductor iluminado y con poder, ni de las bondades de la casualidad. Si algo define a All Boys, entre diferentes cosas donde cuentan sinsabores y alegrías deportivas, es el fuerte apego con una historia que comenzó en 1913 desde el encuentro y el anonimato. Es decir las bases sobre las cuales se consiguen éxitos y reconocimientos, como este ante San Lorenzo, triunfo definitivamente incluido en algún relato futuro que, es de esperar, un albo pronunciará o escribirá con alegría y esa indimisulable emoción de describirlo real. Demasiado real.

P.P.

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