lunes, julio 18, 2011

COPA AMÉRICA // Fútbol Siglo XXI



No es novedad que el fútbol y política tienen una historia larga de encuentros, intereses que confuyen, personajes comunes, miserias y grandezas olvidadas o grabadas a fuego en el a veces insondable acervo cultural de cada país. La lista es extensísima y abarca, entre sus episodios más conocidos, desde el Mundial de Italia en 1934 (pleno apogeo del fascismo) hasta el Mundialito de 1980 durante la última dictadura militar en Uruguay, que motivara un necesario, completo y recomendable documental sobre ese hecho con idéntico nombre,  recientemente estrenado en Argentina.

Sin embargo en nuestro país persiste un tipo de periodismo que pretende separar un campo de otro, como si no existieran ni hubiesen existido flúidos vínculos entre las dos esferas, en un gesto visiblemente intencionado con efectos nefastos: inaugurar un relato inmanente, descontextualizado de avatares sociales y políticos, acerca del fútbol y los mundos fantasmales que lo rodean, y minimizar influencias que explican la importancia del deporte de masas para manipulaciones internas y externas, no siempre con consecuencias deseadas para quienes las promueven, como muestra el citado Mundialito. Pero además de los casos imbuidos de sospechas y oscuros secretos, de aquellos que utilizan al fútbol como plataforma de reconocimiento para propósitos no declarados, ese vínculo se inscribe en otro rango e incluye experiencias tendientes al desarrollo del fútbol a través de los clubes sociales, a verdaderas políticas de estado inclusivas, a mejorar las participaciones de un país en la alta competencia y a estimular los valores genuinos de este deporte desde sus raíces culturales más hondas.

Un buen ejemplo de esto último lo constituye Venezuela en la actual Copa América, de progresos notables en el aspecto técnico de sus jugadores, en la ejecución de tácticas y esquemas de juego y, más que cualquier otra cosa, en los números. Alcanza con repasar antecedentes pasados y recientes para advertir el marcado crecimiento del país caribeño. Repasando: nunca había llegado a las semifinales de este torneo; sus resultados hasta aquí no registran derrotas ante rivales de jerarquía (Chile, Paraguay, Brasil); jugará 6 partidos a diferencia de los millonarios planteles de Argentina y Brasil que disputaron 4; es el de más goles a favor junto con Brasil -que quedó eliminado- con 6 anotaciones. Si estos datos sorprenden, cobran mayor dimensión de solo recordar las prestaciones de la Selección Vinotinto en las décadas pasadas, con abundancia de derrotas -casi siempre previsibles- y numerosas goleadas en su contra. La más holgada: 11-0 con Argentina, en la Copa América 1975 que ganó Perú, curiosamente de gran rendimiento en el actual certamen.



Lejos de la casualidad, el desempeño de la Selección Vinotinto se funde, indudablemente, con aspectos del proceso politico venezolano, particularmente debido al interés de Hugo Chávez por difundir y estimular la práctica del fútbol en el país, mediante hechos que revelan la fuerte presencia del Estado por popularizar una disciplina que en Venezuela aún hoy está detras del béisbol y el básquetbol en las preferencias del público aunque no en su práctica organizada, dado que el fútbol viene ganando terreno desde el comienzo del siglo XXI sobre el resto de los deportes. Prueba de ello fue la realización de la Copa América, en 2007, un torneo que nunca se había disputado en Venezuela, cuya organización deslumbró a la región por sus estadios remodelados, el entusiasmo popular, la presencia de las grandes estrellas  y el rendimiento de la Vinotinto, que ganó su grupo (estaban Perú, Bolivia y Uruguay) y clasificó, de este modo, por primera vez a los cuartos de final de la Copa América. De cualquier manera, el cambio comenzó antes de 2007: el argentino José Pastoriza aportó algunos conceptos novedosos, pero fundamentalmente fue Richard Páez fue el que introdujo modificaciones sustanciales respaldado por meritorios resultados, ahora superados por César Farías en esta Copa América, un entrenador con idéntica mentalidad ganadora que supo darle continuidad al trabajo de Páez al focalizar en el aspecto físico, táctico y técnico para reducir la brecha con otros países.



El análisis, en consecuencia, no puede omitir o no debería estar ausente en nombre del odio, que en Venezuela existe una política deportiva diseñada mediante proyectos a largo plazo, vigorosos, llenos de futuro, con logros que forman parte de un país cuyos progresos se observan en otrás áreas de la vida social, lo que reafirma que los caminos de la política y el fútbol no siempre se encuentran en un paisaje sombrío, sepultado de basura. "Los escuálidos (opositores) tienen mala suerte hasta en el fútbol, estoy seguro que la mayoría de los escuálidos va o a Estados Unidos o a los países europeos", dijo Chávez en Sudáfrica 2010. 

Con su estilo, Chávez acaso politice el fútbol porque ambos campos comparten tradiciones, luchas, cuestiones a transformar, sosiegos, esperanzas, sin que ninguna demagogia pueda torcer un mensaje contundente: el fútbol es disfrute antes que negocio, es vida en miles de chicos con acceso a su práctica, es -por qué no- una partecita de la patria. Y testimonia, además, que existe una matriz cultural a defender. Venezuela no podía quedar afuera de un continente futbolero por excelencia, con una identidad cimentada hace años que a la Vinotinto no le es ajena pese a su cadena de derrotas , en un tiempo histórico donde -casualmente o no- predominan en el plano político gobiernos populares que vienen compensando viejas inequidades.

. Quizás se trata de una analogía forzada. Y en parte lo es. Pero, da la sensación, el crecimiento futbolístico venezolano no puede explicarse sin consignar, al menos en uno de sus aspectos, una coyuntura que tiene a la política -para bien de los pueblos y de su gente- en el centro de la escena.


P.P.

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